2. "Sin opciones"

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No sabía si había escuchado con claridad, pero todos los sonidos a su alrededor, después de esa última frase, se transformaron en murmullos deformes que no lograba comprender. Estaba tan conmocionada, que cada pregunta que la princesa Kushina le hizo después, tuvo que ser respondida por Izumi. Soltó un jadeo, su cuerpo se tambaleó, haciendo que dos chambelanes de la princesa la sujetaran con cuidado y respeto.

"Alteza", le dijeron ¿Alteza? ¿Casarse? Tenía que ser un mal sueño, seguramente estaba durmiendo y todo terminaría en cuanto despertase. Con su cuerpo desmadejado, no opuso resistencia cuando la sacaron de ese pequeño salón, y fué recibida por un séquito de sirvientes que prácticamente la arrastraron por los pasillos del palacio.

Kushina suspiró al ver el estado de la jovencita, pero si aún le quedaba alguna duda de lo que había hecho, la escondió bien al fondo. Había aprendido a lo largo de los años, que los miembros de la familia real siempre tenían la razón, y estuviera equivocada o no en elegirla, nunca lo iba a demostrar. Era un mal necesario. Con un asentimiento a la reverencia de una mujer que supo madrastra de Saori, se retiró. Ahora llegaba la peor parte, una para la cual se había preparado mentalmente durante días. Salió del edificio y tomó un carruaje, el palacio principal quedaba bastante lejos del de retiro, un trayecto de casi una hora.

Bajó seria y solemne, recibida por Shikamaru, el chambelán personal de su hijo, y uno de los pocos en la servidumbre que lo atendían directamente. Este dobló su cintura con respeto y luego la guió, aunque conocía el camino perfectamente. En un cuarto apartado con un puerta bastante pequeña, se detuvo, tomando valor para dar la noticia; pero nunca fué una mujer cobarde, se lo había dicho su difunto esposo. Un olor a humedad, pegamento de madera y cera de velas, la recibió al entrar. Él estaba allí, sentado delante de una mesa de trabajo solo con pantalones y una camisa blanca de lino, bastante ancha. Su cabeza rubia, despeinada, y su columna curvada en una pose bastante incómoda.

Se acercó a su lado, dándose cuenta de que el monarca intentaba colocar una pieza muy pequeña en una de sus maquetas navales, sacando la punta de la lengua en el proceso, debido a la concentración. Cuando notó su presencia, solo le dedicó una mirada de un instante.

—¿Su majestad, puede atenderme un momento?— preguntó.

—Ya estás aquí, madre— raspó su hijo, alcanzando una vela de barco en meniatura y colocándole pegamento en uno de los bordes.

—Bien... Vengo a informarle que he elegido a su futura reina— solo con esas simples palabras, lo vió detenerse y ocultar sus manos en el regazo.

—¿No le hice saber... que no... que no era de mi interés, contraer matrimonio todavía?— preguntó, aún sin levantar la cabeza.

—Naruto, es un deber del rey asegurar la descendencia, no es algo que puedas evitar— recordó y colocó una mano en su hombro —Estarás bien, he elegido a una joven muy hermosa y tranquila. Solo tienes que cumplir con tus obligaciones maritales, y cuando tengas un hijo, si no quieres verla más, es tu decisión.

—Hablas como si fuese simple— raspó.

—Su nombre es Saori Sasuke Uchiha— siguió la princesa, ignorando su comentario —Es única hija de un marqués...

—¿Uchiha?— interrumpió el rey —¿No eran aquellos a los que el abuelo no soportaba?

—Bueno, tu abuelo ya no está entre nosotros— recordó ella —Si puedes alistarte e ir a verla...

—¡No!— exclamó repentinamente, reanudando su trabajo, esta vez con manos temblorosas.

—Naruto...

—No... no tiene porqué ser ahora. Será mi esposa, la conoceré en otra ocasión. Estoy ocupado, ¿no ves?— señaló el velero de madera y su madre suspiró.

—Como desee, su majestad— fué su respuesta antes de retirarse y mirar atrás, observando con una inevitable lástima la espalda ancha de su hijo de veintiún años.

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La habían trasladado a una enorme y lujosa habitación, y acostado en un precioso diván francés, con bordados de primavera. Apenas se movía para pestañear, e Izumi, quien la abanicaba, miró a la sirvienta que las acompañaba.

—Trae un poco de tilo— ordenó.

—Sí, señora— respondió esta, y el sonido de la puerta al cerrarse, fué lo que sacó a Saori de su estupor.

Ella se sentó de repente, asustando a su madrastra y luego poniéndose de pie de un salto.

—Tengo que salir de aquí— balbuceó, mirando a su alrededor.

—¿Qué dices?— inquirió Izumi —¿Quieres que te persigan los guardias de palacio?

—¡No deseo casarme!

—¿A quién le importa lo que una mujer desee? Si huyes, estarás desobedeciendo una orden real— advirtió severa.

—No, no...— murmuró, colocando las manos en su cabeza, ya despeinada —Se supone que volveríamos esta noche, que pasaría de ser percibida ¡¿Por qué demonios ocurrió esto?!

—Mírala, la nombrarán reina y hace todo un berrinche— farfulló Izumi.

—¡¿No comprendes?!

—¿Qué tengo que comprender? Te ha tocado el premio gordo y andas quejándote como si fuera el fin del mundo. Ahora eres rica, te casarás con un joven rey y vivirás rodeada de lujo hasta el aburrimiento.

—¡No me importan esas cosas!— bramó, caminando de un lado a otro en la habitación y su madrastra rodó los ojos —¿Qué voy a hacer?— lloriqueó —Quizás si hablo con la princesa y le explico que no soy como ella cree...

—¿Y volver bajo el ala de tu padre, para casarte con otro desconcido? ¿Porque, qué piensas que pasará?— preguntó Izumi en un tono más sentido, colocando una mano en el hombro de Saori, aunque esta se la apartó —No tienes otro camino, y a mi parecer, es mejor ser reina infeliz, que un ama de casa en la misma condición.

—Ni siquiera sé su...

—Naruto Namikaze I, monarca del Reino Unido— contestó, adivinando sus palabras.

—¿Y si es feo?

—¡Eso que importa!— bramó Izumi y luego se dejó caer en el diván donde Saori había estado sentada —Por Dios, tanto carácter del que presumes, y no eres más que una mocosa consentida.

La chica se crispó, frunció el seño y se volteó a verla con rabia, ofendida, pero la puerta se abrió de repente, y ambas se incorporaron, algo asustadas. Una mujer rubia y elegante estaba frente a ellas, su vestido era lindo, pero poco recargado y ligero a la vista. Hizo una eleganticima y perfecta reverencia antes de dirigirse a Saori.

—Su alteza real, soy Lady Temari de Sabaku. He sido asignada por la princesa Kushina, como su principal dama de compañía.

—¿Dama...?— preguntó sin querer.

—Así es, alteza. Estaré a su disposición las veinticuatro horas del día— Saori miró a Izumi, quien tenía una expresión de "te lo dije", bastante molesta.

—¿Hay más como tú? Mencionaste "damas"— preguntó, algo inquieta.

—La reina tiene asignados veinte sirvientes directos, alteza, entre chambelanes y damas de compañía— respondió Temari —Estaré encantada de responder todas sus preguntas, pero ahora...— se apartó y dejó entrar a varias mujeres un poco mayores —Debemos tomar sus medidas para mandar a hacer su ajuar y vestido de bodas. La ceremonia de compromiso será mañana en la noche, ya me ocupé de enviarle una invitación a su padre, el marqués.

—Y... ¿Cuándo conoceré al rey?— indagó nerviosa, apretando sus dedos en un gesto poco agraciado. Temari sonrió forzado antes de responder.

—Su majestad está muy ocupado por el momento, pero estoy segura de que en cuanto disponga de tiempo, podrá verlo.

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