Hacía un par de horas que Izuku había abandonado la habitación y todavía no había vuelto. A esas alturas, Katsuki dudaba de que lo hiciera, pero no tenía fuerzas para levantarse del suelo e ir a buscarlo. Después de recoger los trozos de cristal y comprobar el estado del marco de fotos, se había sentado a los pies de la cama con el móvil en las manos. Quería llamar a Izuku, pero no conseguía reunir el valor necesario.
Hacía rato que había anochecido y la habitación había quedado totalmente a oscuras. Katsuki encendió la pantalla de su teléfono y la luz iluminó su cara. Después de unos minutos, seleccionó un contacto y pegó el móvil a su oreja mientras dejaba caer la cabeza sobre sus rodillas.
—¡Ey, mocoso! —respondió la voz de Mitsuki al otro lado—. ¿Cómo es que llamas tan tarde? ¿Ha pasado algo? ¿Te has vuelto a meter en un lío?
Katsuki frunció los labios. Su madre lo había adivinado antes de que pudiera contarle nada. ¿Acaso solo la llamaba cuando tenía problemas o es que...? ¿O es que siempre estaba metido en problemas?
Se quedó callado mientras reflexionaba. Ni siquiera sabía por qué había decidido llamar a su madre. Quizás necesitaba a alguien que le dijera lo imbécil que era, alguien que lo regañara por comportarse como un hijo de puta con el chico más dulce y noble que podía existir sobre la Tierra, alguien que le gritara un par de verdades en la cara y le aplicara un merecido castigo.
O quizás solo necesitaba hablar con alguien.
Pero ahora que escuchaba la voz de su madre, no le salían las palabras. Ni siquiera sabía por dónde empezar.
—Katsuki, ¿qué ha pasado? —volvió a preguntar Mitsuki, pero esta vez con un tono más serio y tranquilo. Parecía dispuesta a escucharle antes de empezar con sus gritos.
Katsuki abrió la boca, pero tenía un nudo en la garganta. Le avergonzaba profundamente reconocer lo que había hecho. Nunca antes le había pasado. Desde hacía años se había dedicado a hacer lo que le daba la gana sin pensar en lo que pudieran pensar los demás, incluidos sus padres, sin importar que sus acciones estuvieran dentro de los límites éticos o morales. Pero eso... la forma en la que se había comportado con Izuku... era como reconocer que hubiera apaleado a un inocente cachorro o robado a una anciana desvalida.
—Katsuki —repitió la mujer.
¿Cuál era su jodido problema? ¿Por qué, por más que se esforzara, la ira siempre terminaba cegándolo y haciendo que metiera la pata hasta el fondo? ¿Es que acaso solo servía para hacer daño a los demás?
Si este es el verdadero Katsuki Bakugo, no quiero tener nada que ver con él.
Las palabras de Izuku reverberaban en su mente y lo torturaban sin piedad. La mirada que le había dedicado el joven mientras él gritaba como un lunático se le había clavado en el corazón.
A lo mejor Kenji había visto en él lo mismo que Izuku y por eso decidió engañarle con otro. Quizás él era el culpable después de todo.
—Katsuki Bakugo, te juro que si no me respondes, iré de inmediato a...
—Mamá —pronunció, y la sola palabra hizo que Mitsuki detuviera su verborrea en seco—, ¿crees que solo hago daño a los que me rodean?
Sus palabras sonaron débiles, pero llenas de dolor y desesperanza.
—¿Por qué dices eso?
—No recuerdo haber hecho a nadie feliz desde que tengo memoria —murmuró.
Mitsuki suspiró al otro lado de la línea.
—Cuéntame qué ha pasado —le pidió una vez más—. ¿Es Izuku? ¿Os habéis peleado?
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Compañeros de habitación (Bakudeku)
FanficIzuku llega a la universidad lleno de ilusión y entusiasmo, pero su primer día se verá empañado por el mal humor y las exigencias de su nuevo y conflictivo compañero de habitación, Katsuki Bakugo.