CAPÍTULO DOCE

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Somebody to die for -Hurts

—¿Podemos ir a la nieve?

Jessica arropó a la niña con cuidado, había comprado unas sábanas de princesas y una lamparita rosa para su mesita de noche.

No le gustaba dormir a oscuras así que siempre dejaban una luz encendida para que no se sintiera mal.

Aunque no había más habitaciones, Jessica había evitado dormir con ella, se había estado quedando en el salón, en el incómodo sofá que siempre le dejaba el cuello torcido y dolorido por las mañanas.

—No lo sé, cariño. ¿A qué viene esa pregunta?

—Robbie dice que su madre y él han ido muchas veces a la nieve, a un país muy bonito en el que siempre está nevando. ¿Podemos ir allí ahora? —repitió.

—No, Mavi. No podemos ir a la nieve, hay gente que nos está buscando y es mejor que intentemos pasar desapercibidos. Por eso no puedes volver a llamarnos por nuestros nombres, ¿lo entiendes?

Halit habló desde la puerta, estaba apoyado contra el marco, cruzado de brazos.

—Pero yo quiero ir a la nieve…
—susurró.

—No podemos ir, lo siento pero no podemos.

La niña miró a Jessica, cerró los puños a los costados de su cuerpo y frunció la boca.

—¿Y el beso de buenas noches?

Halit se acercó a la cama, la niña se irguió para que le diera un beso en la frente y después, sonrió solo un poco. Seguía enfadada porque no querían llevarla a la nieve.

—¿Ya está? ¿Ya te puedes dormir? —le preguntó.

—Aún no —Miró a Jessica—, ahora te toca a ti.

Ella se inclinó y la besó en la parte posterior de la cabeza, luego le acarició el cabello.

—¿Ya está? —repitió él, todavía de pie junto a la cama.

—¡Que no, Halit! Tienes que dar un beso de buenas noches a Jessica. Eso es lo que te estoy diciendo.

Se miraron.

Jessica se separó de la cama y Halit la siguió con los ojos hasta que estaba casi al borde de salir de la habitación, luego se encogió de hombros.

Lo que menos le apetecía a esa hora de la noche era ponerse a discutir con ninguna de las dos así que caminó hasta Jessica sin pensárselo dos veces y se reclinó cerca de ella.

—Si me tocas te mato —susurró antes de que pudiera atinarle ese beso.

Pero Halit hizo caso omiso a su petición y sus labios le tocaron la frente de manera fugaz, apenas fue un roce.

Luego salió de la habitación sin mirarla. La niña no la había escuchado amenazándolo pero había visto ese gesto que para ella resultaba tan tierno y así que se dio por satisfecha, cerró los ojos y se echó a dormir.

Jessica cerró la puerta y persiguió a Halit escaleras abajo.

—¿Es que a ti todo esto te da igual? Pareces tan despreocupado, como si hubieras hecho esto mil veces. Dijiste que nos estarían buscando pero ya han pasado dos días y nadie nos ha encontrado aún. ¿No tienes miedo de todo esto? ¿De todo lo que estás dejando atrás?

Halit miró de un lugar a otro entre las cajas de cereales y la ropa que habían comprado. Se sentó en el reposabrazos del sofá y la miró fijamente durante unos segundos que a ella le resultaron eternos.

Azul se escribe con M Donde viven las historias. Descúbrelo ahora