Llegaba la primavera y con ella tantos recuerdos dormidos que una madrugada medespertaron de estar soñando contigo; amarte era un pecado en el mundo y desearte unocapital, era aquello que podíamos anhelar pero nunca tener consigo. Escribiendo a escondidas aquellos pensamientos impuros de los que hablaban sobre amores desmesurados, mis padresreprimiendo el tenerte y yo escribiendo en los pastales bajo un roble soleado, ellos sabían laverdad que mis escandalosos pensamientos trazaban o era la idea de los adultos anticuadoshablaban en la sala cuando la tía Martha llegaba.
El escándalo que ante mis ojos veía la docena de tíos que abarcaba mi familia, elescándalo por recibir una visita supervisada por mi tía Martina, aquella risueña que sonreíacuando él llega y le permitía tomarme la mano para saludar, el único contacto que conocíade su piel y era el único que necesitaba porque la intimidad iba más allá de lo que los adultos pensaban. Era una mirada que hablaba más que mil palabras, la complicidad que podíacompartir ante risas nerviosas y pisadas torpes, secreto al oído cuando nos permitíanacercarnos para alterar a la familia y decirnos lo mucho que rogábamos tener dieciocho añospara casarnos; un te quiero al aire y un suspiro atascado como la espina del pescado no era nada romántico y más doloroso que un falso te amo.
Así vivíamos antes, cuando la familia casaba con el hijo del terrateniente y nos escondíandel campesino trabajador por salvar un apellido; era así que vivían cuatro de mis tías conmatrimonios arreglados, una sonrisa postiza y un copete parao ́ para el pequeño infierno depueblo al que estábamos acostumbrados, la hija de la vecina con el embarazo del espíritusanto – un verdadero amor había sembrado en ella aquel irremediable deseo – y desde cuandoun adolescente, ¿no podía amar? Creo que era el amor más sincero y todavía más valientepor ir a ello que su corazón y razón querían. Era por eso mismo que mis padres habían recortado las visitas del ojiverde pelinegro delpueblo, aunque eso fue lo que invente porque era el chico de la ciudad, no quería que lopretendieran por estatus y por el contrario conseguir que vieran lo que sus ojos me hablabancada vez que me miraba. Sus hebras negras que adornaban el espeso cabello que al vientobailaba, sus labios rosados y con sombras azules que también me gustaba ver curvar en laspocas risas que gastaba y que éramos solo él y yo cuando me visitaba a pesar de que mi tía estuviera al lado sentada.
El sol brillaba mientras trazaba las letras en mi vieja libreta bajo la sombra del roblesoleado. Escuche el crujir de las hojas caídas y no tuve que alzar mi rostro porque sabía quiénpodría ser pero lo hice a la casualidad que me daba de no escuchar las otras más livianas; meencontré con el orbe verde sus ojos y una sonrisa enigmática que hizo saltar mi corazón, mirede lado a lado buscando a mí tía Marina pero no estaba.
—Nos dejó un momento. — Me informó mientras se arrodillaba de ambas piernas frentea mí y veía como sus manos temblaban –. Tengo que decirte algo.
—No me hagas sufrir en la espera.
—Me tengo que ir. –soltó a mi primera y sentí mi corazón romperse así como mis lágrimas se acumularon en mis ojos, pero su mano fue una caricia a mi rostro antes de quecayera pronto —. No llores, amada mía. Es por ello que estoy aquí solo, pues tu tía Martina,me ha ayudado para escapar juntos.
—No podemos hacer tal cosa, Edrick.—Podemos ir al pueblo vecino, a casarnos para no irme y dejarte al asecho de los buitresy panzones que sabemos. — me habló e hizo una mueca a lo último que me saco una sonrisa.
Mi sonrisa se borró cuando entendí lo que me estaba pidiendo deje mi libreta de lado paracortar la inspiración y empecé a ensalivar de los nervios, me quería levantar y salir corriendopor el sembrado, escalar el roble y quedarme escondida. Pero no me permitió más que solopensarlo, tomo mis manos y sonrió como nunca antes me lo había mostrado.
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RELATOS DE UN AMOR DORMIDO - TERMINADA
Historia CortaLas letras hablaban lo que un día no vivimos.