xxviii. power of House Pendragon

30 1 2
                                    

xxviii. poder de la Casa Pendragon

—Mary —le susurró Harry al otro día al llegar al Invernadero 3—, me tienes que ayudar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Mary —le susurró Harry al otro día al llegar al Invernadero 3—, me tienes que ayudar.

—¿Y qué he estado haciendo, Harry? —le contestó también en un susurro, mirándolo con preocupación.

Margaery y Harry se habían pasado la mayoría del fin de semana buscando formas para pasar la primera prueba. Al parecer eran dragones, lo que había hecho sentir a Margaery un poco más tranquila pero luego recordó que Harry no sabía montarlos o tampoco podía hablar en su idioma como para tranquilizarlos.

—Margaery, tengo que aprender a hacer bien el encantamiento convocador antes de mañana por la tarde.

Practicaron. En vez de ir a comer, Margaery, Harry, Alyssane y Arya buscaron un aula libre en la que Harry puso todo su empeño en atraer objetos. Seguía costándole trabajo: a mitad del recorrido, los libros y las plumas perdían fuerza y terminaban cayendo al suelo como piedras.

—Concéntrate, Harry, concéntrate...

—¿Y qué crees que estoy haciendo, Alyssane? —contestó él de malas pulgas—. Pero, por alguna razón, se me aparece de repente en la cabeza un dragón enorme y repugnante... Vale, no me mires asi, vuelvo a intentarlo.

Él quería faltar a la clase de Adivinación para seguir practicando, pero Alyssane rehusó de plano perderse Runas Antiguas, de forma que tuvo que soportar la clase de la profesora Trelawney, que se pasó la mitad de la hora diciendo que la posición que en aquel momento tenía Marte con respecto a Saturno anunciaba que la gente nacida en julio se hallaba en serio peligro de sufrir una muerte repentina y violenta.

—Bueno, eso está bien —dijo Harry en voz alta, sin dejarse intimidar—. Prefiero que no se alargue: no quiero sufrir.

—Oye, que yo no quiero morir —respondió Margaery—. Aun...

Alyssane los obligó a cenar algo después de Adivinación y, poniéndose la capa invisible para que no los vieran los profesores, volvieron al aula vacía. Siguieron practicando hasta pasadas las doce. Se habrían quedado más, pero apareció Peeves, quien pareció creer que quería que les tiraran cosas, y comenzó a arrojar sillas de un lado a otro del aula. Harry, Margaery, Arya y Alyssane salieron a toda prisa antes de que el ruido atrajera a Filch, y regresaron a la sala común de Gryffindor, que afortunadamente estaba ya vacía.

A las dos en punto de la madrugada, Harry se hallaba junto a la chimenea rodeado de montones de cosas: libros, plumas, varias sillas volcadas, un juego viejo de gobstones, y Trevor, el sapo de Neville. Sólo en la última hora le había cogido el truco al encantamiento convocador.

—Eso está mejor, Harry, eso está mucho mejor —aprobó Arya, exhausta pero muy satisfecha.

—Bueno, ahora ya sabes qué tienen que hacer la próxima vez que no sea capaz de aprender un encantamiento —dijo Harry, tirándole a Margaery un diccionario de runas para repetir el encantamiento—: amenazarme con un dragón. Bien... —Volvió a levantar la varita—. ¡Accio diccionario!

TEARS, wizarding worldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora