Capítulo 22

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A partir de ahí, todo sucedió a cámara lenta. Hyunjin bajó su arma rápidamente y miró a Felix y cómo los policías se abalanzaban sobre él. Intentó correr hacia él, pero también lo sujetaron. Lloraba mientras veía cómo lo esposaban, y gritaba diciendo que no. ¿Que no a qué? No lo sabía, pero lo gritaba. Felix estaba simplemente resignado a su destino. Pasaría el resto de su vida en la cárcel y estaba seguro de ello, podría decirse que estaba conforme y lo tenía asumido. Al fin y al cabo, supongo que ahí iba una de las razones más válidas que tenía para alejarse por fin de la vida de Hyunjin y dejar de arruinarla, porque por su culpa él ahora estaba ahí. Si tan sólo jamás lo hubiera conocido, nada de aquello habría sucedido, seguiría con sus amigos, no habría perdido peso, no estaría llorando por él, ni gritando, no estaría asustado ni volvería a ver cómo se alejaba de nuevo.
Gritaba su nombre desconsoladamente, estaba asustado, tenía miedo de lo que fuera a suceder a partir de ahora. Felix había entregado su libertad a cambio de que su pequeño, puro e inocente ángel conservara sus bonitas alas blancas, y no se arrepentía de ello en absoluto, porque estaba seguro de que había sido la mejor decisión que había tomado jamás.

Los esposaron a todos y los sacaron de aquella casa, mentiéndolos en un coche de policía, a todos por separado, pese a que Hyunjin suplicaba para que lo dejaran ir en el mismo coche que el peliazul, con lágrimas en sus mejillas y entre sollozos, los policías se negaron y lo entraron a la fuerza dentro del coche, claro que no les resultó muy difícil debido a su estado.

Felix miraba por la ventana del coche mientras éste se dirigía a la estación de policía, se encargarían de ellos ahí dentro, posiblemente los interrogarían, y él podría mentir, pero no serviría de nada, porque tenían las pruebas suficientes. De todos modos, ¿para qué mentir? Él merecía eso por todas las vidas que había quitado, al fin y al cabo. Claro que Austin también, y no soportaba la idea de que él quedara fuera de todo aquello, pero debería encargarse de que no se acercara a Hyunjin.

Al llegar, tal y como pensaban, fueron interrogados uno a uno, y Felix fue el primero, le preguntaron qué sucedió, y él explicó que habían secuestrado a Hyunjin y él sólo quería ayudarlo, que no contaba con que habría muertos. Le preguntaron también, quién era Hyunjin para él, y éste simplemente mantuvo silencio. ¿Quién era Hyunjin, para él? Vistos a que no era una pregunta importante lo dejaron pasar, y siguieron preguntando cosas acerca de Austin, hasta que llegaron a la pregunta final: "¿Fuiste tú quien disparó a Adam King?" Y lo afirmó. No interrogaron a los demás, porque ya tenían a la persona culpable, aunque él hubiera afirmado haber matado a Adam King, se lo preguntaron de nuevo, incapaces de creer la facilidad con la que había confesado, y respondió: "La pistola es única, las balas también, y las huellas son mías." Nada más que decir, Felix les ahorraría el mal rato a Hyunjin, a Brad y a Austin.
Dejaron a Hyunjin, a Brad y a Austin en libertad condicional y les quitaron las armas, claro que antes declararon que éstas no eran suyas, y no, no lo eran. Ambas armas eran robadas. Hyunjin pidió para ver a Felix, suplicó, gritó, lloró, pero nada sirvió. Austin ya no estaba ahí cuando aquello sucedió, ni tampoco Brad. Ellos tenían transporte y eran mayores de edad, en cambio él no, y seguramente la policía habría llamado a sus padres. Pero no le importaba, porque ahora lo único importante para él estaba entre rejas.

Felix había sido llevado en coche directamente a prisión, al cruzar por los pasillos donde se encontraban las celdas los hombres silbaban y vitoreaban, le soltaban alguno que otro piropo, palabras sucias y demás, pero él ignoró todos y cada uno de aquellos gestos.

—Compartirás celda con alguien conocido. —le dijo el policía abriendo una puerta metálica. —Menuda familia. —dijo, empujándolo dentro y cerrando de nuevo.

El peliazul soltó un suspiro y anduvo más adentro, divisando una figura tumbada sobre una cama, y él fue hacia la otra y se sentó. El hombre con la cicatriz en la cara giró la cabeza y lo vio, a su nuevo compañero de celda. Él no sabía quién era, todavía, pero era alguien bastante joven, y puestos a que cumplió sus dieciocho el mes pasado, era oficialmente mayor de edad, estaba ahí y no en una cárcel de menores. 

Lee Yong Bok | Lixjin/HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora