El canto de las aguas negras

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La sirena, nadando entre las sombras del moribundo arrecife de coral, se deslizaba con gracia y encanto. Al llegar a su guarida subacuática, repleta de tesoros inusuales, contempló su vasta colección de vestimenta. ¡Oh, cuántas bolsas de Walmart, 7-Eleven y McDonald's decoraban su refugio! Pero hoy era una ocasión especial; la sirena decidió vestir la sucia, pero fascinante bolsa de 7-Eleven. Colocó bombillas enredadas en su cabello verdoso, que alguna vez fue rubio, adornó aquellas aletas que tenía por orejas con tenedores desechables, como había visto a los humanos usar, y además una fina joyería hecha de anillos para latas decoraba su llamativa cola de pez.

Siguiendo una corriente marina repleta de bolsas de papas Lays, latas de Coca Cola y colillas de cigarro, llegó al inicio de un sucio remolino, una tubería de la cual brotaban aguas de color negro. Desde ahí subió a la superficie: al cumplir los 16 años, se les concedía el permiso para subir a la superficie. Al asomarse, su cabello, su cuerpo y sus bellas joyas quedaron teñidos de negro. Observó con tristeza como un barco brillante que se hundía, expulsando un repugnante líquido negro que contaminaba el océano a su alrededor.

La curiosidad la envolvía, deseaba acercarse para observar a los humanos que gritaban por sus vidas, impotentes ante la tragedia. Sin embargo, el líquido repulsivo le impedía acercarse al barco o ver bajo el agua. Solo pudo esperar, y poco después, cuerpos flotantes aparecieron. Uno de ellos, un cadáver hermoso que flotaba a la deriva, calmó su curiosidad sobre esos seres terrestres de dos piernas: el Príncipe Erick, llevado por la corriente, llegó a los dominios de la sirena.

La sirena, con su peculiar estilo y encanto, observó la escena sin juzgar. Aunque el mar se teñía de oscuro, su curiosidad persistía, y la colección de bolsas seguía creciendo en su guarida submarina.

Pesadillas de melón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora