Nimet

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Nimet

Esta mañana había sido perfecta, las manos de Milo recorrieron mi cintura mientras besaba mis hombros, sus manos recorrieron mi cuerpo desde mi vientre hasta mi intimidad. Tenía su respiración en el cuello y todos mis deseos en sus manos.

Me ataco sin piedad, llenándome con sus dedos mientras mis respiraciones eran ahogadas, me aferre a su brazo deseando entrara en mí, desesperada, deseándolo más que a nada. A Milo le gustaba jugar, le gustaba hacerme saber que mi cuerpo y mi corazón eran completamente suyos... le gustaba mirarme y yo moría con la manera en la que me repasaba de pies a cabeza.

Cuando estuvo dentro de mi mis manos se aferraron a su cuerpo, su piel era mi vicio, y su olor mi paraíso, todo en él era para mí, y no podía esperar nada más de la vida que vivir este momento de mil maneras.

Siempre desee ser con quien el lograra desahogar cada prevención que nacía en su cabeza, y que el cumpliera cada uno de mis caprichos en la cama, que habitara entre mis piernas y me permitiera llenarle de pasión la cara.

Sacaba lo mejor de mí y también lo más perverso. Aunque mucho tiempo lo dude, ahora estaba segura de ello, Milo y yo estábamos hechos a la medida, a la medida de cada toque y de cada orgasmo...

-Hoy estas particularmente caprichosa- me susurraba mientras me embestía por la espalda- Dime porque estas así... ¿Qué deseas de mi...?- pellizcaba mis pechos mientras su voz profunda iba de mis oídos hasta mi centro

-Quiero que me hagas venir...-dije apenas

-Ese es el plan vida... ese es el plan...-

-En tu rostro... con tus manos... en ti...-

-Dios...me estas matando Nimet...- tiro de mi cuello apresurando los movimientos

Me ahogaba, y el placer se hacía eterno, una y otra vez hasta que perdía el control de mi cuerpo y sentia la manera en la que nos llenábamos...

Esa fue mi mañana, hacer el amor con el hombre que amaba.

Después mientras me cepillaba el cabello escuche los pasos de mi niña, la senté a mi lado mientras la peinaba pensando que en un par de meses tendría que dejarla ir al preescolar, no estaba lista para pasar mis mañanas sin ella.

-Papi, ¿Qué pasara si los niños no me quieren?-

-Imposible Melek... tú eres la niña más adorable del mundo, es imposible que no les agrades-

-¿Lo crees?-

-Lo juro- nos miró por el espejo mientras ambas nos sonreíamos felices.

Melek solía decir que tenía los ojos de sus padres, y en eso tenía razón, ese azul era completamente de Ferhat, pero la manera en la que brillaban era totalmente de Lombardi, y estaba tan agradecida de ello.

Este dia nos quedamos en casa, Milo prometió que iría solo un momento a la oficina y después haríamos las visitas a los preescolares. Era un hombre exigente, y quería lo mejor para Melek, eso siempre me hacía feliz. Verlo ser tan quisquilloso con ella. Pero a la vez tan firme. Era un buen padre, era el mejor padre que nuestra niña pudo tener.

-¡Mami! Papi ha vuelto- los miraba por la ventana cuidándola mientras jugaba en el patio

-Mami...- Milo se inclinó besándome engreído-¿Estas lista?-

-Sí, solo iré por mi bolso- me lévate acomodando mi cabello y a mitad de la escalera escuche su teléfono sonar.

La manera en la que se quejaba mientras tomaba la llamada me hacía saber que el trabajo lo volvía a tomar desapercibido. Baje lentamente sabiendo que seguramente estaría más molesto que yo por esa llamada, porque si algo le molestaba era que su equipo no solucionara nada cuando él no estaba.

Pecador (En Pausa Indefinida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora