─ ❨ 𝐹𝑎𝑛𝑔𝑥𝐸𝑑𝑔𝑎𝑟 ❩
♡˖꒰⑅꒱ Este Fic nos lleva a Star Park, donde las rivalidades y los desafíos entre brawlers no solo se libran en el campo de batalla, sino también en las interacciones cotidianas. Edgar, un chico solitario y malhumorado...
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Otro día más pasaba para el chico de vestimentas oscuras y bufanda a rayas, quien, recostado en el mostrador, transmitía una imagen bastante deprimente.
Su compañera de trabajo, Colette, ya estaba acostumbrada a esos aires de negatividad de Edgar, así que no le prestó mucha atención.
La tienda de regalos de Star Park no solía tener muchas visitas, excepto durante los días de las competencias de la Liga Estelar, cuando la gente se apresuraba a comprar mercancía de sus brawlers favoritos.
Edgar observó la sección dedicada a su mercancía, la más grande de todas, aunque no porque fuera el favorito de los fans. En realidad, no era muy querido, ya que muchos criticaban sus tácticas. Decían que atacar por la espalda o de sorpresa era algo muy bajo.
A él no le importaba. Al final, ganar era ganar, y no existía ninguna regla que dijera específicamente que eso estaba prohibido.
Un largo suspiro de frustración escapó de sus labios y, nuevamente, apoyó su rostro contra el mueble donde había estado recostado.
Mientras tanto, Colette seguía tomando anotaciones sobre sus brawlers favoritos en su libreta, que contenía casi toda la información sobre los participantes de la Liga Estelar.
A lo largo del proceso, intentaba ignorar los molestos suspiros de Edgar, pero él no lo ponía fácil.
- Iré a dar una vuelta y regreso - dijo Colette, ya algo estresada por los ruidos constantes que venían del pelinegro.
Sin esperar respuesta, la albina se levantó rápidamente, dejando al muy molesto Edgar solo.
- ¡Colette! - su grito resonó en vano. No podía creer que su compañera lo dejara solo en el trabajo. No es que hubiera mucho que hacer, pero era bien sabido que Edgar solía ser algo grosero con los clientes.
Por eso, siempre dejaba que Colette atendiera a la gente. No lo hacía a propósito, pero había desarrollado esa costumbre de ser un tanto brusco con los demás, ya que estaba tan acostumbrado a la soledad que la gente lo abrumaba.
Aún no entendía cómo había logrado hacer una amistad con aquella albina obsesiva, pero agradecía que, al menos, lo entendiera un poco.
Nunca tuvo que preocuparse por eso; siempre estaba Colette para ayudarlo con los clientes, hasta el día de hoy.
Se acomodó mejor en su puesto. No debería preocuparse tanto; ni siquiera había clientes, y era muy probable que nadie viniera.
Sería fácil esperar a que su compañera regresara o simplemente esperar a la hora de salida.
Cerró los ojos por un momento, intentando relajarse. Estaba algo cansado y aburrido, suficientes motivos para quedarse casi dormido en el mostrador.
Estaba a punto de caer en un ligero sueño cuando las campanas de la puerta de la tienda anunciaron que alguien había entrado.