Las vacaciones navideñas pasaron sin pena ni gloria, y de igual modo lo hicieron los exámenes de recuperación. Mientras algunos aprovecharon esa oportunidad y aprobaron, otros como yo lo único que hicieron fue malgastar papel y tinta de boli. El resto del mes lo pasé dando paseos al amanecer por las zonas aún sin construir de mi ciudad; digamos que quería reencontrarme.
A la vuelta de esas largas vacaciones nos esperarían nuevas y emocionantes asignaturas, entre ellas la segunda parte de estadística, economía y, cómo no, botánica. Al menos tenía la confianza de que podría afrontar este segundo cuatrimestre con la ayuda de mis dos nuevas amigas. Nuestra relación se había estrechado ya bastante, y prueba de ello eran las expresiones malsonantes que yo utilizaba ahora sin tapujos.
―Bueno, Pablo, ¿y tú qué has hecho en las vacaciones? ―me preguntó Sofía el primer día tras nuestro regreso.
―Pues, dicho mal y pronto, tocarme los huevos a dos manos.
―Jajaja.
En efecto, y así me iba. Aunque en realidad veía esta segunda etapa con bastante más optimismo. Llevaba Matemáticas I aprobada, lo que significaba que Matemáticas II sería más de lo mismo, seguramente. También teníamos nuevos profesores de física, que le daban mil vueltas a la anterior, aparte el de economía era majo... ¿Sigfredo se llamaba? Sí, creo que sí. Y por supuesto no puedo olvidarme de la asignatura de climatología, la cual para mí significaba dos horas a la semana de poder recostarme tranquilamente contra la pared y disfrutar de un rato de desconexión mental casi absoluta.
Como digo, la confianza entre nosotros tres iba en aumento, y eso se refleja perfectamente en una de las anécdotas más divertidas de mi tiempo en la uni. Bueno, para unas más que otros. Estábamos terminando el descanso de las once, y fue algo así...
―A ver, Pablo, ¿de qué color es esta taza?
―Blanca, ¿no?
―Vaaale. ¿Y cómo se llama ella?
―Blanca también. ―risitas.
―¿De qué color es esta mesa?
―Blanca.
―¿Y la pared?
―Pues también blanca. No es un blanco tan puro como el de la mesa, pero es blanco. ―más risitas.
(¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué tanta insistencia con el blanco?)
Salimos de la cafetería y subimos las escaleras. No habían dejado de preguntarme todo el rato lo mismo, y estaba empezando a enfadarme. Ya estábamos en el pasillo de la planta baja cuando...
―Jajaja, ¿y esto?
―¡Blanco!
―¿Qué bebe la vaca?
―Leche
―...
―... Espera...
―¡JAJAJAJA!
Fue tal el nivel de vergüenza e impotencia que sentí en ese momento que me puse a chillar como un loco.
―¡¿Qué coño me habéis hecho?! ¡Me habéis violado la mente!
Y ahí iban las dos por el pasillo, riéndose, mientras que yo me quedé atrás maldiciendo mi corto intelecto. Acepto la derrota. Uno a cero para el equipo de las chicas.
Otra prueba más de ese aumento de confianza era que, nada más "recetarnos por vía rectal" el trabajo de estadística, me vinieron las dos y me ofrecieron formar equipo con ellas.
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Quercus, Peones y una Taza de Té Blanco
RomanceEsta es una carta de amor que escribí con formato de novela ligera a la primera chica que me gustó realmente, cuando estudiábamos en la universidad. Es una historia basada en hechos reales y narrada desde mi propio punto de vista. Algunos nombres de...