- Pataditas -

696 89 22
                                    


Simón estaba sentado en su cama, mirando el espejo que estaba frente a él, observándose y tocándose el abdomen mientras lágrimas corrían por su rostro sin parar. Sabía que llevar una vida con él sería algo difícil y que tendría que pasar por varios cambios físicos, pero no tenía idea de que esto funcionaría así. Todo cambió tan rápido que ya no le quedaban bien ni los trajes.

Cuando él llegó a este mundo, los trajes que Invernal le había dado le quedaban perfectos. Ahora no le quedaba de otra más que resignarse, ya que no podía cerrar los botones alrededor del abdomen. Definitivamente, no hay nada más que decir en este caso: está gordo, obeso, horrible y nunca más podrá volver a su estado físico anterior.

Pequeños sollozos se escapaban de sus labios, como si no pudiera controlarlos. No quería que Marceline lo escuchara, porque entonces se distraería de sus clases con su profesor privado. No pensaba, bajo ninguna circunstancia en este planeta, interrumpir la educación de su hija. Una cosa sin arreglo no tiene forma de ser reparada, y ahora Invernal no lo amará nunca más porque está feo.

¿Mi manchita? - Invernal preguntó desde el otro lado de la puerta cerrada, alarmado al escuchar un sollozo por parte de su pareja embarazada, pensando que algo había sucedido que los pondría en peligro a él y al bebé.

No pasa nada, no hay nada que puedas hacer. Vamos, déjame en paz - Esas palabras preocuparon sobremanera al rey. En casi toda su relación, habían sucedido muy pocas cosas que hacían que Simón le hablara de esa manera, pero siempre eran cosas malas. Así que no pensaba dejar a su pareja en esto. Estaban juntos hasta el final de sus días, y no le interesaba si había otro jodido apocalipsis en medio de todo.

Voy a entrar - Eso no fue ninguna pregunta. Invernal entraría en esa habitación, no importa lo que pasara.

¡Nooo! - Simón envolvió sus brazos alrededor de su estómago, tratando de cubrir la zona en la que cargaba una vida.

¿Qué es lo que está pasando aquí? - Simón tenía una mirada sombría al ver a Simón acurrucado sobre sí mismo, tratando de cubrir su estómago. - ¿Alguien te hizo algo? - Preguntó con voz seria el rey, ya estaba dispuesto a acabar con alguien.

No - Simón levantó la cara para ver a su pareja. Demonios, se veía realmente agotado. ¿Qué le había pasado a su manchita de café?

Vamos, me dirás qué está pasando. Tú eres el que quería comunicación ante todo - Simón cerró los labios.

¿Usas mi hechizo contra mí? - Preguntó el castaño indignado.

Totalmente, ¿asustado? - Invernal levantó una ceja divertida.

Es solo... - Simón soltó una pequeña risita por ese momento que acababan de tener. - Es solo que realmente me siento mal porque ya no me queda mi ropa. No quiero ir al baile... - Simón suspiró con los ojos llenos de lágrimas.

Pero eres la cosa más bella que ha tocado la faz del multiverso existente - Simón se sorprendió y se sonrojó después de esas palabras porque sus labios estaban chocando con los del rey. El castaño cerró los ojos disfrutando de ese beso. Cuando se separaron, Simón tenía una sonrisa.

Pero esto, gordo... - Simón miró al piso con una mueca.

No está gordo. El doctor dijo que estaba perfectamente natural, el bebé está sano y todo gracias a la maravillosa persona que es mi pareja - Simón se rió cuando su cuello fue atacado con besos, e Invernal rodeó su cadera con abrazos.

¿De verdad crees eso? - Sonó tan débil, pero de igual manera, Invernal lo escuchó y sonrió débilmente mientras besaba la mejilla de su pareja.

Pero, por supuesto que sí. Aquí dentro llevas a uno de nuestros bebés. ¿No puedo estar más agradecido? - Simón sonrió mientras se reía. - Además, lo de la ropa se soluciona en nada. Solo tenemos que hacer esto - Simón gimoteó un poco cuando las manos de Invernal recorrieron su cuerpo desde sus hombros, pasando por su pecho, su cadera y sus piernas. Usando magia, su vestimenta cambió, rodeando su nueva forma y demostrando su embarazo al mundo.

¿Te avergüenzas de nuestro bebé? - Invernal preguntó, preocupado por la respuesta que le pudiera dar Simón. El castaño se atragantó con sus propias palabras. Jamás en toda su vida sería capaz de odiar a ninguno de sus bebés, ni aunque el maldito padre biológico de Marceline regresara para secuestrarlo. Jamás en su vida dejaría a ninguno de sus bebés abandonados. Siempre estará a su lado para ayudarlos a reconocer los caminos difíciles de esta vida.

Jamás - Simón susurró mientras tomaba las manos de Invernal con amor. ¿Quién le habría dicho que conseguiría un tesoro tan precioso? ¿Que era alguien tan afortunado? Seguramente habría dicho que eso era mentira y se habría tirado de algún acantilado.

Invernal llevó sus manos al abdomen redondo de Simón con una sonrisa. Estaban teniendo un hermoso momento de paz, ambos con las manos en el estómago de Simón, cuando recibieron un golpe... el bebé pateó.

¡El bebé pateó! - Gritaron los dos al mismo tiempo mientras se lanzaban el uno a los brazos del otro con una sonrisa. ¡Qué importaba el peso! ¡Su bebé acaba de dar su primera patada, y ambos acababan de sentirlo!

❄️El rey quiere un principe ❄️[TERMINADA][corregido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora