Capítulo 2

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Capítulo segundo

Aiden ya se había ido a su apartamento, yo estaba intentando descansar pero mi cabeza no paraba de atormentarme.

Miré hacia el otro lado de la cama, vacío como siempre, no había nadie, ni una sola sombra que me acompañara.

La soledad es una mierda, lo admito, de vez en cuando me gustaría mirar a la otra almohada y ver a alguien a mi lado, acompañándome, quizá hablándome. Sin embargo mi única compañía en estos momentos es el sonido chirriante de los barrotes de la cama de Aiden, como siempre, él si tiene compañía.

Se estarán besando, probablemente desnudos, el uno encima del otro, uniendo sus cuerpos en uno solo, a veces a mi también me gustaría tener a alguien para hacer eso, para hacer cualquier cosa juntos que implique un mínimo contacto ya sea verbal o físico.

Acostarse con alguien no solo implica tener sexo y ya, implica tener que abrirte a esa persona y mostrarle la desnudez de tu cuerpo e incluso la de tu alma, confiar en esa persona y mostrarle tus cicatrices y tus miedos.

Da miedo aveces acostarse con alguien, pensar que puede juzgar tu cuerpo, tus cicatrices, tus marcas... Todas esas cosas que a la mayoría de personas y en especial a las mujeres nos da vergüenza y incluso asco tener.

Pero las cicatrices son marcas de que hemos superado cosas que no cualquiera supera, porque muchos pasan por lo que hemos pasado algunas y no logran superarlo. No digo olvidarlo, porque las cosas nunca se olvidan, si no de aprender a convivir con ello. Aprender a no temer a las cosas del pasado. Porque vivir con miedo no es vivir.

Mis pensamientos reflexivos fueron interrumpidos cuando mi teléfono sonó. Me extrañé porque casi nunca recibía mensajes, a no ser que fueran de mi familia, y ya había hablado con ellos hoy.

Le di al botón y abrí el mensaje de WhatsApp, era un número español pero que yo no reconocía.

Comencé a leer el mensaje y respondí a él;

—Hola, rusa

Rusa, hacia años que no escuchaba ese apodo, así me llamaban en el instituto algunos de mis amigos e incluso era mi mote, ya que mis rasgos físicos y sobretodo por el color rubio casi blanquecino de mi cabello, parecía rusa.

—Hola, quizá te has equivocado de número, ya que no me suena tu teléfono. ¿Puedes decirme quién eres?

La respuesta tardó un poco. Mi cabeza daba vueltas y vueltas buscando quien podría ser la persona que me estaba escribiendo, alguien pasaba por mi mente, pero lo descarté. Nuestra relación era puramente escolar y ficticia. Era imposible que fuera Aiden.

—¿Ya ni me recuerdas cuando nos vimos ayer? Que mal de tu parte. Te escribía porque necesito más historias tuyas para escribir.

Oh demonios, era él. No tengo idea del porqué, pero cuando entendí que era él mi corazón comenzó a latir a velocidad inhumana, me costaba tragar saliva y mi pierna volvía a temblar, hacía años que no tenía aquellos temblores.

Cuando era adolescente a causa de la ansiedad y de las drogas tenía temblores en manos y piernas bastante fuertes.

—¿Cuántas paginas has escrito?

Con amor; Ana | DISPONIBLE EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora