Mi nombre es Allan Mc' Clare, tengo veintidós años y soy psicólogo profesional; podría decirse que soy alguna clase de niño prodigio, y eso me ha ayudado mucho a graduarme temprano de la universidad. Estaba en mi consultorio, haciendo algunas notas del paciente anterior. Miré mi reloj de mesa, eran las doce con quince, mi próxima paciente estaba por llegar. Mis ojos recorrieron el lugar donde me encontraba hasta detenerse en el calendario de la pared del fondo; hoy estábamos a veintiún de agosto. Esta información me tomó por sorpresa, no me imaginaba que estuviera tan cerca la fecha que tanto detestaba. Alguien tocó la puerta y el sonido me sacó de mis cavilaciones.
—Adelante— concedí
Lauren, la paciente que estaba esperando, entró al consultorio con movimientos nerviosos y algo de preocupación en el rostro. De cerca la seguía el padre y la madre.
—Hola, Lauren— la saludé, y ella se limitó a mirarme con una leve sonrisa para luego volver a bajar la mirada
—Lo lamentamos mucho, doctor— me dijo la madre.— Hoy no los podremos acompañarEso no me sorprendía, las últimas seis sesiones los padres no habían estado con Lauren.
—¿ Y esto a qué se debe ?— pregunté
—Bueno, esto, yo...
—Olvídelo, no hay ningún problema. Y aprovecho para disculparme por mi comportamiento, no creo que sea mi asunto lo que usted tenga que hacer
—Descuide, doctor. Muchas gracias por entender
—Vayan con cuidado— dije mientras salían de la habitación
Mi vista se volvió hacia Lauren, que se encontraba jugueteando con un mechón de su pelo. La observé con más detenimiento; llevaba unos jeans que le quedaban algo ajustados; su pelo, suelto, se regaba a los lados de su cuello para reposar en sus hombros. Pero lo que más me llamó la atención fue lo que llevaba en el torso de su cuerpo; lo primero que se distinguía era una chaqueta de color azul que le llagaba hasta las muñecas y tenía letras en negro que decían <<I love Myself>> —me amo a mi misma—. Debajo del suéter, pude vislumbrar una blusa de color rojo. Su mirada seguía clavada en el piso, sentí que por alguna razón no quería verme a la cara.
—Hola, Lauren— la volví a saludar. Ella levantó la cabeza rápidamente.— ¿ Cómo estás ?
—Hola, doctor Mc' Clare— no acostumbraba llamarme por mi nombre.— Me encuentro bien
La miré a los ojos unos minutos, y en ellos pude notar la mentira que estaba escondiendo, antes de que volviera a bajar la mirada.
—¿ Estás segura ?— asintió, aún sin verme.— Ya no están tus padres, no tienes por qué mentir
—No lo hago— la voz se le quebró.— Es solo que...— se detuvo
—Puedes confiar en mí— le aseguré
—No entiendo por qué lo hacen— sabía a quiénes se refería
—¿ Qué cosa ?
—Abandonarme— se enjugó las lágrimas.— Ya no están conmigo en las citas, paso casi todo el día sola en casa y ni siquiera preguntan cómo estoy. Es muy... Frustrante, por no decir horrible
—Lauren, no te preocupes— mi voz era suave y muy baja.— Estoy seguro de que hay alguna explicación para esto
—Por supuesto que la hay. Es que ya no me quieren— dijo con firmeza
—Lauren, no hay que llegar a los extremos. Tus padres te aman. Eso lo sé
—Entonces, ¿ por qué no se han dado cuenta de... ?— en un segundo se arrepintió de lo que comenzó a decir