Miel se marchó de Beacon Hills hace mucho tiempo. Ahora volvió, con un niño y para sorpresa de Derek Hale, es su hijo.
El corazón de Miel ahora se verá disputado por su primer amor, Derek Hale y su nuevo amor, Scott Mccall.
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Habían transcurrido algunos días desde que intenté acercarme a Derek y que conocí a Scott.
Derek no había vuelto a dar señales de vida desde entonces. Scott dijo que solo se fue del loft y que nadie sabe donde está él.
Aunque estaba preocupada, me concentre más en mi hijo. Benjamín y Scott ahora pasaban casi todas sus tardes juntos. El moreno se había vuelto un gran amigo de él, y además, le enseñaba muchísimas cosas.
Conocí a sus amigos, a su manada. Liam, su beta, que me dio ternura el hecho de que se llevase tan bien y tan rápido con mi hijo. Isaac, un lobo beta también que le enseñó a mi hijo a perseguir mi aroma. Y Lydia, una pelirroja de labios rosados y ojos verdes que se había convertido en una buena compañía cuando ellos estaban con mi hijo.
Debo confesar, que me fue imposible no mirar a Scott de otra manera. Pero no quería concentrarme en ello, aunque me cueste demasiado.
—Oye, ¿Miel?
Era el comienzo de la tarde y Benjamín juagaba con Liam en el jardín delantero.
Ambos habíamos entrado para hacer Malteadas.
—¿Sí? —respondí, sin apartar la mirada de la licuadora.
Scott estaba a un lado, moviendo sus dedos nerviosos por la superficie de la encimera.
—Tengo algo que decirte.
Su tono hizo que lo mirase, dejando de mover mis manos.
Había notado que sus ojos cafés me gustaban mucho, en especial, por toda la confianza que se reflejaban en ellos.
—¿Qué pasa?
—Peter se ha enterado de que has vuelto y. . . Sabe de Benjamín.
Esboce una sonrisa tranquila.
—Oh, ¿eso era lo que te tenía tan preocupado? —cuestioné extendiendo una mano pasa apoyarla en su hombro. Ante mi tacto, su cuerpo se relajó— Está bien, Scott. Peter es su familia. Además, él ya lo sabía.
Frunció el ceño. E instintivamente, cuando iba a alejar mi mano de su cuerpo, coloco la suya sobre la mía.
—¿Segura que conoces a Peter?
—Sí —formé una línea con mis labios y volví a asentir— Peter era mi mejor amigo, Scott. Era el único que supo de mi embarazo.
—¿Peter?
—Sí.
Peter siempre había sido ese adolescente bromista, que podía hablar conmigo por horas.
Derek y yo estábamos en su casa, su madre había salido, sus hermanos también, así que solo estábamos Peter y otro de los hermanos de Peter, Anthony.
Los dedos de Derek pasaban por mi muslo.
Aún estaba intranquila, por el hecho de que la prueba de embarazo me la había hecho ese mismo día.
