Después de esa noche en Ibiza

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Bajo la atenta y confundida mirada del sevillano, el azabache dejó frente a este una bandeja con comida

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Bajo la atenta y confundida mirada del sevillano, el azabache dejó frente a este una bandeja con comida.

— ¿Qué es esto? —pregunto notablemente confundido, alternando la vista entre aquella bandeja y el ojimiel.

— Te lo traje porque se que no te vas a levantar y te quedarás sin comer —sonrió levemente al mismo tiempo que dejaba su bandeja en la mesa.

— Yo...—murmuro sin saber bien que decir.

¿Qué se hacía en esos momentos? 

El castañito se odiaba en ese tipo de situaciones en las cuales implicaban sentimientos y no lo mal entiendan quería mucho a Pedri, pero desde lo ocurrido con sus padres y en general en su vida había aprendido a que lo mejor era ser frívolo con los demás así no le harían más daño de lo que ya se lo hicieron en tiempo atrás.

Y eso era un problema con un trasfondo tan mierda que a Pablo le asustaba tanto.

  — Gracias —sonrio sin mostrar los dientes.

El mayor le volvió a regalar una sonrisa y le despeino el cabello con cariño.

— No hay de que, enano.

Cuando el canario tomo asiento por fin, sintió una cálida respiración junto con unos labios rozar suavemente su mejilla izquierda, plantando un suave beso en este.

—...gracias, Pepi —murmuro el menor antes de alejarse completamente de la mejilla de su contrario.

Las mejillas del azabache se tornaron de un leve color carmesí.

—¡Jooo! ¡Que si no me tratan como Pedri a Gavi no quiero nada! —exclamo un Ferran con una enorme sonrisa en el rostro — ¡Sois tan monos!

— ¡Vivan los novios! —le siguió el rollo Eric.

Gavi rodó los ojos con fastidio y con su típica cara de asco preparado para lanzar insultos, pero lo detuvo un apretón en el muslo derecho seguido de una caricia dulce. Levanto la mirada para encontrarse con la del canario que negó levemente con la cabeza indicándole sin palabras que no les echara bronca a sus amigos por aquel comentario y el sevillano suspiro con fastidio.

El almuerzo paso sin muchos preámbulos, pero algo en definitiva curioso fue que en todo momento el canario jamás retiro la mano del mulso de su contrario, regalandole caricias disimuladas en ocasiones.

Algo que noto Pablo y lo alarmo un poco fue ver a su canario comer muy poco pero lo dejo pasar.

Tal vez no tenía hambre...¿No?

— ¿Por qué no comes más? Has dejado mucho en tu plato — le susurro el menor aprovechando que los otros dos presentes estaban en su bola.

A Pedri esa pregunta lo tomo por sorpresa.

— Es...que no tengo...hambre —le respondió de la misma forma, aunque rebusco mucho la respuesta en opinión del castaño. 

— ¿Seguro?

De Canarias A Sevilla {Gadri}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora