La virgen que llora flujo

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“Las vueltas de un perverso” es una serie de relatos ilustrados con textos de Nico Saraintaris e ilustraciones de Fernando Martínez Ruppel. En “Las vueltas de un perverso“ el narrador describirá el submundo de distintos personajes que lograron transformar sus perversiones particulares en una forma de ver el mundo o, al menos, en un negocio.

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“La virgen que llora flujo”

Hace algunos años, un cura comenzó una pequeña revolución en un pueblo del sur. “El yacimiento gasífero se agotaba y todos pensábamos en que nos convertiríamos en un pueblo fantasma más”. El cura hablaba con tranquilidad, enfatizando aquellas partes del discurso que daban volumen al relato. “Fue en ese entonces que tuve la visión”.

Hicimos la entrevista en la nave de la Iglesia. El cura me contó que al principio se había hablado de excomunión pero que después de ver cuánta plata entraba a la diócesis arreglaron una especie de “laissez faire” que dejaba felices a todos los involucrados. “No sabés la guita que manejamos. Vienen de todos lados a rezarle a la virgen”.

Con el cuaderno en la mano, le pregunté por su visión. “Más que una visión, creo que fue una suerte de descubrimiento. Algo parecido a cuando aprendés a leer y de repente todo cobra sentido.” El cura estiró los brazos haciendo sonar la espalda y agregó. “La primera vez que olí una bombacha con restos de sangre recuerdo que me sentí muy mal. Era de una de mis primas. Yo sabía que la sangre tenía que ver con el hecho de ser mujer pero no mucho más”.

Mientras hacíamos la entrevista, unos cuantos fieles le rezaban a la virgen. Había dos que escondían las manos y uno se masturbaba claramente. “Cuando me ordené, dejé de oler ropa interior. Después vino la Iglesia, los miedos por el agotamiento de las reservas de gas y la visión”. Tomó aire. “Estaba en el piso llorando y se me apareció la virgen. La virgen se metió el manto entre las piernas y me secó las lágrimas con la tela llena de sangre.”

La Iglesia había sido construida alrededor de la plaza central, junto a la estación de policía, la escuela y la municipalidad. El centro de la plaza estaba cubierto de puestos de souvenirs y memorabilia en los que trabajaba casi todo el pueblo. “El souvenir más famoso es el protector diario”. El cura me acercó uno para que lo examinara. Cuando le pregunté de dónde sacaba el flujo, me dedicó una mirada torcida. “¿Pero vos no creés en los milagros, che?”. Sonreí y le di la mano. La entrevista había terminado.

Antes de dejar el pueblo escuché algunos gritos de excitación. Había mucha gente corriendo. Me dijeron que la virgen había vuelto a llorar y fui hasta la iglesia. Entre la multitud que le rezaba a la figura, encontré un buen número de mujeres y me pregunté de quién sería la sangre esta vez.

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⏰ Última actualización: Mar 24, 2013 ⏰

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