11

267 29 18
                                    

El gran letrero mostrando «Restaurante Winnx, 24h» resultó visible a unos veinte metros desde mi ubicación. Era lunes, sí, ese lunes. Me preguntaba si Ahyron ya habría llegado, ¿él estaría esperándome?, ¿o fue una broma eso de la cita? ¿En realidad me engañó y buscaba otra cosa? ¿Sería capaz de hacerlo? ¿Y si jugó una apuesta con alguno de sus amigos? ¡¿Qué?!

«Alto, pensamientos relacionados con bromas, juegos, burlas y tal mierda, quedan excluidos. Va a salir bien. Relájate y disfrútalo», pensé, contrarrestando dichas negatividades.

Dejé de caminar. Quedé estático. Unos profundos escalofríos me transitaron el cuerpo, tenía las manos frías e impactaba el pie contra el pavimento de la calle por el nerviosismo. Por un lado, quería avanzar, y por el otro me animaba a que podía hacerlo. Quería hacerlo.

—Oye, sé cuidadoso —se quejó una señora por chocar conmigo al estar en medio de la acera.

—Lo... l-lo siento —dije y retomé el camino.

Sujeté los tirantes de mi mochila, ansioso, emocionado, intrigado y un poco asustado. Era una combinación muy extraña que me daba gusto, así como al mismo tiempo me hacía querer tomar guardia ante cualquier posible escenario contraproducente que ya estaba idealizando a situaciones que todavía no ocurrían. En la cabeza todo me salía mal antes de llegar al evento en el que me centraba. El peor enemigo que tenía era mi propia mente.

Estando cerca a la entrada de la edificación volví a detenerme, absorto en aquella palabra que me hacía eco en la psique: cita. Todas las interrogantes pesimistas codiciaban escaparse.

El restaurante se ubicaba en el tercer piso dentro del sitio, el segundo era una farmacia. Significaba ascender escalones. Con las malas sensaciones amortiguadas —al menos eso trataba— y la vibra negativa "controlada" empecé a subirlos. Mi andar normal solía ser de dos en dos, pero en la ocasión iba de uno en uno. Un corazón saludable latía de sesenta a cien veces por minuto, el mío lo sobrepasaba. Esperaba mantenerme estable, infartarme frente a Ahyron correspondería a ser un colosal bochorno. ¿Y si me moría allí con él? Ay no, qué vergüenza.

Pasé la farmacia y dicho ruido peculiar a platica, risa, platos y cubiertos se me coló a los tímpanos. Percibí un calambre en el estómago. Ya casi llegaba. Sujeté fuerte aquel barandal adornado con focos pequeños de luces coloridas variadas propio del establecimiento. Cada subida me permitió observar mejor los alrededores interiores: mesas medianas, adornos colgantes, carteles con cantantes de antaño como David Bowie —entre otros—, cuadros decorativos, palmeras pequeñas y gente. En general, el área portaba un aspecto retro. Era uno de esos lugares en los cuales la mayoría de clientes eran adolescentes y jóvenes adultos.

Había venido pocas veces. Aparte de la comida, que era buena y nada costosa, lo que llamó mi atención fue la estética; contaba con un tejado transparente por lo que se podía mirar el cielo ya fuese de día o de noche. Y la música en vivo. Un grupo de chicos tocaba durante la estadía de los clientes volviendo agradable el ambiente. Como un plus a eso se podía pedir alguna canción específica, claro, si la agrupación la conocía.

Recorrí cada una de las mesas para identificar a Ahyron, no había mucha gente, empero, aun así, me apenaba que me vieran. Fracasé en hallarlo. Intenté otra vez. Nada. Mierda, ¿y si no vino?, ¿se habría atrevido a dejarme plantado?, ¿me engañó? ¿Bromeó? ¿Me mintió? ¿Se arrepintió? ¿No me equivoqué en creer todo lo desfavorable de la cita?

—¡Artis! —pronunció el susodicho, destruyendo las suposiciones que formulé —, ¡por aquí! —batió el brazo a unas cuatro mesas alejadas de donde yo yacía.

Tensé la mandíbula, relajado. Tímido y alegre levanté la mano para saludarlo con un ademán.

«Debí haber traído un maldito pañal, voy a cagarme», dije para mis adentros.

Until SunriseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora