Había una vez, en una era donde los dragones deambulaban por la tierra, un tiempo en el que su presencia era conocida por todos. Muchas de estas magníficas criaturas eran monarcas, capaces de cambiar de su forma de dragón a una humana. Algunos dragones gobernaban con amabilidad y confianza, mientras que otros albergaban ambiciones oscuras, como los despiadados gobernantes del Reino Earthwing, padres de dos niños gemelos, Cadmian y Clide, cada uno con personalidades únicas, pero con un vínculo inquebrantable de hermandad.
Existe una leyenda sobre estos inseparables gemelos, cuyo vínculo se forjó en las llamas de sus aventuras infantiles. A medida que maduraban, Cadmian fue proclamado heredero al trono, cargando con la responsabilidad de unirse a su padre en las batallas libradas contra reinos vecinos. En ausencia de Cadmian, Clide atendía diligentemente los asuntos del reino, resguardándolo con devoción inquebrantable.
Llegó el día fatídico en que el destino exigió que marcharan juntos al campo de batalla. Sin embargo, cuando se asentó el polvo de la guerra, solo Cadmian regresó, con el corazón cargado de dolor por la pérdida de su padre y su hermano. El reino, una vez bullicioso de vida, comenzó a marchitarse, cayendo sobre la tierra un silencio inquebrantable. Con el tiempo, el abrazo de la naturaleza consumió lentamente el reino abandonado, sus exuberantes bosques se tragaron los restos de lo que fue alguna vez.
Cadmian, el dragón solitario, optó por quedarse en medio del verde bosque que brotaba de las ruinas. Se convirtió en el guardián de estas tierras, su forma de dragón se podía observar en el corazón del bosque, jurando protegerlo para siempre. Sin embargo, más allá de la apreciada leyenda que ha pasado de generación en generación, existe una verdad oculta.
Una verdad que es más oscura de lo que todos podrían imaginar. Nuestro gran guardián del bosque, que sufrió la muerte de su hermano en la guerra, es todo una hermosa mentira para engañar a la gente inocente que esté dispuesta a escuchar la leyenda tergiversada. Pero si eso es una mentira, te preguntarás, ¿cuál es la verdad?
Permíteme mostrarte, porque yo soy el observador silencioso, el portador del conocimiento prohibido, aquel que existe en todas partes y en ninguna. Yo, el custodio espectral, le lancé una maldición a Cadmian, un castigo digno de sus pecados y transgresiones contra el orden de la naturaleza. Ahora, querido lector, ven conmigo al enigmático reino de un Rey Dragón cuyas alas una vez lo llevaron a los rincones más lejanos del mundo, solo para encontrarse irrevocablemente unido al único y oscuro lugar del que siempre quiso escapar.
Esta historia comienza en la inocencia de la infancia, cuando los gemelos eran simplemente unos niños, sin haber sido tocados por el despertar de sus poderes latentes de dragón. En esos tiernos años, su conexión era profunda, e inquebrantable, eran como dos gotas de agua. Ambos compartían un cabello negro profundo, ojos grises y una nariz afilada. Incluso su altura era exactamente la misma y compartían el mismo guardarropa, creando una simetría encantadora.
Durante esta idílica etapa de sus vidas, una chica intrépida y valiente llamada Lucelle entró en su mundo. Era la hija de un conde del reino vecino, su belleza como niña apenas fue un preludio de la luminosidad que la embellecería a medida que creciera. Juntos, formaron un trío reminiscente al de los mosqueteros legendarios. Los príncipes le revelaron a Lucelle los pasajes más ocultos del bosque y sus refugios más preciados en ese místico lugar de ensueño.
Sin embargo, la inexorable marcha del tiempo finalmente los llamó a abrazar el peso de las responsabilidades. Lucelle regresó a su reino, su papel evolucionando hacia el de Lady Lucelle, marcado por las expectativas y deberes sociales de una mujer en esos tiempos antiguos.
Mientras tanto para los príncipes un punto de inflexión llegó con su transición a la pubertad, un período en el que sus formas de dragón latentes emergieron. En esta revelación, descubrieron una divergencia que los separaba. La forma de dragón de Cadmian se manifestó como un dragón verde oscuro fascinante, adornado con escamas de ébano, reflejando las profundidades de su carácter. En un tremendo contraste, Clide adquirió un tono verde claro esmeralda con escamas plateadas relucientes, una manifestación que reflejaba su calidez. Esta revelación pintó una imagen dividida, mostrando que, aunque podrían parecer gemelos en la superficie, sus personalidades eran como el agua y el aceite, incapaces de mezclarse armoniosamente.
A pesar de sus personalidades contrastantes, el amor prosperó entre ellos como una fuerza inquebrantable que trascendió sus diferencias. Siendo gemelos, su conexión era profunda, sin cambios incluso frente a sus formas de dragón dispares. Quedó claro que sus poderes, aunque externamente distintos, eran fundamentalmente los mismos. Juntos, tenían la capacidad de hacer florecer las flores, nutrir el crecimiento de las plantas y mantener la exuberancia del bosque que envolvía su reino sin una gota de agua. Su poder se extendía a la manipulación de todo lo derivado de la tierra incluyendo a seres vivos.
En sus manos benevolentes, este regalo se convirtió en una fuente de belleza y recompensa, asegurando la prosperidad de su reino. Sin embargo, los gemelos eran conscientes de los peligros potenciales inherentes a sus habilidades, si se usaban con malevolencia o negligencia. Afortunadamente, desde el momento en que descubrieron este poder extraordinario, Clide y Cadmian se mantuvieron firmes en su compromiso con el bienestar de su reino. Utilizar sus poderes para el bien mayor se convirtió en su misión compartida, una dedicación que resonaba especialmente fuerte en Clide, quien priorizaba incansablemente el bienestar de todos.
A medida que extendían sus manos auxiliadoras a la gente, la admiración por Clide y Cadmian creció exponencialmente. A lo largo de su adolescencia, trabajaron diligentemente para mantener esta imagen favorable, ofreciendo apoyo a aquellos en extrema necesidad, asistiendo en tareas arduas y recorriendo el reino para conectarse con sus habitantes. Para Clide, estos momentos eran los más preciados en su vida, llenos del calor de la camaradería. Sin embargo, para Cadmian, el afecto abrumador de las personas a veces se sentía como una carga, causándole inmenso fastidio. A diferencia de su hermano, no se deleitaba teniendo contacto directo con la gente y, sobre todo, se mantenía distante, una actitud que lo distinguía de su gemelo.
A pesar del aparente contraste en sus enfoques, ambos hermanos buscaron interactuar con la población del reino que más necesitaba de su ayuda. Sin embargo, la naturaleza reservada de Cadmian lo hacía parecer más frío que Clide, quien se mezclaba sin esfuerzo con los niños y participaba en conversaciones animadas con cualquiera que se acercase. Los habitantes del pueblo, habiéndose familiarizado con ellos, apreciaban el equilibrio perfecto que los hermanos lograban, como el día y la noche complementándose el uno al otro perfectamente. Sin embargo, bajo esta fachada de unidad, las semillas de la traición se sembraron silenciosamente entre ellos y una aparentemente imperceptible ruptura de confianza pronto proyectaría una sombra amenazadora sobre su futuro.
Esta traición llegó pronto; en la víspera del vigésimo primer cumpleaños de Cadmian y Clide, Lucelle regresó y con ella las nubes de tormenta emprendían su lento camino hacia el reino. Ambos gemelos quedaron instantáneamente encantados con ella, desencadenando una ferviente competencia por su corazón. En los meses siguientes, se desplegó una lucha implacable que culminó con la victoria de Cadmian sobre su hermano en la batalla por el amor de Lucelle. Sin embargo, su victoria estaba empañada, ya que recurrió a medios mágicos para cautivar sus afectos, un hecho desconocido para el príncipe Clide.
Tras el éxito de Cadmian, Clide, ajeno a la intervención mágica, extendió sus más sinceros deseos a la feliz pareja. "Que tengas la vida más hermosa con Lucy, mi querido hermano", declaró. "Ella es tan radiante como la luz que baña nuestro bosque durante las noches de luna llena. Tú, un caballero que prioriza a los demás sobre sí mismo, cuídala tan bien como haces con nuestro reino".
Expresando gratitud, Cadmian respondió: "Tus palabras significan mucho, querido hermano. Ten la seguridad de que la cuidaré siempre, y sé que estarás allí si alguna vez ella necesita algo y yo falto aquí." Sin embargo, bajo la superficie, una sombra de remordimiento persistía mientras Cadmian lidiaba con el conocimiento de que había recurrido a medios menos que honorables para asegurar los afectos de Lucelle. A pesar de los sinceros deseos de Clide, Cadmian no podía escapar de la inquietante realidad de que tal vez su búsqueda estaba más arraigada en la obsesión que al amor genuino, una posesión que eclipsaba incluso los lazos de la hermandad.
En las vísperas de su compromiso todo el reino estaba de fiesta, la celebración alcanzó su punto máximo mientras se desarrollaba su boda, un gran espectáculo que pasaría a la historia como la celebración más magnífica jamás presenciada en el ilustre Reino Earthwing. Una armoniosa mezcla de opulencia e inclusividad, la ceremonia envió una invitación extendida a todos, trascendiendo estratos sociales y dando la bienvenida incluso a los habitantes más humildes. Las calles rebosaban de espectadores ansiosos, sus ojos brillaban con la perspectiva de presenciar a su amado príncipe unirse al amor de su vida en sagrado matrimonio.
Sin embargo, la boda fue simplemente el prólogo de una sucesión de revelaciones que darían forma al destino del reino. En medio de las festividades jubilosas, el monarca, después de mucha deliberación, decidió designar un heredero al trono. La elección recayó en uno de los gemelos, y en el resplandor posterior a la boda, Cadmian fue formalmente elegido, una decisión que llenó al reino de especulaciones y murmullos, pues pensaban que quizás Clide con su personalidad chispeante y cálida era mejor sucesor que Cadmian con su personalidad tan distante y fría, temían que quizás los abandonara a su suerte si algo ocurría.
La celebración continuó sin cesar durante días, testamento de la alegría desenfrenada que se apoderó del reino. Sonrisas iluminaban cada rostro, y un sentido tangible de euforia envolvía la tierra. Por un momento fugaz, parecía como si la felicidad hubiera lanzado su hechizo benevolente sobre Earthwing, pintando un vívido cuadro de prosperidad y unidad.
Sin embargo, bajo la superficie de la alegría, las sombras se agitaban, presagiando las complejidades que se avecinaban. Los días jubilosos fueron un respiro, una breve interrupción antes de que el reino se enfrentara a las intrincadas cuestiones de la sucesión real y las pesadas responsabilidades que conlleva.
En las calles de Earthwing, los murmullos de una guerra inminente se deslizaban como sombras. Las tensiones entre los reinos crecían como una tormenta que se gesta, arrojando una sombra ominosa sobre la tierra. Los reinos desesperados recurrieron al rey Atreus, un hombre calculador y frío como el invierno, buscando su ayuda. Sus gemelos, Cadmian y Clide, se erigían como el legado preciado del reino y por tanto como grandes armas para la guerra.
"Si estalla la guerra, préstanos tu poderoso ejército, gran Rey Atreus", rogaban los aliados en sus cartas, tejiendo una delicada danza de diplomacia. El rey Atreus, con un semblante tan frío como el viento invernal, aceptó su súplica, pero no sin poner algunas condiciones. "Si salimos victoriosos, me corresponderá parte de la tierra que se haya ganado y mi hijo Clide debe quedarse en el reino para protegerlo de invasores", los aliados aceptaron sin reparo y así se creó un pacto forjado en la fragua de la desesperación.
Cadmian, el heredero al trono, se encontró enredado en la maraña de deber y conflicto personal. El llamado a las armas resonaba en los corredores de su mente, cada paso hacia el campo de batalla le alejaba más de Lucelle, su esposa con la que apenas llevaba seis meses. "No puedo dejarla", se lamentaba, luchando con los lazos de la obligación.
El hechizo que había tejido alrededor de Lucelle, un hilo delicado de encantamiento, los unía de manera inexplicable, pero podría no ser tan fuerte como para superar la distancia y Cadmian apenas podía pensar en ello. Su amor por ella había trascendido la posesión; había florecido en una conexión profunda que desafiaba los límites de la magia. Sin embargo, las dudas, como espectros no deseados, atormentaban a Cadmian. "Quizás está influenciada por el encantamiento y si me voy ella dejará de amarme", divagaba con ese pensamiento siempre en mente, la llenaba de un afecto inconmensurable para paliar esa sensación de desconfianza hacia sí mismo y hacia ella, siempre temeroso de perder el frágil hilo que los mantenía unidos.
En el intrincado tapiz de emociones, Lucelle navegaba su camino. Clide, una vez el faro de su corazón, quedó eclipsado por la presencia de Cadmian. El hombre que se presentaba frío y reservado ante los demás se derretía en su presencia. "Cadmian, es como un paradigma de fuerza y vulnerabilidad", reflexionaba ella, su corazón se mantenía siempre dividido entre el pasado y el presente.
Clide, leal e inquebrantable, se convirtió en el confidente de Lucelle. Su amistad era un testimonio silencioso, un santuario donde su corazón encontraba consuelo y en el baile de atención que ambos hermanos le prodigaban, Lucelle descubría los pasos intrincados liderados por cada uno, cada nota una melodía en la sinfonía de su vida y cada una la guiaba a un camino distinto.
A medida que los tambores de guerra resonaban, Cadmian se encontraba en la encrucijada del destino. El campo de batalla lo llamaba, exigiendo su presencia junto a su padre. La inminente separación de Lucelle, una herida fresca y tierna, desgarraba su resolución. "No puedo abandonarla", susurraba a los ecos de la duda, su corazón dolía con el peso de su lealtad conflictuada.
La guerra estalló como una tempestad, y mientras Cadmian emprendía un viaje hacia el frente, el tiempo jugaba su cruel tirada. Su padre, el poderoso Atreus, yacía herido, un soberano al borde de la muerte. En su aliento final, una súplica resonó en el aire, un mandato grabado en los vientos del destino. "Mantente firme, hijo mío, conviértete en el guardián de nuestro reino. Expande sus límites y, sobre todo, mantente unido a Clide. Él, tu hermano, será tu ancla en el tumulto del destino".
Con la forma corporal de Atreus fusionándose con la tierra, un roble se erigía como centinela, testamento del paso de un rey, una nube de tristeza se posó sobre el reino. Aquellos más cercanos al castillo adornaron el árbol con flores y regalos, ofreciendo condolencias al soberano caído.
Con el último aliento de su padre, Cadmian ascendió al trono. Los ecos de la guerra resonaron a través de victorias y pérdidas, pintando el paisaje con los matices del sacrificio que rindió frutos tiempo después, pero el nuevo rey no quería regresar a su castillo y Cadmian, cargado por la corona, decidió explorar los nuevos dominios ligados a Earthwing y los otros reinos que colindaban con él, la añoranza por Lucelle le hacía reconsiderar varias veces lo que estaba haciendo, pero estar fuera del castillo y conocer nuevos horizontes le llenaba más el corazón que estar con Lucelle o Clide en un solo sitio, otros dragones que había conocido se mantenían en un solo sitio y lo protegían para siempre como el dragón que protegía las montañas, ríos y lagos que colindaban con el bosque del reino, sin embargo él ansiaba volar alrededor de todo el mundo, conocer nuevas tierras y deleitarse con las nuevas vistas y lo que ofrecía cada lugar.
En la sombra del castillo, Clide lidiaba con la ausencia tanto de su padre como de su hermano. Lucelle, sintiendo el declive del afecto de Cadmian, buscó consuelo en la compañía inquebrantable de Clide. "Una melodía fracturada en la sinfonía del amor", pensaba Clide, cada día que pasaba tejía un hilo de conexión entre él y Lucelle.
Cartas, como ecos a través del tiempo, llegaron a Cadmian: súplicas y peticiones desde el castillo. Las palabras de su madre, cargadas de preocupación, urgían su regreso. Sin embargo, el atractivo de tierras lejanas, la búsqueda de alianzas y la embriaguez de la libertad recién descubierta lo mantenían cautivo.
El castillo, una vez santuario, fue testigo de la erosión gradual de los lazos de hermandad. Clide, resistiéndose al canto de sirena de los encantos de Lucelle, se encontró enredado en una red de emociones conflictivas. "El amor, un precipicio precario", reflexionaba, luchando con los ecos de un pasado que se negaba a estar en silencio.
El punto de quiebre se manifestó en forma de una carta anónima, un oráculo de traición. Clide, destinatario de revelaciones condenatorias, descubrió la alquimia del hechizo de Cadmian sobre Lucelle. Los muros de contención se desmoronaron y, en el abismo de la desesperación, abrazó la relación prohibida con ella.
El castillo, velado en sombras, fue testigo de reuniones clandestinas y susurros apagados en la oscuridad de la noche, todos sabían, nadie decía nada. Lucelle, atrapada en la intrincada danza del amor y la lealtad, navegaba por un laberinto de emociones conflictivas, esperaba a Cadmian, pero había llegado un punto donde el amor se había esfumado igual que cuando llegó, lo amaba como a un hermano, sabía que estaba casada con él, pero su corazón quizás siempre había sido de Clide.
En el tapiz de destinos, Clide luchaba con la culpa reflexionando cada noche, deseando no abrirle la puerta a Lucy, decirle que no volvieran a tener esos encuentros a la luz de la luna en sus aposentos, pero nunca cerró la puerta con llave, nunca la dejó afuera ni de su corazón ni de sus aposentos, mientras tanto Lucelle se veía dividida entre el amor y el deber, sin saber cómo manejar su romance con Clide, ni cómo le diría a Cadmian que la verdadera Luz de su vida no era él.
En poco tiempo las cartas enviadas al distante gobernante quedaron sin respuesta y los corredores del castillo resonaban con el murmullo de los sirvientes, que se preguntaban dónde estaría su nuevo rey y como harían para decirle sobre la aventura entre su esposa y su hermano cuando se le ocurriese volver.
Estos momentos entre Lucelle y Clide donde se escabullían cada noche al cuarto del otro terminaron en el momento en que vieron a Cadmian llegar volando desde el horizonte. Los abrazó a ambos con un calor genuino y comenzó a compartir las experiencias que había acumulado mientras estaba fuera. "Estoy encantado de verlos a ambos, mi querido hermano y mi hermosa esposa. Los extrañé mucho. Espero que mi ausencia no les haya causado demasiado sufrimiento. Tuve que establecer nuevas conexiones para enriquecer nuestro reino", exclamó, su entusiasmo resonando en el aire. Sin embargo, un observador perspicaz notaría un momento fugaz de culpa en la mirada de Clide. Tal vez solo había sido un truco de la imaginación, pensó Cadmian.
La madre de Cadmian, ya consciente de las complejidades en desarrollo, esperaba su regreso. Insegura de si revelar la relación de Lucelle con Clide, decidió que era un asunto para las partes involucradas. Creía que podrían manejar la situación sin causar daño. ¡Oh, cuán equivocada descubriría que estaba pronto!
Antes de llegar a los aposentos de su madre, un sirviente se acercó con un andar urgente a Cadmian. "Su Alteza, debe saber algo. No diga que lo escuchó de mí, pero se ha visto a Su Alteza Lucelle entrando en los aposentos de Su Alteza Clide por las noches durante varias semanas. No pretendo sembrar dudas; solo le informo sobre lo que se ha visto joven Rey", reveló el sirviente, inclinándose varias veces antes de desaparecer. Aturdido y confundido, Cadmian confrontó a su madre en su dormitorio, marchándose lleno de enojo y dolor después de escuchar sus explicaciones, era cierto, su amada esposa y su adorado hermano estaban teniendo un amorío a sus espaldas mientras él estaba fuera, no podía apenas mantener su calma, estaba devastado, pero también lleno de ira.
Clide y Lucelle permanecieron ajenos a esta revelación, manteniendo la distancia sin casi hablarse si quiera. Cadmian apareció para la cena como si nada hubiera sucedido, fingiendo que todo estaba perfectamente bien y que estaba muy contento de tenerlos cerca de nuevo. Sin embargo, sin que lo supieran, había ideado un plan para enfrentar a Clide a solas en el bosque,para esto le propuso: "Adentrémonos en el bosque como en los viejos tiempos, querido hermano, quiero platicar contigo y estar a solas como antes". Clide, sin sospechar, aceptó, pensando que era una buena oportunidad para confesar y buscar perdón, aún sin saber del inminente enfrentamiento que se avecinaba por la traición que Cadmian había descubierto.
Entraron en el bosque, siguiendo el camino de su infancia, serpenteando entre árboles familiares y recorriendo el sendero bien pisoteado que los llevaba a su refugio secreto. Era un pequeño prado rebosante de flores vibrantes de innumerables tonos y adornado con pequeños arbustos que llevaban bayas silvestres moradas y relucientes. Este santuario guardaba los ecos de su juventud, un lugar querido donde alguna vez encontraron consuelo en la compañía del otro. Poco sabían que, dentro de este entorno idílico, se estaba gestando una tormenta que ya venía acechando al reino.
Querido hermano—comenzó Cadmian, su voz tambaleándose al borde de romperse, cargada con el peso de la ira y el dolor acumulados—Sé lo que has hecho mientras yo estaba fuera—Las palabras quedaron suspendidas en el aire, densas de acusación y traición.
En medio de las flores y los recuerdos, Clide intentó justificarse—Iba a decírtelo, Cad. Es solo que no sabía cómo. No era mi intención, ni tampoco la de Lucy. Se sintió sola cuando empezaste a tardar más en regresar. Traté de resistir. Sabes que traicionarte nunca fue mi intención ni lo sería jamás, tu eres mi hermano—Clide vaciló, renuente a participar en el conflicto, especialmente en un lugar tan entrelazado con su pasado feliz.
Sin embargo, la confrontación escaló más de lo que Clide podría haber previsto.
—¡Pero lo hiciste, Clide! Me traicionaste. Cometiste la peor de las traiciones, tener una aventura con la mujer que amo, a pesar de que juramos no interferir en su elección—Las acusaciones resonaron a través del prado, rompiendo la tranquilidad que alguna vez lo envolvió.
Clide, con lágrimas en los ojos, contraatacó—No eres inocente de toda culpa, Cad. Usaste un hechizo para hacer que se enamorara de ti. No soportabas ver que ella se estaba enamorando de mí, nunca hiciste nada por acercarte a Lucy y de repente decidiste que la mejor forma de estar a su lado era... ¿hechizarla?—La revelación quedó suspendida en el aire, agregando una capa de complejidad a la enredada red de emociones.
La confrontación alcanzó un clímax cuando Cadmian, con la voz quebrada, preguntó—Eso no es... ¿Cómo lo supiste? ¿Quién te lo dijo?
—Recibí una carta anónima con una hoja firmada por ti. Un hechizo de amor de una bruja. ¡Pensé que habías sido sincero, Cad! ¡creía que Lucelle se había enamorado de ti simplemente por ser quien eras, no por los trucos de la magia!
Los hermanos, incapaces de contener la creciente tormenta interior, sufrieron una transformación. Sus formas de dragón emergieron, y lo que comenzó como una confrontación humana se transformó en una feroz batalla de dragones. Colmillos chocaron, garras golpearon y colas, ahora lanzas afiladas, volaban buscando asestar un golpe. Las escamas que cubrían sus cuerpos ofrecían protección limitada, dejando sus pechos expuestos mientras luchaban sin descanso. La intensidad del conflicto reflejaba las emociones crecientes de los gemelos, una turbulenta danza de ira, miedo y un abrumador deseo de venganza. Cadmian, cegado por la furia, buscaba la retribución por el dolor infligido por su hermano y la aplastante revelación de que Lucelle realmente prefería a Clide sobre él. En el corazón de ese una vez sereno prado, los hermanos libraron una batalla que trascendió lo físico, una manifestación de la tormenta emocional que rugía en su interior, mientras en el cielo las nubes negras se arremolinaban como un presagio fatal.
—¡No, deténganse! Son hermanos; no deberían estar peleando así.
La voz de Lucelle resonó a través del prado mientras se apresuraba hacia ellos. Desde la ventana de la torre, había sido testigo de la tragedia en desarrollo, habiendo escuchado la súplica de Cadmian. Su corazón latía con fuerza, dividido entre las dos figuras a las que más apreciaba. Se detuvieron al verla, el feroz combate cesando ante su presencia horrorizada.
Parada allí, Lucelle era una visión de preocupación y amor para ambos. El trío siempre había sido inseparable, y aunque albergaba afecto por Clide, Cadmian era su adoración. Lo amaba profundamente, quizás no de la manera que él deseaba, pero juró estar a su lado cada vez que lo necesitara y ahora no sabía que hacer o a quien defender.
En medio del caos, Clide, observando la angustia de Lucelle, contempló la idea de dejarlo todo atrás. El conflicto, las emociones enredadas, ansiaba escapar de ello. No era alguien para peleas o rencores. Sin embargo, Cadmian, consumido por el deseo de venganza, no estaba dispuesto a dejar el asunto así. Su anhelo de victoria sobre su hermano, de ser el favorito, surgía en él. La analogía de día y noche, una vez usada para describir su vínculo, ahora se manifestaba como una lucha por la supremacía. Cadmian, sintiendo la vulnerabilidad de Clide, actuó impulsivamente, clavando su cola en el pecho de Clide.
Con la muerte del dragón, el equilibrio natural se había quebrantado y Clide se transformó en una representación conmovedora de su esencia. Tendido en medio del prado, los arbustos se enredaron en su cuerpo hasta envolverlo, haciéndolo ver aparentemente en reposo. Las hojas resplandecían en un suave tono verde y brillantes bayas plateadas adornaban el follaje, parecía parte del paisaje natural pero su forma de dragón no dejaba lugar a dudas de que algo extraño había en ese prado ahora.
La vista de la muerte de Clide destrozó a Lucelle, y sus lágrimas inconsolables fluían sin restricciones. No podía entender la realidad ante ella y exhausta por el dolor, se desplomó perdiendo el conocimiento. Mientras tanto Cadmian, ahora junto a lo que quedaba de su hermano, luchaba con el shock de sus propias acciones. Una mezcla peculiar de alivio y remordimiento lo envolvía, pues la sombra que una vez se cernió sobre él se había disipado, pero el costo era una pesada carga en su conciencia y un profundo dolor en su corazón.
—No deberías enorgullecerte de este acto; has perturbado el orden natural de las cosas. Este dragón no debería haber llegado a su fin ahora; has cometido un asesinato atroz—una voz resonante se hizo eco desde los confines de todas partes y ninguna.
—¿Quién eres? ¿Dónde te escondes? ¿Qué es lo que buscas?—Cadmian exigió con una mezcla de desafío y desesperación en su voz.
—Yo soy el observador silencioso, el portador de conocimiento prohibido, existente en todos lados y en ninguno. Soy el guardián del orden natural y me he manifestado ante ti porque no permitiré esta transgresión. Has matado a tu propia sangre, a tu otra mitad. Has perturbado el equilibrio, y por esto, serás castigado—la voz declaró con un aire de solemne autoridad.
—No eres real. Estoy siendo atormentado por mi culpa; no puedes existir, y ciertamente no tienes poder sobre mí—contestó Cadmian, sus palabras una mezcla de negación y desafío.
—Mi poder supera tu imaginación, y te condeno a vigilar esta tierra por la eternidad. Mientras otros dragones asumirían este papel voluntariamente, se que tú no lo harías jamás, yo conozco tus deseos más profundos. Volar a lo largo y ancho del mundo, ver nuevas tierras, conocerlo todo y sentirte libre de ataduras, ese es tu mayor anhelo, pero ahora nunca lo cumplirás. Cualquier intento de irte te infligirá un dolor tan agudo que se sentirá como un tormento mortal. Estás atado a estas tierras hasta que demuestres remordimiento, hasta que alguien acepte tus disculpas y hasta que tú mismo comprendas y aceptes las consecuencias de tus acciones, todo lo que ha pasado fue provocado por ti mismo, mientras no lo aceptes no podrás ser libre—pronunció la voz, llevando consigo un aire de juicio irrevocable.
La voz se desvaneció en el viento tan rápido como había venido y el tiempo volvió a su flujo normal. Cadmian acompañó a Lucelle de regreso al castillo sin decir ni una palabra, la dejó descansando en su habitación e intentó escapar. Sin embargo, mientras se elevaba, un repentino y punzante dolor le atravesó el pecho como si una espada lo hubiese atravesado, obligándolo a regresar, en cuanto volvió a tocar el suelo ese dolor desapareció por completo, demostrándole a Cadmian que la maldición era real, estaba atrapado y no podía si quiera volar sobre su reino.
Al compartir la situación con su madre, ella reconoció la existencia de un ser omnipresente que gobernaba a los dragones y todas las cosas mágicas, Draconis le llamaban, un ser que existía en todos los rincones y en ninguno a la vez y que era quien le daba a cada dragón su propio territorio para proteger.
A pesar de las disculpas de Cadmian, su madre se fue junto con Lucelle, dejándolo aislado en el castillo desértico, pues también los sirvientes se retiraron en el momento en que él tuvo un arranque de ira repentina y estuvo a punto de destruirlo todo.
Cadmian se distanció también de su gente en el tiempo que le siguió al suceso fatídico de aquella noche, abandonando el reino a su inevitable decadencia.
Solo, pasaba sus días junto al cuerpo inerte de su hermano, casi olvidando cómo volver a su forma humana él mismo, ni la necesitaba pues el bosque era casi impenetrable gracias a él, solo dejaba pasar a pocos seres humanos de la aldea que rodeaba un río cercano a su bosque y esos humanos adoraban a otro dragón, uno que podía manipular las aguas y regía todo lago, río y montaña alrededor del reino de Earthwing, el cual era el único amigo que le quedaba a Cadmian.
Sin embargo aún teniendo cerca al dragón del agua que se había vuelto su amigo se seguía manteniendo en soledad, esta soledad alimentó las leyendas susurradas a través de los tiempos, y hasta el día de hoy, Cadmian permanece allí; una figura desolada, anhelando compartir su historia, cargada de remordimientos por el pecado que cometió. Los animales del bosque, una vez compañeros, ahora lo evitan por completo y solo mantiene el bosque verde y exuberante para que la poca gente que vive aún en la aldea de su amigo y también su amigo tengan comida suficiente y un lugar seguro si en algún momento lo necesitan.
Pero en los rincones de su alma conflictiva, una parte de Cadmian se aferra a la creencia de que fue una víctima inadvertida de un destino que no forjó ni pidió jamás.
Quizás allá afuera exista alguien que sea capaz de salvarlo, alguien que le muestre lo que eran los días felices y lo haga entender sus errores pasados, solo ese alguien podrá devolver a la vida al dragón del bosque oscuro y quizás también traer de vuelta al sol que fue apagado antes de tiempo.
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Draconis: La Leyenda De Los Bosques
FantasyHace mucho tiempo atrás, dos príncipes existieron, gemelos idénticos físicamente, pero con almas totalmente opuestas. Una traición, una maldición y una redención. Aquí no hay solo blanco y negro, querido lector, busca el gris en sus corazones y acép...