capítulo 9.

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— Hemos hablado con Gordon, y como nos dimos cuenta que eran muy amigos, decidimos que pueden ir a mi casa a dormir, y nosotros vamos a salir para no molestarlos — Terminó de explicar mi mamá.

— ¿ Están seguros ? — pregunté.

— Sí, y así lo harán, ahora suban a la habitación de Bill, y Tom, ayúdalo a alistar sus cosas — dijo su padre.

— Vamos, Bill — le susurré en su oído mientras subía lentamente.

En seguida, Bill me siguió y subimos a su habitación.

Entramos y cerramos la puerta.

Sacó su mochila y me indicó que debía sacar y acomodarlo ahí dentro.

Nos quedamos callados un muy buen rato, estábamos tan sorprendidos con esa idea que no sabíamos que decir.

Bajamos con las cosas listas, mientras que ambos padres estaban en la puerta esperando a que salgamos.

— Que duerman bien, nosotros llegaremos tarde, así que pueden disfrutar su noche, pero no es para que estén durmiendo tarde, adiós chicos — se despidió mi mamá.

Gordon hizo lo mismo. Y luego, salimos por la puerta dirigiéndonos a mi casa.

La noche era hermosa.

La luna brillaba con una hermosa luz anaranjada, no había estrellas, pero con esa hermosa luna sin igual, nada podía faltar.

La brisa soplaba fría y suavemente, y las luces entre los pasillo iluminaban suavemente cada rincón.

Que noche más hermosa.

Tomé la mano de Bill y comencé a acariciarla suavemente con mis dedos, hasta que los entrelazamos. — ¿ Tomi ? — dijo con su voz nerviosa.

— Lo sé, pero, es como cuando vas a mi casa, solo que esta vez te quedarás mucho más tiempo,imagina que estás durmiendo en tu casa, no tienes porque ponerte nervioso, mi Billy — le susurré mientras le daba un beso en la mejilla. Bill sonrió.

— Tu siempre me haces sentir mejor — dijo sonriendo mientras apoyaba la cabeza en mi hombro.

Llegamos a mi casa, entramos y nos dirigimos hacia mi habitación. Cerramos la puerta, y como siempre nos sentamos en mi cama. — ¿ Qué hora es ? — Miré el reloj de mi habitación.

— Las 8:30 — dijo mirando al reloj.

— Aún es temprano —

— Sí —

Nos quedamos callados por un buen rato.

No dijimos ni una sola palabra.

Me estaba poniendo nervioso.

Queria hacer algo, pero no sabía.

Hasta que una idea muy traviesa revoloteó por mi cabeza.

Vi que Bill suspiraba y miraba hacia el techo con una sonrisa muy pícara.

— ¿ Qué se te pasa por esa cabecita ? — pregunté.

— Nada, simplemente nada — dijo algo sonrojado.

— Pues a mí si se me pasa algo que quiero hacer con todas mis ganas — dije azotándolo contra la cama.

—¿ Y qué es ? — preguntó nervioso.

— Ya te darás cuenta — respondí mientras me acercaba a sus labios.

Bill seguía echado en la cama mientras que yo me acercaba y me acercaba acorralándolo. Hasta que nuestros labios se toparon, y nuestro beso comenzó.

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