Ryo Ayad

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Durante la secundaria, conseguí cada récord deportivo de mi escuela

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Durante la secundaria, conseguí cada récord deportivo de mi escuela. Volley, handball, fútbol, lanzamiento de jabalina, de bola, salto, carreras, circuito de gimnasia…, lo que se les ocurra. Esto me ayudó, junto con mis notas altas, a conseguir una beca completa en una universidad privada para una licenciatura en deportes. Por supuesto, los campeonatos y eventos en los que participé junto al taller de básquet de la Estación Joven también me sumó puntos. La beca fue solicitada por mi escuela secundaria y, por milagro fue aceptada por una universidad. Lo extraño es que fue una universidad cristiana. No lo digo para escupir odio a otra religión, pero mi secundaria sabe que mi familia era creyente del Islam.

No me importó la incomodidad por convivir con otra religión diferente. La universidad vio en mí mis capacidades, tanto físicas como intelectuales, y me creyeron digno de sus estudios. No voy a desperdiciar la oportunidad que me dan cuando ya ni me considero musulmán. La muerte de mi mamá, la fiel creyente, me quebrantó. Ahora no me concentro en la religión, cualquiera que sea, no como mi hermana. Ella mantiene viva la tradición o lo poco que se acuerda de ella. Papá nos dejó de enseñar cuando quedó viudo. No lo culpo. La dedicación con la que mi madre profesaba el Islam era inspiradora para papá, pero, cuando su luz se apagó, él ya no pudo creer. Así que Dali tuvo que aprender todo en internet, en los viejos diarios de mamá, intentando aferrarse a ella. Pero es difícil. No hay mezquitas en Zerép. Es complicado y costoso el camino a otras ciudades. Aunque, eso no la detiene de usar el hiyab de mamá, uno negro con los rebordes verdes. Siempre creí que su terquedad iba a hacerle más mal que bien, pero ¿cómo detenerla? Solo sonríe cuando usa el hiyab de mamá, cuando lee su Corán y sus diarios.

Nunca me permití aferrarme tanto al Islam después de la muerte de mamá. Es mejor honrarla con un buen futuro para mí y mi familia. Y eso me lo dará la universidad.

Esta semana asistí a mis primeras clases. Todos con barbijos, separados en burbujas de diez a quince personas. Fueron difíciles los primeros dos días. La mayoría de mis compañeros vienen de la misma secundaria. La universidad está vinculada a cuatro escuelas secundarias situadas a sus alrededores. Más del 70% de los estudiantes terminan anotandose allí. Tras un año de pandemia, becas suspendidas y, según mi hermana Dali, un milagro, formo parte del primer grupo de alumnos en regresar el programa de las becas. Las actividades y materias que involucran ejercicio físico están estrictamente divididas en horarios, días y burbujas. Por supuesto, el enorme campus de la facultad de deportes ayuda con eso. Estos cuatro días me superaron. Mis expectativas eran bajas comparado a lo que es realmente la facultad y sus recursos. Me siento orgulloso de lograr los méritos para ingresar acá.

Dalia me pidió en los últimos días que la acompañara a su secundaria. Me tuve que negar, lamentando la razón por la que me lo suplica. Todos los años juntos, jardín de infantes, primaria y secundaria pegaditos como si la plasticola nos uniera. Tras un glorioso año de pandemia que alimentó su pánico social, ahora debe aventurarse en la escuela sola por primera vez. Creo que la ayudará a independizarse y caer en la realidad. Debo decir que eso me pasó a mí esta semana. Cuando nos despegamos de nuestra familia y nos adentramos a un mundo nuevo, solos por completo, es cuando descubrimos que tanto nos sabemos cuidar a nosotros mismos. Los primeros días noté que me cuesta mucho orientarme. La timidez me prohíbe acercarme a otros compañeros, pero no me molesta nada interactuar con profesores. Temo desencajar entre mis futuros colegas. No obstante, no son pensamientos que me torturan las veinticuatro horas del día. Me concentro en mis estudios, apuntes, materias, fechas y demás, porque la primera semana comenzó con una increíble disciplina educativa. Debo modificar mis planes y horarios según la carga horaria, el tiempo que tardo ida y vuelta en los colectivos, mis responsabilidades en casa, los talleres a los que asisto, además de básquet. Este año será muy interesante.

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