CAPITULO XXV +18

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ʟᴀ sᴀɴᴀᴄɪᴏɴ

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—¿Se dio cuenta por qué era importante que me llamara tan pronto supiera algo o recuperara la memoria? —le increpó la psicóloga, preocupada por los últimos hechos en la vida de Pablo.

—Sí, Claudia, ahora lo sé.

—De todas formas, lo único que lo disculpa es que usted deseaba saber sobre su tiempo sin memoria y estaba en su derecho de hacerlo. Pero los médicos no tenían la misma opinión. Discrepé con ellos en un par de cosas, pero sabía que había algo más.

—Primero, los médicos no querían ocasionar un shock traumático que empeorara mi situación. Eso puedo entenderlo.

Pablo se quedó pensativo un momento.

—¿Y segundo?

—Mi esposa pidió que no me contaran nada de lo ocurrido.

—¿Por qué?

—Quería protegerme.

— Y protegerse ella también.

—¿Por qué lo dice? —le preguntó Pablo, y se revolvió incómodo en la silla.

—¿Pablo, no se da cuenta de que ambos tomaron decisiones
algo extremas para poder sobrevivir emocionalmente?

—No entiendo.

—Piense un poco. ¿En qué momento de su captura se sintió más desesperado?

—Cuando me enteré de la traición de Marizza—dijo, y ahí lo entendió todo. Su amnesia había sido emocional; fue el muro con que protegió sus sentimientos para poder seguir viviendo—. Lo entiendo, pero, ¿y Marizza?

—Para ella no es fácil tampoco. Se siente culpable. Si usted no la hubiera conocido, nada de esto habría pasado. Además, está lo del bebé... Ella se siente responsable de su perdida.

—¿Por qué? —le preguntó Pablo abatido. Su angustia iba en ascenso.

La psicóloga se quedó pensativa durante unos segundos. Finalmente contestó:

—De pronto piensa que no lo supo proteger.

En ese momento Pablo se dio cuenta de que su secuestro había tenido tentáculos muy largos. Aún los tenía; había afectado la vida de todos a su alrededor.

—¿Qué hago ahora? —Se llevó ambas manos a la cara y se levantó de repente. Empezó a caminar por la habitación—. La amo tanto.

—Ambos deben superar todo esto y aprender a vivir con el recuerdo de todo lo que pasó. Sin reproches. Sin culpas. Sin miedos.

—No es tan fácil —le contestó él, no de muy buena manera.

—Es lo que sucede cuando se vive una situación como la que ustedes vivieron. El secuestro afecta a todo el núcleo familiar. Las pérdidas no fueron solo suyas. Pero veo que ya empieza a darse cuenta.

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Estaba asustada.

Marizza suspiró con fuerza. Cerró los ojos unos segundos antes de atravesar las puertas de la joyería de su madre y su suegra.

En el fondo de su alma deseaba que Pablo la acechara, la conquistara; pero tal parecía que se había olvidado de ella.
Dos semanas sin una llamada, sin recibir flores, tan solo dos escuetos mensajes de texto.

Había salido con Cruz en un par de ocasiones. Se alegraba de tener a su gran amigo de vuelta en el país, pero estaba tan misterioso como Pablo. No soltaba prenda.

• De vuelta al amor || Pablizza •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora