2. ¿ONIMA?

132 22 110
                                        

-¿Alguna vez te has puesto a pensar si aquellas personas se fueron porque vos les diste una razón para hacerlo?

La mujer frente a mí, de cabello levemente canoso y un semblante fatigado, parecía anotar en su libreta cada uno de mis gestos y movimientos. Me analizaba.

-¿Por qué me pondría a pensar en eso? No es mi culpa que...

-No -me interrumpió-. No me refiero a eso, Allison. ¿Te has puesto a pensar si una de las razones por las que se van son por las mismas razones que vos misma les das?

-No lo estoy entendiendo...

-Allison, ¿por qué estás aquí?

-¿Qué? Estoy aquí porque no estoy bien, y usted es la psicóloga. Su trabajo es escucharme y ayudarme.

-No. -Su voz fue tan baja que era fácil confundirla con un susurro- Mi trabajo es darte las herramientas para que te ayudes a vos misma. Dime, ¿Por qué estás aquí?

-Porque... estoy cansada de no estar bien.

-Allison, está bien no estar bien. También está bien estar bien. Nadie tiene por qué culparte, o juzgarte por eso.

-No sé qué hago acá.

-Estás buscando salir de ese pozo. Eso ya es un avance. Entiendo que puede ser difícil.

-¡No, no lo entendés! ¡Nadie lo entiende! Solo creen que lo hacen, pero no es así. Ni siquiera te importa realmente lo que me pasa, solo estás haciendo tu trabajo, cumpliendo con tu horario, y eso está bien, supongo, pero no es lo que necesito. -Mi voz se quebró ligeramente-. Ahora me vas a escuchar por cincuenta minutos, luego te vas a ir a tu casa y si algo de lo que te digo te parece "preocupante", irás a contárselo a un adulto para empeorar mi situación. Entonces, ¿de qué carajo sirve que esté aquí sentada hoy? Si de todos modos, cuando salga de acá, mi vida va a seguir siendo la misma mierda de siempre, y cada maldito día me voy a seguir preguntando para qué vengo a estas sesiones que no me aportan absolutamente nada.

Ella entreabrió los labios. Estaba por decir algo cuando agarré mi mochila del suelo y me levanté de un salto. No le permití pronunciar ni una palabra mientras cruzaba hacia la misma puerta por la que había entrado.

Estaba bien así. No tenía que decirme nada, ni siquiera unas palabras de consuelo-no las quería, como tampoco quería la lástima de nadie. Hay sucesos que jamás deberían ocurrir, porque cuando lo hacen... pueden tener dos finales; o terminan en algo positivo, o se vuelven otra de las razones por las que desearía desaparecer. La segunda siempre es la más probable.

Desde ese día no he vuelto a pisar su consultorio. Tampoco se me ha cruzado por la cabeza hacerlo.

Quizás debería haberme quedado. Y haber dejado que dijera lo que tenía que decir. Pero ya es tarde para esos "quizás", aunque... la verdad es que no estoy segura de que hubiera cambiado algo.

Porque el problema no empezó en esa sesión, ni siquiera cuando decidí ir a terapia por primera vez.

No sé en qué momento empecé a sentir que todo me cansaba.

No hablo de estar triste todo el tiempo ni de llorar sin razón. Es más sutil que eso. Da la impresión de que algo dentro mío se apagó, como una luz que se va desvaneciendo hasta que ya no recuerdas cuándo brillaba.

La Teoría del Desastre que Eres Tú [#1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora