Desde la infancia, la luna siempre fue mi confidente silenciosa, una presencia que iluminaba mis noches más oscuras. Recuerdo vívidamente aquellos días en los que, como una niña curiosa, pasaba horas mirando el cielo nocturno desde la ventana de mi pequeña habitación.
Mi nombre es Luna, y mi conexión con la luna va más allá de la casualidad de mi nombre. Mi infancia transcurrió en un pequeño pueblo rodeado de campos y bosques, donde las noches eran mágicas y misteriosas. En aquellas noches, cuando la oscuridad envolvía todo a mi alrededor, la luna se convertía en mi compañera de juegos.
Recuerdo una noche en particular, cuando apenas tenía seis años. Era una noche despejada y estrellada, y la luna llena brillaba con un resplandor plateado en el cielo. Mis padres, creyendo que ya estaba profundamente dormida, no se dieron cuenta de mi escapada nocturna. Con una mezcla de emoción y miedo, me aventuré al patio trasero, sintiendo la frescura de la hierba bajo mis pies descalzos.
Me tumbé en el suelo y observé la luna, como si estuviera tratando de alcanzarla con mis pequeñas manos. Sentí una conexión inexplicable con ese objeto celestial, como si compartiéramos secretos que solo los sueños conocen. Mientras yacía allí, mi mente comenzó a divagar entre recuerdos aún no formados del futuro y la inocencia de la infancia.
Recuerdo haber imaginado que la luna era una diosa protectora que velaba por mí mientras dormía. Cerré los ojos y dejé que mi mente volara entre sueños, donde la luna me llevaba a lugares lejanos y me mostraba maravillas que solo existían en mi imaginación.
En ese momento, una suave brisa acarició mi rostro, y pareció susurrarme historias antiguas y secretos universales. Sentí que la luna estaba tejiendo hilos de magia a mi alrededor, guiándome a través de un viaje interior que solo los corazones inocentes pueden emprender.
Mi madre, al descubrirme en mi pequeña aventura lunar, me envolvió en sus brazos con una sonrisa. "¿Qué estabas haciendo, mi pequeña soñadora?" preguntó con cariño. No pude explicar completamente la conexión especial que sentía con la luna, pero supe que algo había cambiado en mí esa noche.
Desde entonces, la luna se convirtió en mi confidente, testigo de mis alegrías y tristezas. A medida que crecí, llevé conmigo el recuerdo de aquella noche mágica, y la luna continuó siendo mi guía en los momentos más oscuros de mi vida. A veces, cuando miro al cielo nocturno, todavía siento la misma conexión mística con ese disco plateado que me inspiró a soñar y a creer en la magia que se esconde en las noches estrelladas.
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Aquello que renació de las cenizas
Random¿Como te quedas si alguien te dice que tu ex se ha tirado a tu mejor amiga? JA, vaya expresión de sorpresa. La pregunta no tiene nada que ver. . . supongo, ni puta idea de si mi ex se esta tirando a mi mejor amiga. Habrás entrado aquí posiblemente...