El Inmortal

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No recuerdo nada de mi vida. Hace mucho que olvidé mi nombre, hace mucho que dejé de contar mi edad. Ha pasado tanto tiempo desde la muerte de mi madre, mis hermanos, mis amigos, todos los que alguna vez llegaron a amarme. Traté de guardar sus nombres y sus rostros en mi memoria, pero incluso eso se esfumó con el pasar de los milenios.

No recuerdo si alguna vez llegué a sentir atracción por alguien, pero si fue así, fue hace tanto que ya ni siquiera recuerdo a esa persona.

No recuerdo las cosas que me daban placer y alegría, ni las que me causaban disgusto u horror, pero he logrado salvar en mi memoria una sensación: la de la arena entre mis dedos. Me gusta pensar que, hace muchísimo tiempo, fui un hombre al que le gustaba ir a la playa y disfrutar del sol, el oceano y la suave arena... hace tanto que no veo ninguna de esas tres cosas, que ya las empiezo a olvidar.

He olvidado prácticamente todo, excepto un momento. Nunca podré olvidar el momento en el que me condené a olvidar, a dejar de ser un hombre.

"¿Estás seguro?" Recuerdo como preguntó aquel ser en forma de humo que acababa de salir del suelo.

"Sí", contesté en aquel entonces. No titubié ni un poco, no lo pensé dos veces; simplemente dejé salir el sí como quien acepta prestar algo con poca importancia.

"Entonces está hecho, ahora serás inmortal". Nunca podría haber dimensionado que aquellas palabras me quitarían más vida de la que me dieron.

No recuerdo qué fue lo que me llevó a pedir aquel trato con ese ente cósmico y prohibido. Ni siquiera recuedo cómo fue que llegué a saber de él, ni cuales fueron los pasos para llevar a cabo el ritual para invocarlo.

Tal vez le tenía miedo a la muerte, tal vez estaba enfermo de gravedad, tal vez era un anciano, tal vez tenía demasiadas ambiciones y sentía que en el corto periodo de tiempo que es la vida humana no alcanzaría a cumplir todas ellas. Pero al final, viendo en retrospectiva las cosas, fuera cual fuera la razón por la que pedí ser inmortal, no valió realmente la pena.

No recuerdo lo que hice en todos los milenios que viví cuando aún había mundo, ni cual fue mi reacción cuando vi que este llegó a su fin natural y yo fui lo único que no murió con él y con el resto de la vida en el planeta. Pero para ser honesto, mi reacción ante eso es de las pocas cosas que no me interesaría recordar.

Ahora estoy condenado a flotar por siempre en esta oscuridad eterna la cual ya no recuerdo como llamaba mi especie.

He olvidado la sensación de respirar, de tocar, de oír, de hablar. No me importa, realmente, ya no necesito nada de eso.

En ocasiones, puedo ver en la infinita oscuridad el rostro de aquel ente con el que hice el pacto que me condenó. Puedo ver como sonríe y se burla de mí, disfrutando de mi agonía eterna.

A veces me pregunto si hay más como yo: otros inmortales vagando por ahí, en la infinita oscuridad. Quizás hay cientos o miles que están flotando sin rumbo, deseando la muerte, suplicando por ella, pero a la vez sabiendo que nunca vendrá a reclamarlos.

Quizás ese ente negro es la muerte y este es su castigo para aquellos que no entendieron que la vida es corta y la muerte es solo otro proceso natural.

O quizás no, quizás es un ente más antiguo y poderoso que la muerte, algo que yo, incluso con mis millares de años, jamás podré llegar a entender.

Cómo sea, ahora solo me queda esperar el final. No el mio, que sé nunca llegará, sino el de todo. Espero que, cuando todo haya muerto; cuando ya nada exista, la muerte se aburra y voltee a ver a lo único aún vivo, que estoy casi seguro, seré yo. Y espero que quien sea que me haya hecho este trato maldito, se aburra de verme sufrir y me conceda mi único deseo: morir.

El Inmortal [One-Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora