31. Mi amuleto de la suerte.

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La graduación ya había llegado.

Kate y yo acudimos antes que todos, ella para terminar de ajustar toda la decoración, al final había quedado muy satisfecha y los carteles que hicimos Flynn y yo fueron vitoreados.

Estaba allí antes de lo ocaso por el maldito discurso, no había comido nada de los nervios, si veía cualquier mesa de postres echaba la pota sin tener tiempo de llegar al baño y encima los que se encargaban de poner sillas no paraban de añadir filas y filas.

A lo lejos vi llegar a Leila y fui corriendo hacia ella.

—¡Tía estás cañón!

—No lo estoy, bueno a lo mejor sí, pero estoy que me muero de los nervios, mi discurso es bastante normal, no sé qué quieren que diga, pero he hecho lo que he podido.

Apoyó sus manos en mis hombros con fuerza, de nuevo, aquel habitó lo había copiado de su padre.

Llevaba el pelo recogido en un moño, algunos mechones le caían por la cara y estaba guapísima, llevaba un vestido de seda verde y su maquillaje concordaba con el color de su ropa y zapatos, ese junto al amarillo era el color que mejor le sentaban.

—Seguro que te sale genial Lili ¿Dónde está el estreñido de tu novio?

La miré indignada por el apodo.

—Siempre tiene cara de que está enfadado o con ganas de cagar.

—Te he escuchado, Leila.

Miré por encima del hombro de mi mejor amiga y vi a mi novio llegar al lado de Jake, vestidos los dos de traje. No dudé en correr hacia él y abrazarle.

—Bueno, parece que el oso amoroso se ha levantado feliz hoy.

Flynn asesinó a Jake con la mirada.

—Escúchame, solo yo me meto con ella.

—A todo esto...

Jake miró los alrededores, buscando a alguien de mientras empujaba la cabeza de Flynn hacía otro lado.

—¿Dónde se ha metido Kate?

Señalé a la chica pelirroja que estaba a punto de hacer llorar a un alumno por su perfeccionismo.

—¡Te dije flores azules y estas son rojas, si me abuela te viese te enterraría bajo tierra!

El rubio soltó una risita y caminó hacía nuestra desesperada amiga.

—Vaya pedazo de guapura que tengo por novia, la verdad, no me extraña que me tengan envidia.

Hice una reverencia y él se echó a reír devolviéndomela al mismo tiempo.

—Flynn no sé si podré hacerlo, a ver no me queda otra, pero estoy nerviosísima, no me quería morder las uñas porque ayer me las pinté y me quedaron bonitas, pero necesito quitarme el estrés de encima.

Me entregó su mano.

—Podemos ir de la mano hasta la hora del discurso y mandas a la mierda ese estrés, apretándola, pero a poder ser no me la muerdas.

Le sonreí y me puse a su lado para no separarnos hasta la hora del discurso.

Flynn es el tipo de persona que sin decir nada ya tranquiliza al grupo, hace que nada sea incómodo, lo hace sin darse cuenta, no necesita hablar para que las personas se sientan cómodas, es como un amuleto de la suerte y en este caso era mi amuleto de la suerte.

Como dijimos, no nos separamos hasta la hora del discurso, mientras la directora me presentaba y todos aplaudían suspiré varias veces y subí al escenario con un papel algo arrugado en las manos.

Inefable Libro uno (concluida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora