Tierras Lejanas

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A las afueras de todo lo conocido, de todos los bosques, lagos, montañas y valles que vuestros ojos llegasen a imaginar, se esconde un pequeño escondite, pero no una cueva en medio de las montañas donde iría a parar un ladrón o alguien parecido, un castillo de lo más hermoso se alza a las afueras de Las Tierras Perdidas.
¿A qué viene el nombre?
No lo preguntéis porque poca gente por no decir nadie sabe porque se llamaron así.
Las Tierras Perdidas están formadas por cuatro grandes reinos hermosos llenos de personajes extraordinarios y animales exóticos e inimaginables.
Las Tierras de los Hombres se alzan en los valles y colinas en el centro de este reino.
Las Tierras de las Hadas se muestran hermosas en el gran lago donde desemboca el rio salido de las montañas.
Las Tierras de los Elfos no son otras que los bosques, tres en total, repartidos por el reino.
Las Tierras de los Dragones se esconden en las grandes montañas que envuelven por el norte Las Tierras Perdidas.
El mar se acerca al uno de los bosques por el sur. Su destino, nadie lo sabe con seguridad pero aquellos que se embarcan a descubrirlo nunca vuelven para contar lo que pudieron ver.
¿Dónde entra un hermoso castillo en este mapa?
Las montañas que se alzan por el norte ocultan a la perfección este castillo en el cual vive alguien misterioso, alguien importante. El castillo, con grandes torres y techos puntiagudos luce colores rojos, grises y negros como las escamas de un dragón de fuego, que según las leyendas lo protege a él y a su dueña.
Nadie ha entrado.
Se comenta que solo los habitantes de las montañas saben quien vive allí y que pretende la persona a la que os quiero presentar, pues de ella va esta historia, de ella y de un hombre pero, él es para otro momento. Ella es hermosa, una joven de pelo largo y castaño hasta las rodillas (siempre luciendo una horquilla de un dragón negro dormido), ojos verdes como los de un gato negro y un rostro perfecto, sin imperfecciones. Su vestido rojo y negro, muy hermoso además de añadir sus guantes negros que adornan su mano hasta el codo.
Hace mucho tiempo que nadie sabe como se llama, hace mucho tiempo que a la gente de la montaña se le olvidó esta imagen y lo poderosa que puede llegar a ser.
Supongo que no es un misterio decirte que es esta mujer, es una domadora de dragones y de las mejores de las Tierras, pero su talento se esconde tras los muros del castillo desde hace ya dieciocho años. Nadie sabe nada de ella, pero desde luego que sabrán de su existencia, la gente de la montaña y del resto de las Tierras.
¿Os la imagináis?
Hay una persona de las Tierras Lejanas que no puede dejar de imaginársela y es de él de quien os quiero hablar ahora. Pero no os confundáis porque no es nuestro héroe, es más bien un hombre viejo y cascarrabias que por desgracia o alegría es rey.
Kiran es el rey de los hombres, o así se le llaman y se le conoce. Vice en el valle, en un pequeño palacio no más grande que el castillo el cual está lleno de habitaciones las cuales de la mitad no se usa ninguna, pero es un rey y él pensaba que por tener más, más rey eras. Su aspecto, pues es un hombre viejo, como he dicho antes, con canas en todo el pelo y algunos, aún que ya escasos, pelos grises. Su inmensa corona pesaba más que un dragón que ha llegado a la adolescencia por lo que no se la ponía mucho, pero eso sí, siempre la lucía en la sala del trono puesta en una hermosa vitrina. La corona pues, adornada con gemas de todos los tipos y colores y con mucho oro por todas partes, de hay su peso. Y si hablamos de su capa podría pasarme la mañana escribiendo sobre ella, así que la resumiré en una prenda blanca completa con bordes rojos y cantidad de dibujos en su interior por no hablar de gemas en los bordes rojos.

Ahora que, mas o menos os hacéis una idea de como es este rey cascarrabias y mandón, os puedo presentar su reino, aquello de lo que el hombre está al mando. La Tierra de los Hombres, en concreto, el valle (porque las colinas están al mando de otro rey no importante en este relato) es una hermosa ciudad llena de casas hechas de madera, las más prestigiosas de piedra, algunas hasta con tres pisos de altura. El comercio era abundante, los mercados llenos los domingos y los viajeros del norte siempre con nuevos artículos para vender e incluso regalar a niños y niñas. Aquellos que venían del norte venían concretamente del bosque de los elfos, uno de los tres, este característico por adorar las estrellas. Algunos dicen hasta que, pueden hablar con ellas pero nadie lo asegura ciertamente.

CassandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora