XXXVII: El pasado

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- ¡Maldita sea! Tenía que sacarme el viejo ese...- Se quejó en voz alta frustrado y volviendo a golpear la mesa en su habitación.

Luego se miró en el espejo, allí estaba, aquella cicatriz que le había cambiado, que marcaba aquella estúpida guerra. Apenas si recordaba su vida antes de aquella cicatriz, pero trató de hacer memoria. Apenas tenía 15 años cuando la caravana en la que viajaba fue sorprendida por un ataque a cargo de bandos reaccionarios. La caravana iba a abastecer a las sacerdotisas. De entre todas las muchachas que llevaban para el rito de iniciación, había una chica esbelta de cuerpo llamativo y casi tan alta como él... Sus ojos eran grises y su cabello plata reluciente... sin duda era hija del desierto, por sus venas corría la sangre de una de las familias tan milenarias como la de Zeth. Ella no lloraba, como las demás, aceptaba su destino con orgullo y la cabeza en alto. Cuando el ataque ocurrió debieron acampar de urgencia para atender a los heridos y ella se ofreció a aplicar sus conocimientos en sanación... Zeth recordó cuando aquella noche despertó, pues había quedado inconsciente al recibir un golpe de espada que logró interceptar antes de que toque el pecho de su hermano. Al abrir los ojos, notó un gran dolor en su brazo derecho, pero enseguida Caterynah, como si de un ángel se tratara lo tranquilizó. Fue allí donde los dos conectaron inmediatamente. Y cuando pudieron continuar viaje, una noche de descanso, ella de algún modo logró escabullirse hasta el refugio de el, y allí se dejaron llevar por sus impulsos de jóvenes sin medir las consecuencias...

Zeth casi no pensaba en ella, pues sus caminos se habían separado hace tiempo, claro que fue un escandalo cuando las sacerdotisas descubrieron que ella no conservaba su virginidad... Su padre Zihad, lo obligó a ofrecerle compromiso, pero Caterynah lo rechazó y suplicó a las sacerdotisas que la dejen hacer el rito de iniciación para salvar así el honor de su familia.

Muchos fueron los rumores según su madre, mucho se dijo en el pueblo cuando el chisme se esparció. Pero eso no era nada en comparación de lo que se vivía a causa del tenso ambiente antes de la guerra y Zeth tenía preocupaciones más grandes que lo que la gente piense acerca de él. El recuerdo de Caterynah era lejano como quien recuerda a su primer amor, pues nunca más volvió a saber de ella, las sacerdotisas nunca informan quienes sobreviven al rito de iniciación... En ese entonces, Zeth ni siquiera tuvo tiempo de saber si aquel impulso y deseo físico, había sido amor o no. El creía que no había sido creado para sentir esa clase de amor. El pensaba que había llenado sus ojos y su mente de tanta sangre y muerte que no era digno de sentir de nuevo. Sin embargo, lo que había dicho sobre lo que sentía con Samira, era real. Su sonrisa y frescura, de algún modo le hacía pensar que tal vez esta vez la paz era duradera y posible.

***

Antes que caiga la noche Kadir anunció que ya tenían los informes listos y llegó Mehmet a la casona en busca de los documentos.

-Aquí tienes Mehmet, debes llevar estos sobres al consejo de ancianos y entregárselos en persona. Debes esperar la respuesta y recién regresar. - Le explicaba Anisa en el despacho de la casona. –Seguramente tardaran en darte la respuesta, pero espera lo necesario. Toma, con esto cubrirás los gastos de estadía...- Le extendió los documentos y una bolsa de monedas.

-Si señora, gracias... Pero antes de partir, ¿podría hablar con el señor Zeth? - preguntó el muchacho de ojos color dorados y piel morena.

-Claro... Hade querida avísale a Zeth que Mehmet necesita hablar con el. -

-Si señora...- dijo Hade y se marchó en busca de su señor.

Samira veía cómo Hade salía del despacho y luego la vio volver seguida de Zeth quien iba muy serio y no se percató de que ella seguía bordando en los sillones de la sala. No lo había visto desde que lo habían llamado a la entrevista luego del almuerzo. Al entrar Zeth al despacho, salieron Anisa y Hade.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora