III

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LLEGASTE TÚ

Miraba por la ventana cómo la oscuridad caía rápidamente, pero luego desvié mi atención hacia mi amigo Dante cuando me puse de pie, mirando en dirección a la cocina.

-¿Te ayudo, Dan? -pregunté, desviando la mirada hacia la cocina.

-¿Dan? -inquirió el chico con un aire de chico malo.

-Así es como yo lo llamo. Por favor, solo abrevio su nombre -le lancé una mirada molesta.

-Suena muy ridículo con tu voz aguda -opinó.

-¿Pedí tu opinión? ¿No, verdad? Así que no me importa mucho. Gracias de todos modos por dar tu opinión cuando nadie la pidió -respondí, ya era el colmo con este chico.

-Gracias.

-No fue un cumplido -fruncí el ceño.

-Para mí sí lo fue, morochita -su comentario me desconcertó.

-¿Qué...?

-¿Puedo llamarte así, morochita? -me miró intensamente, sin borrar esa estúpida y encantadora sonrisa.

-Llámame como quieras -crucé los brazos y rodé los ojos.

-Ya, dejen de pelear -Dan interrumpió mientras traía las hamburguesas en un plato.

-No estamos peleando -parece que nos coordinamos porque lo dijimos al mismo tiempo. Él me miró divertido, pero yo le devolví la diversión con una mirada de desprecio.

Cada uno se sirvió su porción, y yo estaba concentrada en ponerle de todo. Las hamburguesas no se comen todos los días, solo Dante me complace con este tipo de caprichos; ya me está malcriando. Perdí mi concentración porque un señorito de ojitos profundos y voz seductora me observaba cada acción mientras preparaba mi porción.

-¿Qué? -le pregunté sin mirarlo.

-¿Todo eso le pones?

-¿Algún problema con eso? -sonreí con mis ojitos brillantes cuando Dan me pasó las papitas fritas.

-Estas son tuyas, Ryu -le entregó unos patis raros para mi vista, hasta que dijo:- Hamburguesas vegetarianas.

Hice una mueca al oírlo. Parece que mi reacción llamó la atención al imbécil, porque sin mirarlo sabía que se estaba frotando la barbilla con curiosidad.

-Ya déjala, Ryu. Ella está feliz -sonrió mientras acariciaba mi cabeza como si se tratara de su propia hija.

Ryu, rendido, levantó ambas manos. Luego nos la pasamos comiendo y hablando sobre ellos; sobre mí, solo cosas de la escuela. Lo bueno es que averigüé la edad del idiota, me lleva solo dos años, así que Dan también es más grande que él. Pensé que sería bueno que tuviera otro amigo, pero un poco más cercano a mi edad. Quisiéramos o no, Dan nos obligó a intercambiar números.

-Fue divertido, Dan, pero debo irme a casa; mi madre me matará.

-Está bien, ¿puedes llevarla, Ryu?

-¿¡Qué!? -él muy pesado se reía mientras Dan encogía los hombros.

-Tengo cosas que hacer, perdón -me depositó un beso en la frente-, te llevará Ryu. Hasta mañana.

Until The Last Breath ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora