Corrí hasta la puerta cuando la escuché sonar.
Era Johann.Johann.
Johann.
Mi amigo de la secundaria. Mi amor juvenil. El chico de 1.88 m. que avergonzaba mi estatura de 1.78 (incluyendo el volúmen de mi cabello de moras).
Si, mi novio.Éramos raros, separados; Pero juntos, éramos los mejores.
Esa noche mis tíos habían salido a la casa de mi abuela, y me advirtieron de no abrir la puerta a nadie, pero los cuentos de hadas serían aburridos si nadie hubiese abierto la puerta en primer lugar. Eso lo sabía.
Compartimos un abrazo y nos dirigimos al típico pub de siempre.
Él condujo el automóvil negro, (como sus ojos, o su alma) y al llegar al pub comenzamos a disfrutar. Le pedí de favor volver más temprano, ya que no deseaba que mis tíos supiesen que me escabullí frente a sus narices, y el me dijo que estaba bien.
Bailamos por algún rato hasta que nos sucedió como a Cenicienta y nos olvidamos del reloj. Eran las 22:47. Dios.
Estaba en un gran lío.
Yo conduciría.
Tal vez así llegaríamos más rápido, ya que yo manejaba como desquiciada, ya me lo habían dicho.Cuando en el camino comenzamos a platicar surgieron las dificultades.
"Tarsa," mencionó Johann con su voz grave y dulce, "¿por qué tanta prisa?"
"Necesito llegar urgentemente, Johann."
"¿Por qué?"
"Porque debo. Me escapé de la casa para asistir contigo ahora. Johann. Estoy mal.
Prácticamente, he reprobado el año. En cuatro días comienzan mis exámenes.
Y voy muy mal. Tan mal que me han dicho que me sacarán de mi casa si repruebo.""¡¿Qué dices!?" preguntó preocupado. "Esto es mi culpa. Reprobarás por mí. Dios. No quería hacerte esto, Tarsa. Tú eres muy inteligente, y por mí influencia en ti, fracasarás."
"No, Johann. No lo haré, cariño. Conozco cada página de cada libro. No te preocupes."
"¡¿Cómo no preocuparme por ti?!
Tarsa, estás mal. No debí escucharte ahora. No debimos haber salido. Yo te hubiese ayudado a estudiar y ya. No era necesario.""Si lo era, Johann. Estar enjaulada hace daño. Necesitaba salir. Tener aire fresco. No quiero ir a casa, porque ahí están las personas que están dispuestas a expulsarme de mi hogar. Ya no es mi casa, ES SU CASA. Y probablemente, después de esta noche ya no seré bienvenida jamás. Es que no lo entiendes..."
"¡Cuidado!" vociferó Johann.
De repente, en una noche tan tranquila, un bus doble se nos cruzó en el camino y Johann tomó el volante para desviarnos. Y no chocamos contra el bus, sino delicadamente contra un árbol.
Johann bajó del automóvil y me sostuvo en sus brazos. Llamó a una ambulancia, pues aunque no estaba tan gravemente herida, si lo estaba.
Tenía algunos rasguños en mis piernas pálidas y en mis brazos.
Estaba verderamente asustada aunque no triste.En la ambulancia, Johann me dijo que tenía miedo de que estuviese peor.
A lo que yo le respondí:
"Cariño, yo no tengo miedo. Pues considero que morir a tu lado es verdaderamente un placer."
Olvidé completamente qué sucedió luego de que uniera mis labios con los suyos.