Inusual

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Shinobu corrió de nuevo al cementerio al darse cuenta que Kanao no venía atrás suyo

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Shinobu corrió de nuevo al cementerio al darse cuenta que Kanao no venía atrás suyo. Algo irritada por el comportamiento de la pequeña niña, tan dependiente e indecisa.

a escena de las tres personas que se encontraban ahí. Detuvo su andar y se dedico a hacer el menor ruido. Kanao miro a Kocho, pero aun así seguía presa entre los brazos del omega sumado a otros brazos que le pertenecían al albino.

El olor de ambos era muy dulce y se la habían pasado así por veinte minutos,  desde que llego Shinobu. Inconscientemente la oji-morada lanzó un suspiro, llamando la atención del alfa y que se diera cuenta de lo que estaba haciendo.

El azabache también volvió en si, quedándose quieto para no resivir algún ataque o grito del menor.
Solo aflojó el agarre que tenía sobre Kanao, mirando hacia el suelo para que evitará ver su rostro. Estaba avergonzado, se había quedado un buen tiempo en esa posición como para actuar con normalidad.

—Perdón... Ya puedes irte —acarició levemente la mejilla de la niña, ya no había lágrimas, gracias a que había logrado calmar a la cachorra.

Kanao hizo una reverencia y se fue junto con Shinobu de ahí. Dejándolos completamente solos.

El ambiente estaba tenso. No querían estar juntos pero sentían la necesidad de volverse a abrazar sentirse cómodos entre sus brazos, disfrutando del suave aroma, poder colocar sus manos donde se les plasca.

—Mierda —gruñó el alfa, estaba muy molesto pero aun tenía que respetar el hecho de estar frente a la tumba.

Giyuu lo miro de reojo, había levantado su vista gracias a que sus mejillas habían vuelto a su color habitual. Temeroso de lo que él alfa podría hacerle decidió volver a su finca y descansar correctamente.

—Omega —otro gruñido, pero se de tuvo al llamado sin voltearlo a ver. Suspiro pesadamente y su cuerpo reaccionó temblando levemente de miedo, miedo de lo que él alfa podría hacerle.

Sanemi contenía sus ganas de insultar al azabache, ese omega se sentía tan grande que ni siquiera lo volteaba a ver. Así que agarro su brazo de forma violenta para que pudiera darle la cara. Aun no entendía por que el omega insistía con su dulce aroma, lo había olfateado de lejos y su olor era amargo asqueroso para su gusto pero ahora que tenía una distancia no tan considerable su olor era dulce.

—No pienses ni en marcharte —amenazó agarrándole de haori de dos patrones para llevarlo frente a la tumba.

Tomioka estaba sentado junto al albino quien lo tenía muy bien agarrado de la cintura. Tener tanto contacto lo ponía nervioso, no pudo evitar que sus mejillas se pintaran de rojo.
El alfa no parecía querer soltarlo y cada minúsculo movimiento con el que intentaba escapar, su agarre se hacia más fuerte.

Shinazugawa no miraba al omega a su lado; su corazón, su instinto le impedía dejarlo libre aun que sea un par de horas juntos, disfrutándolo como si fueran años junto a él.
Pero el oji-azul no parecía cómodo y le irritaba de sobre manera que no se quedara quieto, obligándolo a pegarlo más y sujetar lo más fuerte.

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