El octavo mes

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Siempre me han dicho qué y qué no hacer.

Ponte esto, come despacio, no hables, esfúmate, eres inútil, para qué has nacido.

Siempre me han movido como un títere, como un objeto.

Jamás sentí que fuera humana, que pudiera elegir

Durante los primeros seis años de mi vida, mi única existencia se basaba en complacer, en servir, en sangrar.

Todo cambió el día que conocí a Manson en aquel callejón.
Estaba abatida, tirada con la cara pegada al suelo. Aún recuerdo cómo aquel hedor a comida putrefacta y orina ahogaban mis fosas nasales. Había huido de casa hasta desplomarme muerta del hambre en aquel lugar.

Todavía conservo la rama con la que Manson me dio golpecitos en la cabeza para comprobar si aún seguía con vida.

Sin darme cuenta, antes de que él pudiera girarse y encomendar de nuevo su camino, me refugié en él. Tomé el extremo de aquel leño, como si fuera la mano misma de Manson.

Caminábamos por las iluminadas calles de Ciudad Esperanza, unidos por aquel trozo de madera. La tripa me dolía del hambre y mis pasos eran torpes y descuidados.

A pesar del sabroso y tentador olor a castañas recién asadas, lo único que hizo que parara en seco fue un tímido destello

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A pesar del sabroso y tentador olor a castañas recién asadas, lo único que hizo que parara en seco fue un tímido destello.

Provenía de una tienda artesanal de segunda mano, la cuál era atendida por una mujer de rostro pálido y cabellos negros.

El destello era de un collar, para los ojos de una niña resultaba fascinante, parecía ser la única que creía ver aquellos destellos y cómo una voz le susurraba y persuadía para tenerlo alrededor de su cuello.

Manson tiraba del palo pero aquella niña seguía dispuesta a no moverse, no sin el collar.

-Lamentarás luego tu decisión, no te compraré nada más y morirás de hambre renacuaja- dijo Manson sacando una pequeña bolsa de monedas de oro con una expresión refunfuñona.

No obstante, aquel refunfuñón me compró tanto el collar como un cartucho de castañas asadas.

Jamás me preguntó por qué me encontraba sola e indispuesta aquel día en ese frío y sucio lugar. Simplemente me acogió y cuidó como a su propia hija, como una más de su familia.

Han pasado 18 años desde que Manson me salvó en Ciudad Esperanza. Hoy nos embarcamos hacia la Ciudadela, nuestro nuevo hogar. Según Manson, le ofrecieron un nuevo trabajo allí.

Parece ser que el año pasado reabrieron la Ciudad a pesar de la tragedia que se cometió.

Vivir en un lugar que fue una carnicería hace un par de años no me agradaba. No obstante era un destino mucho más agradable que el seguir viviendo con mis padres.

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⏰ Última actualización: May 14 ⏰

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