Heartbeat (By Kmila)

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Era temprano apenas pude ver siquiera los resplandores del sol, lo ocurrido anteriormente me había dejado algo cabreado, odiaba meterse en alguna que otra pelea y acabar así, porque sinceramente le cansaba estar abusando de los más débiles, pero algo que jamás podría negar era que amaba hacer daño, amaba ver sufrir a las personas, verlas callar su dolor, tratar de olvidarle, cuando siempre estaría allí, ese dolor al que nadie podría borrar, porque después de todo las heridas nunca sanaban completamente.

Ese dolor que muchos sentían, y todo por su culpa, esa sensación de placer le encantaba, comenzar un juego, tener un nuevo juguete, para luego romperle y desecharlo, como si jamas hubiese valido nada. La idea le divertía, la de iniciar un nuevo juego, la de crear nuevas reglas, la de encontrar otro juguete, un juguete de porcelana, tan suave e inocente, tan dulce y delicado, tan indefenso e insolente, alguien que siguiera sumiso su juego, alguien que creyese que este era su juego, que tenían el control, para luego enseñarles que podían perder.

Las cartas eran lanzadas sobre la mesa, y aunque muchos le viesen quejarse, esa sonrisa cínica, no tardaba en aparecer, dando a demostrar que las riendas siempre las tuvo el, el siempre movía los hilos, haciendo bailar a sus juguetes, como las marionetas que eran, sus títeres, podían romperse, pero el los cuidaba de todo mal, y siempre estaba bien, algunos creían que era porque el les protegería de todo, sin saber que, él, era el propio mal, y ahí, era el momento en el que siempre ganaba el juego, dicen que a la persona había que vencerla en su propio juego, pero a él, nadie le ganaba, nadie le podía, ni podría tampoco, el movía los hilos, dando a demostrar que el, siempre podría alargar el tiempo de su victoria, tanto como podía acortarlo, pero el lo amaba, amaba ver a las personas con un brillo de esperanza, para luego ver sus cuerpos muertos ante su siguiente movimiento

Lucifer, oculto en aquel cuerpo, el cuerpo de un joven, que a primeras vista, no es nadie, cuando el podía ser malo, y hasta peor, podía ser aquel dolor de cabeza que jamás olvidarías, esa mirada jamás se olvidaba, no del todo, esos ojos tan intensos, era un fuerte muro de piedra, uno que ni el más fuerte impacto podría destruir, nadie sabía como romper aquella celda, en la que había encarcelado su humanidad como persona, su dolor, sus ansias y emociones o su felicidad, estaban allí en lo más profundo de un corazón frío y muerto, que ya no latía, un alma en pena que había sufrido, y ahora esto era en lo que se había convertido.

Sus ojos aquellos con los que había matado y dañado a muchos, aquellos con los que había contemplado lo que era estar muerto en vida. Miraban el amanecer, daba una vuelta en su auto, su Cadillac. Rondando por allí, esa ciudad, la ley, mejor dicho, su ley, su ciudad, su mando, sus juguetes, sus reglas, su juego. Eso era el, un jugador, una persona en el mundo, entre tantos juguetes, el tenía los hilos atados a sus manos, y los movería a su antojo, haciendo danzar a las hermosas marionetas que tenia bajo control y que sin duda volverían a el, porque el jamás, perdía nada, el jamás perdía un juego, porque siempre, era el ganador, en un mundo de perdedores.

Dio marcha atrás, quería volver a su casa, y dormir por largas horas, sin ningún inconveniente, del cual tuviera que ocuparse al llegar. Llego a su casa, dejando aparcado su auto en el garaje, que solo el utilizaba, sacó sus llaves y intento abrir la cerradura, logró entrar en su casa, un ligero ruido, solo eso, aspiro el oxígeno, aquel aire, miro a su alrededor, y frunció el ceño, justo cuando no deseaba ningún inconveniente, estaba su mayor obstáculo en medio, su padre estaba en casa, y eso, le cabreaba, golpeó la pared con sus puños, descargando aquella frustración.

Estuvo así, miro sus nudillos, estaban ligeramente raspados, en cambio la pared, estaba quebrada en la zona golpeada, desencajado su mandíbula al ver a su padre bajar por las escaleras, golpeaba con sus dedos nuevamente la pared, tratando de almacenar paciencia, para no enojarse allí mismo. Miro al mayor unos minutos, este solo le miro unos segundos, el sonrió, ni siquiera su propio padre, podía mantener la mirada en alto frente a él, le vio recoger algunas de sus pertenencias, espero pacientemente a que se largase, quería tener paz y dormir, y con el allí, eso sería imposible.

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