11. "Resentimiento"

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Con la mano izquierda en puño cerrado a su espalda, retrocedió ágilmente evitando el toque de su adversario. Sus pies se cruzaron al girar para buscar un punto débil en su guardia, pero aunque le gustaba el ejercicio y la esgrima, Naruto tenía la cabeza tan llena de pensamientos, que no lograba concentrarse del todo en sus tácticas y combatía por instinto.

—¡Touché!— exclamó Shikamaru, pinchando un costado de su pecho, justo sobre su corazón. El rey resopló y otra vez fué a cituarse en el punto de partida, sopesando su sable e inspeccionando que la protección de la punta estuviera en su lugar —Su majestad debe prestar más atención— aconsejó el chambelán —Apuesto todo lo que poseo, a que es la reina la que ocupa su pensamiento.

—Arrojó las flores por la ventana. Te dije que no era buena idea— bufó.

—Usted me pidió consejo...

—Es que no sé como complacerla— admitió en un murmullo —Ella es diferente... Intenté mandar a traer a su yegua, pero ya había dado la orden, como si siempre fuera un paso delante de mí; cada vez convenciéndome más de que no... la merezco.

—Si quiere alegrarla, lo primero que tiene que hacer es disculparse por su actitud.

—¡Ya lo sé!— exclamó enojado, maldiciendo entre dientes al recordar su último encuentro —¿Pero cómo hacerlo, si ni siquiera puedo mirarla a los ojos? Seguro cree que soy un imbécil... ¡y por Dios!, razón no le falta— dijo y siguió farfullando para sí, bajo los ojos de su criado.

—Si no se le acerca, no va a acostumbrarse a ella y jamás podrá hablarle otra vez. Debe dar el paso, majestad, yo sé lo que significa para usted, pero también veo su frustración al no poder expresar sus sentimientos.

—Podría invitarla a cenar...— habló Naruto en voz baja — Si solo estamos ella y yo... tal vez...— suspiró y enderezó su postura —Shi... Shikamaru, organiza la cena. Pregúntale a los cocineros lo que más le gusta y que preparen eso para esta noche— ordenó.

—Sí, majestad— asintió el chambelán con una expresión aliviada, pero la que desapareció al ver a la princesa Kushina entrar repentinamente al salón de deportes del palacio.

Los hombros de Naruto se tensaron y su actitud se tornó fría repentinamente, nada más escuchar su título de la boca de su madre.

—¡Pierde el tiempo en esgrima, cuando su mujer me acaba de faltar respeto!— espetó —Le pido que le preste atención antes de que se crea emperatriz del mundo— exigió enojada, pero su hijo volvió a examinar su espada.

—Saori hace un estupendo trabajo, sus informes son detallados y acertados, y las resoluciones que toma muy inteligentes. Me ha quitado mucho peso desagradable con la servidumbre, así que no sé a lo que madre se refiere— respondió —Es la reina— añadió, mirándola de reojo en advertencia.

—La principal función que tiene que cumplir, no la hace. ¿Por qué a estas alturas ni siquiera han consumado?— preguntó sin mesura.

—Eso no... eso no es su culpa.

—Si la mujer no es capaz de atraer a su marido...

—Le ruego, madre, que se mantenga al margen de mis asuntos matrimoniales. Son cosas entre ella y yo— siseó.

—Pues le recuerdo, su majestad, que son la pareja real y que su "intimidad", compete a todo el imperio inglés. Será mejor que no demore, si no quiere la intervención de ajenos— advirtió la princesa, más furiosa de como había llegado, dejando las pesadas palabras en el ambiente antes de marchar.

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Le costó dejar su habitación, y aunque se había vestido con un hermoso traje negro bordado, y un pañuelo de seda plateada atado en el cuello, Naruto no se veía atractivo al mirarse al espejo. Tampoco se encontraba seguro, más bien, incluso sus manos temblaban un poco, pues esas conversaciones que antes había tenido con Saori, ahora lucían lejanas en el pasado, y volver a reunirse con ella, sobre todo después de lo que había ocurrido, se sentía como la primera vez.

Entró por fin al comedor, y como había ordenado y la servidumbre ya sabía sus costumbres, solo estaba Shikamaru y un par de sirvientes que pondrían los platos sobre la mesa, no la fila de criados que exigía el protocolo y por los que siempre se acostumbró a comer apartado. Esperó de pie, a un costado de la silla, a que ella llegara, y deseó haber tenido más tiempo para prepararse cuando Saori entró. Lucía un vestido carmín satinado, con holanes negros abundantes en las mangas al codo, terminados en encajes. El escote cuadrado y bajo del corsé rojo, dejaba a la vista el inicio de sus senos y esa piel tan blanca que no necesitaba talcos para ser aclarada. De maquillaje, solo sus mejillas tenían un color rosado, y aunque estaba bien peinada, Naruto la había soñado muchas veces con ese hermoso cabello negro suelto.

Otra vez lo dejó sin habla, nervioso bajo su mirada dura y directa, imaginando mil escenarios en los que decía una palabra y su tartamudez la hacía reír con burla. Después de lo mal que la había tratado al sentirse amenazado, la opinión que la reina tendría sobre él, sería la peor.

—Majestad...— saludó con una reverencia, y Naruto solo pudo asentir y sentarse en su silla, con las manos ocultas por el mantel, apretando sus rodillas.

Tenía que seguir el consejo de Shikamaru y dar el paso, porque los ratos que pasaron juntos fueron los mejores en años, y quería tenerla, ser su esposo en toda regla, y si no era mucho pedir, ganarse algún día su cariño.

—Sé que no... que no te gustaron... las flores— murmuró ronco.

—No, las flores son para aliviar el mal olor de los muertos en los velorios— respondió escueta.

—Pero tu habitación siempre... Siempre las pides...— mencionó, mirando su plato y sujetando un tenedor de plata en su mano.

—Es cierto, majestad, pero estas me dieron esa mala impresión.

Naruto se guardó su opinión al respecto, no había que ser un genio para notar el enojo de la reina y su actitud distante.

—Me aseguraré de enviarte un... mejor obsequio la próxima vez.

—No se moleste, me temo que cualquier cosa que me pueda dar, tendrá el mismo efecto— sentenció ella, sin tocar siquiera su comida —Como esta cena, está de sobra y es realmente molesta.

Bajando más la cabeza, el rey comenzó a percibir el fuego de la ansiedad quemando su estómago. El sentimiento de sentirse apuntado, aplastado y juzgado, el impulso de explotar y luchar para salir a flote, sin importar lo que dijera, justo lo que le ocurrió la última vez. Pero no podía repetir el mismo error.

—Quizás debas acostumbrarte, cenaremos juntos todos los días a partir de ahora— dijo frío.

—Si es lo que su alteza desea...— farfulló bajo, poniendo a prueba su límite.

—Disfruta la comida— siseó.

—Disfrútela usted.

—Mandé a preparar lo que más te gusta.

—Me importa una mierda.

—Lo mismo te importó violar mi privacidad— acusó.

—Y a tí gritarme y tratarme como una cualquiera, o pretender que no existo y deshonrarme con tu falta de interés, ¡para que después venga tu madre a echarme la culpa de lo poco hombre que eres!— Naruto pegó un golpe en la mesa con ambas manos y se puso de pie.

—¡¿Cómo te... te atreves?!

—Te... te... te...— se burló, incorporándose también bajo los ojos asustados de los criados y la cólera del rey.

—¡Saori!— vociferó.

—¡Si eras así de bestia, ¿por qué ilusionarme antes?! ¡¿Es divertido jugar con los sentimientos de una jovencita?!— inquirió sentida y se empinó una copa de vino antes de hacerla añicos en el suelo y encaminarse rumbo a la salida.

—¡Saori, detente!— exigió rey —¡Saori... es una orden!— tras escucharlo, la reina se detuvo con la mano en la manija de la gran puerta de madera y apenas miró por sobre su hombro.

—Su majestad no tiene que formar todo este teatro por orden de su madre, si necesita yacer conmigo, solo vaya a mi habitación, después de todo, soy de su propiedad— murmuró, pero lo suficientemente alto para que Naruto, al escucharla, cayera de nuevo en la silla sin poder decirle nada más.

Mad KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora