La tarde se estrenó con un tremendo aguacero, que lejos de sofocar el calor logró que este fuera más pesado entre la carga de humedad que se desprendía del suelo. El mes de junio estaba a solo unos días de su fin, y las tormentas en esa última semana se volvieron tan frecuentes como imprevistas y esta, formada en unos pocos minutos cogio de lleno a Teresa y a su pequeña Natalia camino de esa cafetería a la que con cierta frecuencia acudian los fines de semana. Ambas se resguardaron entre el hueco de una puerta, mientras el campanario anunciaba las cinco de la tarde.
< Llegaremos tarde genial> se dijo. Por un motivo u otro esa constante se repetía, rara vez llegaba a la hora acordada para tomar un café.
Miro a su pequeña que dio un respingo cuando el atronador sonido del cielo retumbo entre las estrechas calles de esta localidad. La abrazo con el fin de calmarla. Como a ella las tormentas no le gustaban aunque a Teresa la aterran cuando estas se producían de noche. Recordó un viejo truco para saber si la tormenta esta próxima o se aleja. Miro hacia el cielo espero a que este se iluminará y contó.
<Uno, dos tres..> y el sonido agudo explotó. Volvió a repetir esa acción y llego hasta seis, la siguiente hasta diez. La tormenta se estaba alejando y esa cuenta le indico que lo hacía de una manera rápida.
Aprovecho que la lluvia decreció en su intensidad para salir con su pequeña en brazos y llegar a ese local, abrió la puerta y volvió a verse observada. Odiaba esa sensación.
Durante un segundo percibió como aquel murmullo descendió en intensidad y como le rodeaban las miradas indiscretas.
No le era desconocida esa percepción que se repita una y otra vez al aparecer por la cafetería. Aunque una vez que todo el mundo comprobó quien era, paso a ser invisible y el ruido la recibió como si fuera una bofetada.
Dejo a su pequeña en el suelo y busco con su mirada a Inés. Esta la saludo con su mano desde una de las mesas situadas en el fondo de la sala.
Se abrió paso entre el tumulto de gente y cuando logró llegar dejo caer la bolsa que llevaba colgada al hombro.
- ¡Ya era hora! Que estaba pensando que me darías plantón- le dijo Inés mostrando ese hartazgo de tener que esperar.
- Pues no te creas que no lo he barajado, y más con este asco de tiempo- le respondió.
Miro a Inés que abrió sus ojos como si le lanzará mil puñales.
- Lo tuyo no tiene remedio, y no me extraña, estar tanto tiempo encerrada acabará por volverte loca- afirmó.
Teresa obvio premeditadamente sus palabras, cogió a Natalia la sentó entre sus piernas y permaneció en silencio unos segundos.
- Vas a cumplir veinte años tía, con lo poquito que te costaría salir un poco.
- Ya claro y ¿Natalia? Además, la última vez que salí durante días se estuvo hablando que me había tirado al tipo ese con el que se me ocurrió irme- le replicó mostrando un tono de enfado.
- Tu sabes que no fue así, que más da-
- No tendrá ninguna importancia para ti, ¿ sabes cuantas veces me pregunto mi madre? Se piensa que cada vez que salga voy a aparecer con un bombo.
Inés lanzó una carcajada, mientras Teresa negó con su gesto.
- Pues lo llevas claro, mejor acércate a cualquiera de los conventos y pide que te acojan, cumples el perfil a la perfección.
-Eso lo hará un día mi padre, me meterá en el torno ese donde compra los pasteles con un cartel que ponga "quedense con ella como pago en especia"- afirmó Teresa que se dejó embargar por una medida sonrisa.
-Permiso, permiso- escucharon ambas de inmediato se encontraron con dos tazas sobre su mesa.
-Gracias Carlos, ¿te acuerdas de mi prima?- le dijo Inés.
- Sí claro, ¿que tal todo?
- Cómo siempre para que me voy a quejar
- ¿Qué quieres tomar? Aprovecha antes de que me siente
- No hace falta gracias ,además aprovecho y pido que me calienten esto para Natalia- respondió Teresa que saco de su bolsa todo lo necesario para la merienda de su pequeña.
Se levantó y dejo que Inés se quedara con Natalia.
Bajo las escaleras y llego hasta el mostrador que como el resto del local se encontraba lleno de gente. Con amabilidad le pidió al camarero un refresco y que le calentará el agua con el que poder preparar la papilla.
Este la reconoció, algo que no le extraño aquel chico era un portento recordando caras.
- Vaya Teresa cuanto tiempo,¿ y Natalia?
-Arriba con Inés y con Carlos
-Esto ya esta, lo subiría pero ya ves como esta esto, me alegra verte de nuevo- le dijo a modo de disculpa.
- No te preocupes, gracias de todos modos, me las sabré apañar, espero no quemarme- respondió.
Vaciló durante un instante, procuro hacerse hueco hasta encontrar el momento para subir las escaleras. Antes de lograrlo comenzó a sentir como el calor producido por ese tarro de cristal resultaba imposible de soportar.
Subió a toda prisa y llego hasta la mesa. De repente el murmullo cesó como había ocurrido cuando apareció. Pero esta vez se prolongó algo más en el tiempo, intento ver quien entraba pero no logro ver quien o quienes habían sido esta vez el motivo. Todo volvió a la normalidad o al menos eso parecía. Carlos se levantó y se marchó.
-Bueno ¿ y vosotros que? porque quedar conmigo y traer a Carlos tendrá un motivo no- le pregunto Teresa a Inés.
- Ninguno en especial, además no tardarán en llegar Maria y Silvia, seguro que les pillo el aguacero y han vuelto a casa para aparecer divinas-