Capítulo N° 4

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Sabía que ver a Nora el fin de semana sería imposible, su hermano mayor estaba de visita y esos eran los momentos más felices en la vida de ella, porque su madre la trataba bien en presencia de él. Pero Guille se sentía algo solo, Ana había ido a una cita con el chico que conoció en el recital, Pablo había salido con sus amigos, Lolo se había ido a visitar junto a sus padres al mayor de sus hermanos.

Guille estaba solo a merced de sus primos abusivos que no dejaban de insultarlo o reírse de él. Decidió, entonces, salir de la casa e ir al centro de la ciudad. Quería buscar un teléfono público para llamar a Clap, pues de hacerlo en la casa tendría que soportar aún más a sus primos.

Era sábado a la tarde, y con la guitarra en su espalda se subió al colectivo que lo llevaba al centro para poder pasear por allí. Tenía el número de Clap en su bolsillo, bien protegido, y solo lo sacó cuando llegó a un teléfono público. Tomó una moneda de su bolsillo y entonces marcó el número. Oyó el tono dos veces antes de que la voz de un niño le atendiera.

—Hola, buenas tardes, ¿se encuentra Claudia? Soy Guille.

¡Clau, tu novio otra vez!

Guille sintió sus mejillas arder.

¡No es mi novio, tonto, es un amigo! —Oyó a Clap gritar a lo lejos—. Hola, Guille, ¿cómo estás? Disculpá a mi hermanito, está un poco tarado, se cayó de la cuna una vez —dijo con una risita—. ¿Qué andabas haciendo?

—Estoy bien, vine al centro a pasear un rato, quería saber si estabas libre, capaz podíamos tomar algo y charlar, po.

Solo podría una hora, porque mamá se va a ir a una cita y debo quedarme en casa a cuidar de estos demonios —dijo con un suspiro—. Puedo ir ahora, ¿querés? Agarro la bici y voy, llegaría en diez minutos más o menos.

—Dale, sí. ¿Te parece si te espero en la plaza?

Buenísimo, me queda más cerca. Llevo la guitarra. Nos vemos en un ratito, Guille, besitos.

Guille sonrió con alegría y colgó el teléfono, pero primero se fijó si le había sobrado alguna moneda en el teléfono, que guardó nuevamente en su bolsillo. Comenzó entonces su caminata hacia algún kiosco, para poder comprar una gaseosa y un paquete de snacks, y solo luego de eso es que se dirigió hacia la plaza. Sin embargo, mientras caminaba por el centro, oyó el sonido de un bandoneón tocar tango. Se acercó hacia allí con curiosidad por la música, porque era el segundo bandoneón que oía en la ciudad.

Todo tuvo sentido para él cuando allí, sentado en un banquito, vio a Leo tocando. La gente que pasaba le arrojaba monedas en el estuche y él agradecía con un asentimiento de cabeza educado. Tenía el cabello recogido en una colita, lo que despejaba su rostro atractivo.

—No sabía que tocabas tango también —dijo Guille cuando se acercó a él.

—¡Eh, cómo anda mi gurisito! —dijo Leo con una sonrisa sin dejar de tocar—. Me encontraste laburando, una horita más y ya regreso a casa, fue un buen día para las propinas.

Guille parpadeó, algo confundido.

—¿Tu trabajo es tocar el bandoneón?

—¡Sipué! Soy músico callejero —explicó con una sonrisa—. Me niego a trabajar para otros, a que manden sobre mí o participar de este sistema que oprime a los trabajadores.

—Nora diría que eso es muy hippie —se rió Guille y se cruzó de brazos.

—Y yo le diría que soy más punk que ella al oponerme al sistema —dijo con una risita y dejó de tocar—, pero no me gusta discutir.

Como el cristal [ Muñequita #0 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora