La cabeza me dolía. Me levanté del sofá de Stephanie. No sé cómo había llegado hasta allí, pero me da igual. Dean estaba durmiendo en un silla al lado mía.
- Que mono -murmuré. Me acerqué a él- Dean, Dean... despierta -nada- Será dormilón.
Me levanté y busqué por toda la casa a Sam, a Steph y a a Cass, pero no estaban. Qué raro.
- ¿Hace cuánto qué te has despertado? -mr preguntó Dean.
- Hace un par de minutos. ¿Y los demás?
- Stephanie está con Cass y Sam en la funeraria. Vendrán en seguida.
- Es verdad, he matado a la madre de Stephanie -mi voz casi se quiebra.
- Hey, hey -Dean se acercó a mí- Te intentó meter en una cárcel canadiense -finalmente me abrazó.
- Ya, pero... lo que vino luego...
- ¿Qué pasó luego?
Es verdad, solo yo sé lo de Zack. ¿Debería decírselo? ¿Y si me intenta matar?
- Dean... -seguro qué me arrepiento de esto- Tengo algo que decirte -me separé de él.
- Claro, lo que sea.
- Antes de morir, Emily me enseñó algo.
- ¿El qué?
- Buf -tomé aire- Arthur... eh... no es mi padre.
- ¿Y quién es tu padre entonces?
- Es... Zack -dije en un susurro, aunque por desgracia, él me oyó.
- ¿Qué? -dijo Dean- ¿Va en serio?
- Mi madre tuvo un lío con él -juraría que estaba a punto de llorar- Soy la hija de un puto demonio -con esa frase mi voz se quebró por completo y empecé a llorar.
Dean me abrazó con fuerza, yo correspondí su abrazo y hundí mi cara en su pecho. Empecé a llorar con más fuerza. Dean me dió un beso en la frente.
- Eh, tranquila, da igual de quién seas hija, lo que importa es quién eres tú.
- Eso no me ayuda. Zack quiere utilizarme como un arma.
- Pues no lo conseguirá mientras yo esté aquí, ¿entendido?
- Él es muy fuerte, Dean. Emily me dijo que yo acabaría siendo consumida por esos poderes de demonio.
- No le hagas caso, eso no pasará. Nosotros te protegeremos.
- Vaya, vaya, vaya -alcé la cabeza. Trixie- Bonita historia.
Dean me agarró de la muñeca y me puso detrás suya.
- No te acerques -amenazó Dean.
- Un Winchester amenazando, qué novedad -dijo ella.
- Como la toques...
- No te molestes en acabar la frase. Da igual lo que me digas, mo me intimidas, y por ahora no puedo tocarla, pero, si me dan permiso para matarla, más os vale saber esconderos -y desapareció.
- Perfecto, ahora los ángeles van a matarme.
- No te van a matar.
- Sí lo harán, Dean. Son muy fuertes.
- Tenemos a Cass.
- ¿Un solo ángel contra medio cielo? ¿En serio? ¿Cuántos crees qué podrá matar? ¿Diez? ¿Veinte? ¿Tal vez cincuenta? Siempre vendrán más, y tarde o temprano ganarán.