[Abigail's POV]
— Por favor, mamá... —Supliqué por enésima vez.
— No, Abigail. No me fío de dejarte ir sola a quien sabe dónde con una chica que no has visto en tu vida.
— Sí que la he visto. —Refunfuñé.
— ¿Sí? —Replicó—. ¿A caso ha venido aquí a verte?
— No... —Murmuré.
— ¿Entonces?
Me quedé callada, mirándola. Era cierto que la había visto. No en persona, delante de mí, en carne y hueso, pero sí a través de una pantalla, y además, habíamos hablado por teléfono más de una vez.
— Hemos hablado varias veces por Skype. —Me encogí de hombros—. Y por teléfono.
— Eso no me demuestra nada. ¡Podría ser un violador, por el amor de Dios!
— ¡Mamá! —Exclamé, atónita—. Eres una exagerada. ¿Cómo va a ser un violador, chico, para empezar? He oído su voz, y era totalmente femenina.
— Puede haber usado un modulador de voz. Aby, eres muy ingénua. —Insistió.
— Arg, no hay quien hable contigo. —Dije molesta.
Salí de la cocina, atravesé el pasillo y me interné en mi habitación. Subí las escaleras que conectaban el suelo con la plataforma a dos metros de éste, dónde estaba situada mi cama. Me dejé caer en ella, agotada.
Miré el techo azul cielo, pensativa. Habíamos estado varias semanas planeando dónde iríamos, qué haríamos e imaginando mil historias distintas en cuanto nos viéramos, pero en ese momento, sentí como todo se rompía en mil pedazos, por la cabezonería de la mujer que me trajo al mundo.
— ¡Abigail! —Me llamó, pero no contesté ni hice ademán de moverme de la cama.
Me llamó varias veces más, pero seguí ignorándola. No tenía ganas de hablar con ella. Tal vez exageraba, pero en esos momentos no quería ni verla.
— Abigail, ¿se puede saber por qué me ignoras? —Preguntó recostándose en la puerta.
— Pues, por que no quiero hablar contigo. —Respondí sin despegar la mirada del techo.
— Baja un momento. Necesito hablar contigo.
— No, ya me has dejado claro lo que piensas del viaje, así que no tengo nada más que hablar.
— ¿Dónde queréis ir?
— Italia. —Dije con sequedad.
— Oh, ¿a qué parte?
— ¿Qué más da? —Me incorporé, mirándola fulminantemente—. No voy a ir, de todas formas.
Ella se movió nerviosa y levantó la mirada hacia mi rostro. Mi madre era clavada a mí, o más bien, yo a ella, a diferencia del color de pelo. Ella era castaña tirando a pelirrojo, y yo rubia tirando a castaño. Por lo demás, éramos dos gotas de agua.
— ¿Te hace mucha ilusión ir?
— ¡Sí! —Exclamé—. Sería la primera vez que saldría de España en mi vida, mamá. Es algo importante para mí. Además, ¡ya tengo casi dieciocho años!
— Está bien. Llama a tu amiga, quiero hablar con ella.
Sonreí ampliamente, bajé a trompicones las escaleras de metal, haciendo que sonaran bajo mis pies, cogí el teléfono con rapidez y la busqué en mis contactos. Sin oscilar ni un segundo, le di al botón verde de llamada.
[Marina's POV]
Estaba en mi cuarto, con la puerta cerrada y los cascos puestos escuchando música. Me encantaba ignorar el mundo que me rodeaba y estar en mi propio mundo, mientras pintaba en mi bloc de dibujo una ciudad, quería imaginar como seria al lugar que iría con mi mejor amiga. Es verdad que podría mirarlo en Google pero prefería imaginar y luego verlo todo en la realidad.
Ya había salido varias veces fe España pero nunca sin mis padres. Soy un año menos que Abigail, mi mejor amiga, y cumpliré 17 en unos meses. Por eso mis padres no están aun muy conformes con que vaya pero en ningún momento dijeron que no.
Mi madre abrió la puerta de mi cuarto y me quite los cascos, parecía enfadada otra vez no la oí llamarme y me caería una bronca. Estaba harta de esta maldita casa, con mi padre me llevaba genial pero con ella no.
— ¿Cuantas veces tendré que llamarte hasta que te dignes en bajar? —Preguntó con cierta ironía en su voz aguda.
— Lo hubiéramos averiguado si no llegas a entrar tú aquí —Dije algo borde, como solía hablarle a ella.
— Tu amiga ha llamado, aquélla valenciana, la que se va a ir contigo a Italia.
Sí, tenía pensado irme un mes fuera de aquí, perderme por las calles de Italia con mi mejor amiga a la que no había visto nunca en persona pero a la que quería como si viviéramos en el mismo sitio. Tanto aquí, en Andalucía, o allí, en Valencia.
— Ahora la llamo yo de vuelta —Me levanté perezosamente y salí de la habitación, dejándola allí plantada.
Bajé al salón por la escalera de mármol que conectaba los tres pisos de mi casa unifamiliar. Entré en el salón, cogí el teléfono inalámbrico y volví a subir a mi cuarto.
Por suerte, cuando llegué, mi madre ya no estaba allí. Cerré la puerta, me senté en la cama y me dispuse a llamar a Abigail.