CAPÍTULO VEINTISÉIS

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The Tide -Niall Horan

Los finales no siempre llegan en la última línea de la última página de un libro.

Algunos finales llegan en mitad del caos, dejando una frase a medias, el humo de un cigarrillo por consumir, una historia que ya nunca podrá concluirse.

Los finales a veces llegan y tienen sabor, el sabor de todo aquello que nos quedó por decir o hacer.

Los finales a veces no huelen a lágrimas ni a gritos sino a risas y a palomitas de caramelo.

Mavi ya le llegaba a Jessica por la cintura para la segunda semana de julio, sus dientes delanteros ya habían salido y su cabello había crecido y se había aclarado un par de tonos.

Había pasado más de un año y Santa Mar celebraba su feria anual a orillas del río.

Habían acordado dar un paseo por allí, Halit las esperaba apoyado en el porche, solo faltaba que Mavi terminara de vestirse y bajara las escaleras para que pudieran marcharse.

Jessica salió junto a él, tan pronto como sus ojos se cruzaron, Halit miró hacia otro lado.

—¿Cuánto tiempo lleva ahí arriba? Creo que Mavi será una de esas adolescentes que acaparan el baño durante horas
—bromeó pero por más que lo intentó, no pudo encontrar los ojos de Halit.

Él fijó la vista al frente y se metió las manos en los bolsillos.

—¿Podemos hablar? —le preguntó sin mirarla.

Jessica sintió que el estómago se le revolvía, como si una bandada de pájaros estuviera haciendo vuelo bajo dentro de su cuerpo.

Halit llevaba días frío, distante con ella y no es que nada hubiera cambiado, es que Jessica se resistía a tener esa conversación que llevaban demasiado tiempo postergando.

—Ahora no es buen momento, para cuando lleguemos será muy de noche y habrá demasiada gente —dijo a modo de excusa.

En ese momento, Halit la miró y fue ella quién tuvo que apartar la mirada de él. Se mordió el interior de la mejilla mientras jugaba con su pelo, intentando fingir que no estaba incómoda.

Mavi apareció con unos zapatitos rosas y un vestido que solía llegarle a la rodilla cuando lo compraron pero que ahora no le bajaba del muslo. Había crecido mucho.

—¿Nos vamos? —preguntó.

Halit le acarició la cabeza cuando ella pasó por su lado camino a las escaleras del coche, condujeron hasta los aparcamientos de la feria, a una distancia considerable del lugar donde comenzaban las atracciones.

La niña los llevaba cogidos por las manos, como siempre y de vez en cuando, se colgaba de ellos para que la hicieran saltar.

—¿Dónde subimos primero? —preguntó.

—Yo quiero ir a la noria, ¿subes conmigo?

Halit miró a la pequeña con amor pero su sonrisa no llegó hasta sus ojos, se notaba en sus pupilas que había algo que lo estaba hiriendo.

Mavi miró hacia arriba, la noria cambiaba de color cada par de minutos y era tan alta que parecía capaz de rozar el cielo.

A su alrededor había decenas de atracciones, algunas tenían brazos mecánicos que subían y bajaban y daban vueltas de atrás hacia adelante, moviendo a los pasajeros.

La música tronaba fuerte, diferentes canciones mezcladas con los gritos, el gentío y el sonido propio de las atracciones y de los animadores gritándole obscenidades y chistes a los que estaban subidos en ellas.

Azul se escribe con M Donde viven las historias. Descúbrelo ahora