Capítulo uno

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Nueva York. Año 2006. Viernes, 5 de mayo.

Dentro de las oficinas de la editorial Flem, una de las editoriales ligeramente conocidas por publicar múltiples historias, tener escritores conocidos y ser socios para la publicación de algunas revistas, estaba teniendo una tarde ajetreada.

—¡¿Dónde están los catálogos?! —gritó buscando entre sus papeles.

El jefe de la editorial Harold Flem, un ex escritor y por más de una década el jefe de la editorial. El hombre a pesar de la edad avanzada, teniendo calvicie y que sus ojos marrones no se dejaban ver por sus gafas con un armazón muy duro y llamativo en color negro, aún podía moverse como un hombre de la mediana edad. Vestía con un elegante traje azul, de camisa blanca, con corbata y zapatos negros. El jefe se encontraba buscando entre papeles y documentos por todo el escritorio. Flem tomó el intercomunicador telefónico.

—Señorita Sonia—llamó a su secretaria—. ¿Dónde está la USB para el nuevo catálogo de revistas?

Su secretaria, Sonia Morgan, entró a la oficina de su jefe. Ella se veía como una mujer joven, de entre unos veinte años, destacaba mucho su cabello lacio de color marrón oscuro que le llegaba a la cintura y dejaba su frente al descubierto, tenía brillantes y llamativos ojos azul claro y maquillada de forma sutil, aunque destacaba sus labios recién pintados de rojo. Vestía de traje y falda de color negro y apenas viéndose una blusa blanca por debajo del saco del traje.

—Las tiene Parker, señor—respondió Sonia.

—¡Pues dígale a Parker que venga en este momento! Tenemos clientes esperando—dijo sin darse cuenta que estaba gritando.

—Sí, señor.

La secretaria salió de la oficina, fue a su escritorio y llamó a Parker por teléfono. Gary White Parker estaba en su cubículo, con sus ojos marrones con gafas redondas de color negro queriendo cerrarse y caer dormido. Era una persona bastante normal de complexión promedio, entre un punto medio de una persona delgada y una fornida. Su cabello marrón muy claro estaba completamente despeinado por las largas jornadas de trabajo. Tenía el saco azul sobre su maletín negro y además vestía con pantalón negro, camisa blanca y zapatos cafés llenos de polvo.

Él estaba frente a su pc con el archivo Word abierto que decía «3 amigos y un viaje». Después lo cambió varias veces: «Tres amigos y una aventura», «Historia de tres amigos», «Tres amigos y un gran viaje». Parker fue interrumpido por el teléfono, guardó el archivo y atendió la llamada:

—¿Sí? —dijo con una voz adormilada.

—Parker la memoria USB, ve a la oficina ahora —ordenó Sonia cambiando su tono amable a uno más brusco.

Parker solo colgó y fue a su oficina. Pasó por todos los demás cubículos hasta llegar a la puerta frente a él. Adentro había un pasillo largo que daba a un ascensor antiguo, de reja. «Tres amigos y una aventura increíble...no», pensó en nombres mientras que se subía al ascensor, «Tres amigos y un viaje en tren...no».

Presionó el botón para subir. El ascensor comenzó a trabajar con un horrible rechinido, lentamente subió sin dejar de hacer ese rechinido por lo antiguo que era. «La aventura del escritor mediocre, que se graduó en diseño editorial... y una historia de tres personas...sí, eso funciona». El ascensor se quedó atorado a medio camino, el teléfono de Parker comenzó a vibrar. Sabía que era Sonia quien le estaba empezando a mandar mensajes.

«Estoy en camino...No han pasado ni cinco minutos», comenzó a irritarse sin contestar su teléfono.

—¡Ya voy! —exclamó molestó.

Entre los mensajes que vibraban, el chirrido del elevador, Parker se enfadó y golpeó la puerta del elevador. El elevador volvió a funcionar, tal vez por casualidad o por el golpe. También los mensajes dejaron de llegar y notó que realmente sólo habían sido dos mensajes que parecieron vibrar eternamente. Parker llegó al piso de la oficina, había más cubículos frente a él, y más adelante el ovalado escritorio de la secretaria Sonia.

Historia PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora