12. "Como niños"

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—¡¿Qué... qué se cree?!— bramó enojado, arrojando su chaleco sobre la cama en su habitación. Shikamaru, viendo que el rey hervía en cólera, tuvo la sensatez de quedarse al margen —Es lo que piensa de mí ¡Se burla! ¡Como todos!— exclamó dolido.

—Alteza, yo creo que se expresó de esa manera porque aún está afectada, y pensará que el rey la invitó por orden de su madre y no por voluntad propia— explicó con paciencia.

—Aún así... no tenía que mofarse de mí.

—Usted la llamó creída, yo pienso que están a mano. Debería hablarle directamente, sin rodeos, proponer una tregua— el monarca se arrojó de espaldas al lecho, pensando en las palabras de su chambelán, pero al recordar el rostro severo de Saori y la manera tan despectiva en la que lo trató, olvidó todas sus culpas y gruñó.

—¡No! ¡Soy el rey de Inglaterra! Si esa chiquilla pi... piensa que me quedaré de brazos cruzados después de lo que hizo, está muy equivocada— Shikamaru suspiró cansado ante el arrebato inmaduro de Naruto.

—¿Qué piensa hacer?

—Ella me dijo que no le gustaban las flores...

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—¡¿Pero qué se cree?!— exclamó Saori por quinta vez esa mañana, destrás de su escritorio y mirando por la ventana, mientras Izumi rodaba los ojos de nuevo al escuchar su berrinche, descansando en un cómodo sofá y abanicándose —¡¿Quiere que le perdone todo lo que me hizo, cuando no tiene ni la iniciativa para acercarse por si mismo?! ¡Es un maldito pelele, hijo de su mamita! A que si Kushina no le hubiese dicho, ni siquiera se le hubiera ocurrido cenar conmigo. ¡Izumi!— llamó, notando que su madrastra le prestaba cero atención cuando giró —¿Me estás escuchando al menos?

—¿Disculpe?— preguntó la mujer, en tono fingido —Yo solo oigo a una niñita lloriquear por asuntos sin importancia.

—¡¿Sin importancia?!

—Se queja de que el rey no se acerca como es debido, o de su manera rara de actuar, ¿pero acaso se ha preguntado el por qué verdaderamente? ¿Ha hecho algo más que leerse unos cuantos libros de barcos para darle conversación? Los hombres no funcionan de ese modo— señaló —¿Y que más da que su madre lo mande? Piense que ese niño que tendría, no sería solamente el heredero al trono, sinó también ratificaría su posición en el palacio.

—Yo no pienso de esa manera, y tampoco me apetece tener un hijo con alguien que no ame— murmuró al final.

—¿En qué mundo vive? Si quiere que la dejen en paz, acabe de meterse en sus sábanas. Después de dar a luz, ya no importará lo que él haga o deje de hacer.

Saori, con el ceño fruncido, se abrazó a si misma y comenzó a caminar de un lado a otro, cavilando las palabras de Izumi, pero al final, cuando esas leves señales de dolor que creía ver en el rostro del rey, llegaron a su mente, borró totalmente la mínima intención de seguir el consejo de su madrastra. De repente y apenas avisando, comenzó a entrar toda una procesión de criadas, cada una con un ramo de flores coloridas en un jarrón. Confundida y sorprendida, se quedó inmóvil hasta que terminaron y el despacho se había convertido en un inmenso jardín, en el que apenas podía caminar con su ancho vestido.

—¿Pero qué es esto?— preguntó Izumi risueña, y fué Temari quien contestó su pregunta, con voz cansada y en medio de un suspiro.

—Su majestad, el rey, le envía este regalo a su esposa.

—¡Es que es malvado— se carcajeó sarcástica la señora Uchiha y la reina bufó, dando un golpe con su pie en el suelo de madera.

—¡Quiere molestarme!— bramó.

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—No tardé tanto como pensaba— dijo Naruto, observando la maqueta que había terminado con orgullo, levantándola en el aire.

No era un modelo grande, sinó un nuevo prototipo de velero francés que prometía ser rápido como un delfín sobre el agua. Ansioso por probar su flotabilidad y aprovechando la hora casi nocturna, salió de su tayer y seguido de su chambelán, se dirigió rumbo a los jardines, mostrando una animada sonrisa.

—¿El rey solo está feliz por el barco?— preguntó Shikamaru, mientras lo seguía.

—Estoy imaginando la cara que puso al ver todas esas flores— confesó travieso.

—¿No cree que es un poco infantil este juego?

—¡Ella empezó!— exclamó, saliendo del palacio y encaminándose a una de las fuentes más grandes.

—La reina es muy joven, quizás debería usted terminar con este altercado y tomar su relación en serio.

—¿Qué relación? Ni siquiera quiere... verme— farfulló, algo sentido, pero al encontrar la fuente seca y llena de rocas, ese sentimiento se transformó en enojo —¡¿Por qué está así?!

—¿En serio creía que se quedaría con los brazos cruzados? Mando a secar todas las fuentes en la tarde.

—¡¿Y hasta ahora me dices?! ¡Limpien todo esto!— ladró la orden y a grandes zancadas, olvidando sus miedos y vergüenzas a causa de la furia, llegó al ala de la reina y entró sin tocar en su recamara, encontrándola en el diván, leyendo un libro bajo los últimos rayos del sol. Ella se puso de pie, al parecer nada sorprendida, e hizo una reverencia.

—¿Qué lo trae por aquí?

—¡No... no juegues conmigo!— gruñó —¡Las fuentes!

—Oh, eso. ¿Su majestad pensó que me quedaría sin hacer nada tras su "regalo"?

—¡¿Pero secar todas las fuentes de palacio?! ¡¿Dónde probaré mi barco?!— inquirió, señalando el velero que tenía en una mano.

—¿Ya intentó en la bañera?— preguntó burlona.

—¡Saori!— siseó en advertencia, acercándose a ella con aura amenazante, pero cuando estuvo lo suficientemente cerca, su vista bajó desde esos ojos negros hasta los labios carnosos y sonrosados —¡¿Cómo puedes ser tan irrespetuosa?!

—¿Usted ha hecho algo para ganarse mi respeto?!

—¡Soy tu esposo!

—Según su madre, aún no.

—¡Deja de meter a mi madre en... en nuestros asuntos! ¡Si siguiera sus consejos, tendría que acorralarte sobre ese maldito colchón ahora mismo, sin que me importaran tus sentimientos!

—¿Ah, porque le importan mis sentimientos?— picó y el rey se inclinó más sobre ella, levantando una mano con la intención de sujetar su nuca con rudeza, pero resopló su impotencia y volvió a alejarse.

—¡Eres imposible!— gritó entes de dar un portazo.

La reina soltó todo el aire que estaba conteniendo, y se dejó caer en el diván con una mano en el pecho, pudiendo sentir claramente su corazón acelerado. Pero ella se había buscado su reprimenda, justificada o no, sin embargo, el temor al verlo tan cerca le había dejado un nudo en estómago y las mejillas rojas. Porque debía ser miedo lo que había sentido y aún le hacía temblar las piernas, ¿cierto?

Mad KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora