CAPÍTULO V

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FLASHBACKS


Por la mañana me daba miedo salir de la habitación, encontrarme a Sam y actuar como si lo de anoche no hubiera pasado.

Ni siquiera había podido dormir. Mi cabeza solo recordaba sus cálidos labios sobre los míos. La escena se repetía una y otra vez.

Me armé de valor y salí de mi habitación. Solo vi a mi hermano.

—¿Dónde está Sam?—fue lo primero que pregunté.

—Se ha ido temprano, así había menos posibilidades de encontrarse paparazzis locos.

—Ah...

—¿Y esa cara? ¿Qué ocurre?

—Nada—mentí. La verdad es que se me daba fatal mentir—. ¿Qué iba a ocurrir?

—No lo sé. Es que... te noto rara.

—¿Yo? ¿Rara? Estoy fenomenal.

Él no insistió más con el tema, pero me miró con cara extraña.

Fui a la cocina para desayunar algo y lo único que conseguí fue que se me vinieran a la cabeza más recuerdos de ayer. Al fin y al cabo todo ocurrió ahí, en la cocina.

Después de desayunar volví a mi cuarto para cambiarme y arreglarme. Lo que me sorprendió fue encontrarme una nota sobre mi escritorio.

"No te ilusiones con el beso de ayer. La verdad es que no parabas de decirme lo mucho que me odiabas y de una forma u otra tenía que hacer que callaras."

Vaya capullo. No se podía ser más gilipollas. ¿Acaso se creía que me gustaba? Tal vez el recuerdo de anoche no se paraba de repetir en mi mente, pero eso no significaba que tenía algún interés por él.

—¿Así que sois novios?—le pregunté a Helena.

Eran las seis de la tarde y ella y yo nos encontrábamos en la habitación de su casa.

—¡Sí!—respondió muy ilusionada—. ¿No estás contenta?

—Sí, me alegro—dije poco convencida—. Pero creo que deberías conocerlo un poco más antes de empezar una relación con él.

—No te preocupes por eso. Ahora que somos novios pasaremos mucho tiempo juntos y podremos conocernos a la perfección.

—Si tú lo dices...

—Bueno, ¿qué querías contarme?—preguntó dejando ese tema atrás.

Justo en el momento en el que llegué a su casa le dije que tenía que contarle un cosa muy importante. Es decir, le quería contar lo que pasó con Sam.

Pero luego me di cuenta de que por ahora era mejor guardármelo para mí. No es que no confiara en ella, solo sentía que debería esperar un poco más en contárselo.

—Eh..., bueno, la verdad es que no es muy importante...

—Da igual, cuéntamelo. Seguro que es interesante—insistió.

Estuve varios segundos pensando una buena excusa y al fina dije:

—Creo que me gusta Víctor.

Al decir eso me arrepentí al instante. ¿Por qué dije esa estupidez?

A Helena se le dibujó la sonrisa más grande que había visto nunca en la cara y se llenó de emoción.

—¡¿Qué?! ¿Cómo no me había dado cuenta?—dijo muy contenta.

UNAS ROSAS PARA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora