Capítulo 6

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Capítulo sexto

Ana

Tenía un lugar a donde ir por un par de días, quizá alguna semana, tenía algo de dinero ahorrado, así que ese no sería un problema. El problema era alejarme de mi isla, aquella que me había traído tantos recuerdos, buenos y malos a la misma vez. Alejarme de aquellas personas a las que alguna vez llegué a querer o quiero todavía. Alejarme de lo que fui una vez ahí; feliz. Pero ahí también fui un saco de piezas rotas, un puzzle incompleto.

Hacía tanto tiempo que no viajaba en avión, que me tomé una pastilla para calmar la ansiedad antes de entrar al aeropuerto, era de noche, había cogido el primer vuelo que pude dentro de mi presupuesto. Por suerte, había una oferta de ida.

No cogí billete de vuelta, porque no sabía cuándo volvería. Tenía planeado quedarme un tiempo, hasta curar un poco mi corazón. Hasta sanar un poco mi alma rota, hasta llenar aquel vacío de mi ser.

Después de tres horas en avión, llegué al aeropuerto de Mallorca.

—Hola —tragué saliva cuando llamé por teléfono a mi tía, hacía demasiado que no hablaba con ella, antes, solíamos ser confidentes, le contaba todo lo que me pasaba y todo aquello que me preocupaba, lo que me hacía daño también.

—Hola cariño —contestó ella mientras yo me quedaba un segundo en silencio, pensando en que decirle—. ¿Qué ocurre? ¿Estas bien?

—Estoy... en Mallorca.

Hubo un silencio incómodo durante un par de instantes.

—¿Necesitas que te vayamos a buscar? —preguntó.

—Si, por favor.

—En media hora estaremos ahí, espéranos en la entrada del restaurante de la última vez.

—Vale —colgué el teléfono y me senté a escribir y a fumar un cigarro mientras esperaba.

Márchate y cúrate la herida. Esa es una frase que no todos entienden al cien por ciento, pero que tiene tanto significado y tanta razón.

A veces hay que irse de un lugar o de una situación para sanar tus heridas, para reconstruir los pedazos rotos de tu corazón.

Seguí escribiendo, leyendo una y mil veces las frases que escribía, revisando la ortografía una y otra vez, procurando que la gramática estuviera bien.

—Anais —al girarme, vi a mi prima Mariam y casi corrí a abrazarla.

—Prima.

—¿Qué haces en Mallorca, cariño? —preguntó ella acariciando mi cabello.

—Necesitaba un descanso de todo lo que me ha pasado en Gran Canaria, así que vine a verte y a ver a la tía.

—Debiste avisar, te podía haber pasado algo.

—Ya —agaché un poco la cabeza y hice una mueca de arrepentimiento, quizá ella tenía razón y debí haber avisado a alguien de que iba a coger un avión y venir hasta aquí.

—Anda, vamos a comer algo antes de ir a casa de la tía y me cuentas un poco las novedades.

Fuimos hasta un bar y nos sentamos en la terraza, ambas encendimos un cigarro y comenzamos a fumarlo mientras comenzábamos a hablar.

—¿Quién es Aiden?

—¿Cómo sabes de Aiden? —le pregunté confundida.

—Tu padre. Me contó que lo conoció en el hospital cuando estuviste ingresada. Estuvo ahí hasta que despertaste. Todo el tiempo.

Con amor; Ana | DISPONIBLE EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora