Si fuera... | Jinson.

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Miércoles - 10 - Marzo

El chico de pelo negro subió con prisa al ya desgastado tren. Buscó el asiento que siempre usaba con apuro, a pesar de que no había casi nadie sentado aún, Park no quería que alguien le quitara el lugar.
Se sentó y apoyó su cabeza contra el vidrio, aún faltaban algunas paradas para que pueda ver al hombre por el cual siempre tomaba este tren.

El tren estaba prácticamente vacío. Solo unas pocas personas estaban sentadas en él.

Hombres mayores leyendo sus diarios, mujeres dormidas con sus cabezas apoyadas en el cristal.

Y Jinyoung, con su rostro aún algo adormilado, intentando no quedarse dormido con la cabeza pegada a la gran ventana.

Movió levemente sus ojos. Buscando con la mirada un libro dentro de su mochila. Al encontrarlo, lo sacó y lo apoyó en sus piernas, mientras con la otra mano agarraba fuerte su lapicera.

Abrió la tapa marrón con un pequeño decorado verde. Y ahí estaban, miles de letras perfectamente prolijas, una detrás de la otra. Recitando una suave historia si las leías de corrido.

Desde aquella vez en la que se había levantado demasiado temprano, y al no percatarse de la hora, tomó apurado el primer tren que llegó, escribía en su diario.
Puesto que aquella mañana, con el sol en lo alto, iluminando a cualquiera que se atreviera a levantarse tan temprano. Al tren se había subido un apurado hombre de cabello castaño oscuro, con un rostro perfectamente alineado y una mirada que enamoraría a cualquiera que lo viera directamente a los ojos. Park Jinyoung no fue la excepción. Tan solo cuando el hombre se sentó frente a él y recargó su cabeza en el respaldo de la silla, el joven que se había tomado el tren equivocado, se enamoró perdidamente de aquel hombre.

A pesar de que el chico fuera uno de los más inteligentes de su clase, no tan popular pero todos lo conocían. Estaba acobardado. Se había enamorado de aquel hombre. Lo admitía. Pero jamás se atrevería a preguntarle alguna cosa.

Cada que el de cabello castaño se sentaba delante de él, Jinyoung se limitaba a observarlo discretamente y escribir en su diario sus deseos de poder hablarle.

Quería saber su nombre, quería saber el por qué siempre se tomaba tan apurado el tren, quería saber si se sentaba siempre delante de él por algo en especial. Necesitaba saber todo de él.

El ferrocarril dejó salir un gran pitido avisando que ya cerraría sus puertas. Tan pronto como el tren comenzaba a cerrar una en una sus puertas, un hombre saltó como si fuera un canguro las escaleras de la estación, y corrió con todas sus fuerzas entrando al último segundo al tren que ya se iba.

Suspiró pesadamente y apoyó sus manos en sus rodillas. Respiró hondo y se colocó la mochila al hombro. Había llegado justo. Ni un minuto antes ni uno después.

Caminó apresuradamente hacia el vagón en el que solía sentarse con frecuencia. Abrió la puerta que separaba los vagones y se sentó en el mismo lugar de siempre, dejando su mochila a un lado, y apoyando su cabeza en el respaldar del asiento.

El muchacho frente al hombre había presenciado como éste corría apresuradamente intentando no perderse el tren. Y con una sonrisa no disimulada, observó brevemente al pasajero frente a él.
Lo detalló con la mirada, como si de una obra de arte se tratara. Sus ojos rasgados y esa mandíbula fina lo tenían loco. A veces se culpaba a sí mismo por pensar de esa manera sobre un hombre que no conocía. Pero Jinyoung no sólo soñaba con besarlo, también soñaba con hablar con él, que se cuenten cada mínima cosa, que se manden cartas de amor y coman en un restaurante acogedor y amoroso.

Pero eso nunca iba a suceder. Porque Park era demasiado miedoso. Tenía demasiadas inseguridades, y sólo podía escribir en su diario, con una mirada triste y soñar con un futuro juntos.

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Si fuera más guapo, y un poco más listo. Si fuera especial, si fuera de revista.
Tendría el valor, de cruzar el vagón. Y preguntarte "¿Quién eres?"
Te sientas en frente, y ni te imaginas.
Que llevo, por ti, mi buzo más bonito.
Y al verte lanzar, un bostezo al cristal, se inundan mis pupilas.
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Jinyoung levanta su vista del diario, con los ojos un poco húmedos, y la mirada perdida. Al hacerlo, frente a él se encuentra con unos ojos filosos, como si de un dragón chino se tratara.
El chico le devuelve la mirada, como un perro lastimero, al dragón feroz.

El hombre suspira y el de cabello negro cierra sus ojos, imaginándose que se atreve a hablarle. Pero no lo hace. Porque el miedo es más fuerte que el deseo.

El de ojos de dragón aparta la vista y mira hacia el paisaje mañanero en la ventana. Tratando de ignorar ese sentimiento de querer decir algo.

El chico agarra su diario con todas sus fuerzas, tratando de protegerse del miedo con él. Apenas respira, se hace pequeñito contra el asiento y tiembla levemente.

Algún día.

Algún día Park Jinyoung, se atreverá a hablarle a Jackson Wang.

Pero ese día, no es hoy.

Y así pasan los días, de lunes a viernes, como las golondrinas del poema de Bécquer.
De estación a estación, en frente el uno al otro, ambos muchachos. Va y viene el silencio.