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Samantha, como debía haber imaginado, era una fiera en esas motos, que en sus manos se convertían en unas máquinas monstruosas y peligrosas. Era osada, temeraria y sin duda sabía manejarlas. Kylian solo la observaba abstraído, también con las bolas en la garganta, además de él, nunca había conocido a alguien tan atrevido y adicto a la adrenalina.

El agua en su rostro lo trajo al instante, su mujer había pasado a su lado, inclinó un poco el vehículo acuático y logró, con eso, que una ráfaga de agua salina lo empapara. Jadeó limpiándose con una mano. Samantha ya se alejaba de pie, tan solo aferrada al manubrio con ese trasero pecoso apenas cubierto por el bajo de un biquini que contrastaba con su piel. Su cabello ondeaba y el sol daba de lleno sobre él haciéndolo ver imposiblemente rojo.

Estaba seguro de no haber deseado jamás a una mujer como a ella, comprendió.

Sacudió la cabeza, aceptando el desafío esquivando sus pensamientos, entonces aceleró apresado por ese ímpetu que anestesió tantos años atrás y que esa pelirroja lo traía de vuelta una y otra vez.

Pronto la alcanzó, ella lo miró sobre el hombro, sonriendo satisfecha. Kylian alzó una ceja, giró el timón y lo siguiente fue una ola salina cayendo encima de su esposa, entonces soltó una carcajada que vino desde un sitio olvidado.

—¡Joder! —gritó Sam, limpiándose como pudo, asombrada pues creyó que había conseguido que al fin ese tempano de hielo se convirtiera en un humano por lo menos unos minutos, en cambio estaba hecha una sopa, por supuesto en venganza.

Volteó con la intención de soltarle algunas verdades, pero su risa la dejó estática. Kylian parecía otro, alguien que no reconocía pero que la atrajo más que en cualquier otro momento. Sus facciones serias y distantes estaban ahora opacadas por unas infantiles, despreocupadas.

—Lo lamento —se disculpó él alzando las manos, sin el menor remordimiento. Ella no reaccionó, solo permaneció atenta a esa boca curveada de manera pueril, pícara. Pasó saliva

—Pensé que no te aventurabas tanto —dijo en voz alta para que la escuchara entre el ruido propio del mar y el ronroneo de las motos. Kylian se encogió de hombros con actitud calmada, aún con la mirada divertida, ambos empapados.

—No puedo decir lo mismo de ti —replicó acercándose. Ella lo estudió durante un momento. Su torso bronceado, casi esculpido, robaba su atención una y otra vez.

—¿Entonces por qué no parecías interesado? —indagó con el cabello goteando a su alrededor. El hombre no perdió detalle de la manera en la que su melena se adhería a parte que ansiaba volver a tocar, a torturar, a mordisquear.

—Primero quería observar.

—Ya, olvidaba como trabaja tu cabeza... —dijo Sam, notando su mirada ardiente por cada parte de su cuerpo, tanto que su vientre se apretó. Respiró hondo cuando Kylian, notando lo que hacía desvió su atención y la moto para que ambos vieran al frente.

—Ves ese islote —habló señalando algo a lo lejos ignorando su comentario. Asintió enseguida. Era lejano, pero se distinguía sin problemas.

—Quien llegue primero, decide lo que haremos después —propuso ahora serio, buscando sus ojos, arriesgándose.

Samantha sintió sus mejillas arder.

—No tendremos sexo —advirtió sin amedrentarse. El hombre alzó las cejas, aturdido, no había pensado en eso, pero ya que lo decía—. No —repitió ella señalando su erección, decidida.

Kylian, si pudor, soltó de nuevo una carcajada suave. En serio no lograba estabilizar nada con esa mujer enfrente. No entendía como carajos conseguía ser ingenua y atrevida a la vez.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora