Día 14.3.

43 0 0
                                    

Después de acabar con unas notas más cierro esa caja llorando como una magdalena. Christian se ha acercado un poco más a mí y me abraza por la espalda.
Joder, mamá, tendrías que estar aquí.
Aparto la caja y abrazo a Christian fuerte. Saco otra caja pequeña y veo algunos collares de mi madre y vuelvo a llorar.

-Tu madre quería que tú te pudieses esos collares que tanto te gustaban -me dice-.
-¿Cuándo montó todo esto?
-Ella quería irse, ya lo sabes.

Y abrí la última caja, esta mucho más grande. Contenía dos cajas, parecía un juego de niños: abro una caja luego otra luego otra...
Era ese vestido granate que tanto me gustaba de pequeña pero rehecho para que me viniese y unos preciosos zapatos plateados a juego junto con una nota que decía: "Siempre serás mi princesa".
Y es que... era real. Se había ido, se había despedido y ya no volvería. Mamá te quiero, te quise y te querré siempre. No pude tener una madre mejor.
Abracé a Christian muy fuerte, con miedo a hacerle daño pero queriendo que el espacio entre nosotros fuese el mínimo posible y, cuando paré de llorar, le besé. Al principio nos besamos de manera dulce, sabiendo que necesitábamos un cariño que solo podíamos darnos nosotros mismos. Me acariciaba la mejilla mientras lo hacía. Después nos besamos con ganas, como se besan aquellos que se echan de menos aun teniéndonos ahí. Nuestras lenguas se debatían entre una guerra que ambas ganaban y sus manos bajaron por mi espalda mientras las mías acariciaban su pecho. Parecía que todo lo demás dejaba de importar. Paré dos segundos para recoger las cajas y dejarlas en el suelo con cuidado. Me fui deslizando por la cama hasta Christian que se encontraba sentado encima de ella y volvimos a esa pelea entre besos y caricias.

-No tienes por qué hacer esto -me dijo Christian sujetándome la cara un segundo y mirándome a los labios-.
-No estoy haciendo nada que no quiera -dije y volví a besarle-.

Dios, no podría desearle más en estos momentos. Sus caricias hacían que mi piel se erizase como si no existiese nada más. Agarré su camiseta y la levanté para quitársela y dejar su pecho desnudo. Él empezó a desabrochar mi camisa y todo empezó a fluir.

-No te alejes nunca -dije entre pequeños gemidos mientras devoraba mi cuello-.

No podía tener más ganas de él. Nos deshicimos de toda la ropa que nos sobraba y nos sentimos con, aún, más fuerzas y ganas de nosotros.

Mírale Anna. Disfruta de este paraíso que es su boca sonriéndote. Mírale de nuevo y memoriza cada uno de los lunares que recorren su cuerpo y has podido besar. Mírale y recuerda como se te eriza la piel al ver sus labios recorrer tu abdomen.

-¿En qué piensas? -me dice sonriente-.
-En ti. En que no existe mejor sitio donde estar que aquí, contigo -dije y se mordió el labio-. Deja de morderte el labio o querré hacerlo yo. Oh no, -digo recordando a mi padre y mi hermana-, mi padre.
-¿Vamos? -dijo riéndose-.
-Oh, no... no quiero -dije haciendo pucheros-.
-Vamos, enana -dijo y se levantó. Me tape nerviosa. Es irónico pero me da vergüenza que me vea desnuda aunque hace dos minutos estuviese tocando cada parte de -. ¿Qué te pasa?
-Vete, tengo que vestirme.
-¿En serio?
-Sí, va -le ordené y se cogió la ropa y se puso los boxers-. Si vivieses solo con eso puesto la vida sería mil veces más bonita -dije y se giró. Se acercó a mi y me besó en los labios levemente-. Ahora bajo.

Me vestí y bajé y ni rastro de mi padre ni mi hermana. 'Se han ido a casa' me dice Christian desde la terracita que tenía en la entrada.

-Anna... -dijo y asentí- ¿qué es esto?
-Una casa. Tú un chico, bastante atractivo. Yo una chica...
-Nosotros -dijo con miedo-.
-Tú lo has dicho: somos nosotros. No hay mejor definición.

Asique todo parecía estar claro. Nosotros eramos nosotros. Nosotros somos nosotros. Me gustaba que él fuese quien me hiciese sonreír porque sabía qué decir en cada momento de mi vida solo que no me había dado cuenta hasta ahora. Solo quería pasar más tiempo con él, tener más momentos de, simplemente, hablar con la mirada y entendernos. ¿Cuándo había crecido tanto ese chico con el que me cruzaba para ir a cole?
¿Esta era tu última bala, mamá? ¿Despejar las dudas de mi cabeza? Te quiero mamá.

Enamórate de BarcelonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora