CAPÍTULO IX

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Cuando abrí mis ojos ya estaba recostada en la cama, cubierta por las tersas sábanas. Adam jamás dejaba de cuidarme. La cabeza me daba vueltas, comenzaba a sentir pánico. Ahora sí no tenía escapatoria, debía encarar lo que dejé pausado hace tanto tiempo. Sentí mi piel erizarse por el simple hecho de recordar aquello de lo que había venido huyendo. Sin embargo Adam tenía razón -como siempre- mi hijo debía conocer a su padre y Harrick a su hijo. Ya les había robado bastante a ambos. ¿Qué pasaría si él ya no me amaba? ¿Qué si mi hijo no me perdonaba? Descubrí a Adam en la esquina de la habitación, observándome en silencio con una sonrisa.

- ¿Qué me sucedió?

-Te desmayaste. Lo siento, fue mi culpa. ¿Es el nombre de su canción, cierto? -Preguntó con una sonrisa pícara- la que cantaba ese día en el pasillo del estudio televisivo.

Este hombre conocía toda mi historia, sería muy tonto negarlo. Sabía todo lo que Harrick y yo habíamos pasado. Conocía mis miedos, mis pesadillas, todo, no había nada que él no supiera de mí.

¿Por qué nombrar así su restaurante?

-Adam-dije con voz baja- prometiste que no lo buscaríamos.

-Lo cumplí. No lo buscamos, él nos encontró -respondió audaz.

Cuando la noche cayó caminé lentamente hacia mi armario y saqué mi laptop, no quería hacer demasiado ruido, Adam y los niños dormían plácidamente en el alfombrado de la habitación frente a la televisión donde habían visto la película Monsters University. Una vez que me senté de nuevo en la cama, encendí el aparato tecnológico y tras pensarlo muchas veces, tecleé pausadamente su nombre...Harrick Stevens. Las manos me temblaban y sentía un poco de sudor acumulándose en mi frente, hacía tanto que no sabía nada de él y de pronto de la nada, ya hasta tenía una invitación suya para la inauguración de su restaurante. Esto no era casualidad, nada relacionado a nosotros fue simple casualidad.

Tenía que aceptarlo, la idea de verlo nuevamente me llenaba de ilusión y esperanza, aquella esperanza que vagamente seguía reteniendo en lo más profundo de mi ser; según la red, en todo este tiempo él no había tenido pareja, no se le había visto nunca acompañado en los diferentes lugares donde se le había visto públicamente. Todas las notas manejaban un mismo lugar en particular Holmes Chappel. Solamente informaban que se había dedicado a su familia y que raramente salía a la calle, siempre se mantenía encerrado en su casa. Las fotos lo mostraban frío, indiferente; su semblante lucía como si odiara a todo el mundo, como si estuviera molesto con la vida. De los chicos no mencionaba nada. Pareciera como si hubiera cortado toda conexión con ellos.

Alrededor de las tres de la mañana devolví el computador a su lugar en mi armario, apagué el televisor y encendí la lámpara en mi buró, no tenía mucho sueño así que leería un poco. Los tres seguían durmiendo, Edward se encontraba en posición fetal junto a su hermano Harrick, quién abrazaba suavemente a su padre; se veían tan tiernos, solamente los ronquidos de Adam arruinaban todo. Volví a la cama y mientras hojeaba el libro para encontrar la hoja en la que me quedé la última vez, solté mi mente a volar... ¿Qué pasaría si todos me rechazaban? ¿Si no querían saber nada de mí? Tendrían razón en reaccionar de esa manera, yo me alejé sin darles explicaciones. Fui yo quien de cierto modo, prefirió estar bajo las sombras, no podía regresar y simplemente decirles: Lo siento, estoy arrepentida.

Cuando me desperté por la mañana, vi a Adam frente al tocador, arreglándose. Tomé el reloj que estaba sobre el buró y comprobé la hora, era muy temprano para ser sábado. Me paré inmediatamente y deposité un beso en su mejilla, después me hice camino hacia el sanitario. Al salir de la ducha él ya no estaba en la habitación. Terminé de cambiarme y bajé hacia la cocina. El almuerzo ya estaba servido, sólo estábamos él y yo. Bebí un poco de mi jugo de naranja y comencé a comer en silencio, él seguía los movimientos de mi mano y me observaba pero no decía nada. Cuando por fin terminamos, crucé mis manos sobre la mesa y entorné mis ojos en los suyos. Ya había postergado esta plática desde la semana pasada, después de la consulta con su doctor.

El reencuentro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora