27 matthew

55 13 0
                                    

Huele a café y a bizcocho, como en casa de mis padres.

Estoy haciendo la mochila. Mañana salgo de viaje a Europa y estoy nervioso. No solo porque voy a cumplir un sueño y una promesa, sino también porque veré a mi escuadrón, y eso me hace mucha ilusión.

Miro el reloj. Dentro de pocas horas tengo que dejar mi moto en el aeropuerto. Han de embalarla y cargarla en el avión que tomaré. Mi Bicho y yo viajamos juntos y, sin duda, será un bonito viaje para nosotros.

Han pasado siete días desde que vi por última vez a Jiwoong y, la verdad, después de aquello me ha entrado la vena curiosa y solo busco noticias suyas por internet. ¿Acaso ahora soy Taerae?

Veo fotos y noticias suyas en galas benéficas, en conciertos, en estrenos de películas, con su padre, con su madre e incluso con la zorra de su prima. ¡Vaya tiparraca, Dayeon! También leo noticias sobre la muerte de su mujer, Minjung. Saber que ella y el bebé murieron en el parto me encoge el corazón. Pobre Jiwoong, qué mal lo tuvo que pasar.

Normal que no quiera tener hijos.
En internet hay infinidad de fotos suyas acompañado de mujeres y hombres. Modelos. Actrices. Presentadores. Diseñadores. Rubios. Morenos. Pelirrojos. Todos son mujeres y hombres glamurosos y tremendamente femeninos, que, la verdad, no tienen nada que ver conmigo.

Una vez que salgo de mi habitación el rico olor me inunda las fosas nasales.

He preparado un bizcocho de yogur —me dice Hao— ¿Te gusta?

Asiento. En los días que lleva conmigo en casa este chico me ha sorprendido en infinidad de cosas.

Me encanta —afirmo-. Ya sabes que soy de buen comer.

Hao sonríe. Yo también. Y, mano a mano, los dos desayunamos mientras charlamos. Me habla de sus entrevistas de trabajo.

Solo lleva una semana en casa y el tío me está asombrando de lo bien que se mueve. Ahora que su apariencia vuelve a ser normal, su seguridad para presentarse a entrevistas ha vuelto a el y, bueno, aunque de momento no le ha salido nada, no puedo decir que no lo intente.

En cuanto a la casa, todo está en perfecto orden y más limpio que nunca. Si mi madre lo viera, ¡qué orgullosa estaría!

Por mi trayectoria militar he aprendido a vivir con pocas cosas y siempre en un escrupuloso orden, pero Hao es todavía más ordenado que yo. ¡Increíble!

Suena mi teléfono. Es Hanbin.

Hola, capullín.

Mi hermano se ríe. Estos últimos días lo noto contento. Está mejor de su brazo y sé que lo que está rodando con Jiwoong va estupendamente.

¿Todo bien? —me pregunta.

.

¿Está Hao contigo?

Miro al joven, que está frente a mí disfrutando del bizcocho; me levanto de la silla, entro en mi habitación y respondo:

Sí, ¿por...?

Hanbin titubea. Habla y habla sin decir nada, y yo, que soy su hermano y lo conozco, pregunto:

A ver, hermanito, ¿acaso llamas para saber de Hao?

Pues no, joder. Qué tontería dices.

Eso me hace gracia. Por primera vez intuyo que mi hermano está fijándose en un Omega.

No me digas que te gusta Hao... —cuchicheo.

No empecemos.

Me río, se ríe, y canturreo:

Si hay que perder el miedo a algo, que sea al miedo. MATTWOONG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora