38 Jiwoong

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Llevo con Matt tres días en los que no nos hemos separado ni un segundo, y creo que puedo catalogarlos como los mejores de mi existencia.

En Seúl conocí a un Matt ingenioso, vacilón, familiar y muy cabezota, pero lo que estoy conociendo aquí es sin duda mucho más, y eso me gusta. Me encanta, sobre todo porque es el en estado puro y no teme mostrarme su amor.

Matt no solo es todo lo que imaginaba, sino que además es tremendamente cariñoso, divertido, locuaz, culto, apasionado y empático. Vale. Sí. Para mi gusto emplea en exceso ciertas palabras que no van conmigo, pero así es el. Así lo conocí. Y así quiero que sea.

Cada mañana, tras levantarnos y salir a correr juntos por las calles de Venecia, al final terminamos desayunando el triple de las calorías que quemamos corriendo. Pero ¿qué importa? Solo con disfrutar de lo que hacemos nos vale.¿Por qué pensar en nada más?
A causa de mi trabajo he viajado otras veces a Venecia y aquí me conocen bastante los paparazzi, por lo que me camuflo tras unas gafas de sol y una gorra. No deseo que nadie me reconozca y que Matt se sienta incómodo.

Tras hablar personalmente con el director, me registré en el hotel con otro nombre y aquí estoy, haciendo vida de turista. Me gusta llevar a Matt a sitios bonitos, pero como una persona normal.

No aprovecho que soy alguien popular para ir a los sitios y, la verdad, agradezco el anonimato.

Para sorprenderlo decido alquilar una avioneta en el aeropuerto Marco Polo y animarlo a que la pilote y nos demos una vuelta sobrevolando Venecia y sus alrededores. La sorpresa le encanta. Le emociona. Pero, después de media hora montado con el soportando lo que para mí son locuras en el aire, yo solo deseo volver a poner los pies en la tierra antes de que el muy loco nos mate. Si hace eso con una simple avioneta, ¡¿qué no hará con un caza?!

Durante esos días y sus encantadoras noches Matt y yo hablamos mucho. Nos contamos cosas de nuestras vidas, pero, pese a que yo le explico todo lo que desea sobre la mía y mi trabajo, el es muy hermético en lo que a su trabajo se refiere. Siempre pasa por encima del tema sin profundizar nunca en él.

Me gustaría preguntarle por las cicatrices que tiene en la pierna, en la barbilla, por qué está en Europa y no de misión con su escuadrón. Pero siento que no quiere hablar de ello, por lo que no digo nada. Todo llegará si tiene que llegar. Y, sorprendentemente, llega cuando vamos caminando por Venecia y Matt comenta:

Mañana tengo pensado ir a la base aérea de Aviano.

Según oigo eso lo miro.

Mis compañeros de escuadrón están allí y quiero visitarlos —dice.

Sorprendido, continúo mirándolo sin saber qué responder.

Si quieres venir conmigo he de saberlo —añade entonces—, pues tengo que pedirle a Gunwook que solicite un pase especial para ti.

Sin dudarlo, asiento. Me gusta que me hable de eso y me incluya en su visita, del mismo modo que me hace ilusión conocer a Gunwook y al resto de su escuadrón.

Claro que quiero ir —afirmo—. ¿Dónde está esa base que dices?

Matt sonríe.

La base de Aviano es una instalación aérea militar de la OTAN que está en el noreste de Italia, en la región de Friuli Venecia-Julia, a una hora de aquí más o menos. Es un buen sitio. He estado allí varias veces.

Me parece genial. Quiero conocer a su gente, su mundo.

Matt coge entonces su móvil y me pide mis datos para mandárselos a Gunwook. Una vez que lo anota todo y le da a «Enviar», me da un beso en los labios y yo, pensando en algo, pregunto de pronto:

Si hay que perder el miedo a algo, que sea al miedo. MATTWOONG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora