39 Matthew

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Cuando me despierto estoy feliz. Hoy voy a ver por fin a mi escuadrón.
Una vez que Jiwoong y yo desayunamos leyendo los periódicos y comentando las noticias, damos un paseo por Venecia y decidimos coger un barco e ir a la isla de Murano para visitar la fábrica de cristal. No iremos a la base hasta después de comer, por lo que pasamos el tiempo disfrutando al ver cómo se hace aquel delicado cristal.
En cuanto regresamos de la isla, vamos al Harry's Bar. Jiwoong está como loco por llevarme, y allí comemos mientras me lo paso en grande escuchando las historias que me cuenta sobre actores que han estado allí y han degustado la comida y los cócteles que se sirven en el local.

Cuando acabamos, cogemos un vaporetto que nos lleva hasta el muelle más cercano al garaje donde tengo guardada mi moto. Tras echar a «Piedra, papel o me besas» quién la conduce, nuestra particular versión del popular juego, gano yo. Y, tan pronto como montamos y nos ponemos los cascos, llevando a Jiwoong de paquete tras de mí, sigo las indicaciones del navegador hasta que llegamos a la base de Aviano.

Al llegar frente a la entrada, paro la moto y, enseñando mi carnet militar y el pase que Gunwook me ha hecho llegar al móvil para Jiwoong, nos dejan pasar.

Minutos después, cuando aparco, miro a mi alrededor y sonrío.

Todo lo que me rodea, el ruido, el olor a aceite, el viento, los aviones..., es mi vida. Miro a Jiwoong y le digo:

Ven conmigo.

Comenzamos a caminar hasta que noto que él me coge de la mano.

Aquí no —pido soltándosela.

¿Por qué?

Porque no.

Jiwoong parpadea y pregunta:

¿Acaso ni yendo de civil puedes darle la mano a tu pareja?

Sonrío, me gusta oír eso de «tu pareja», pero niego con la cabeza y respondo:

Claro que puedo, pero para mí es importante no hacerlo.

Él asiente y no dice nada. Imagino que lo entiende y, si no es así, lo tiene que entender.

Al ir a abrir la puerta para entrar en el edificio principal sale un hombre por ella. Lo conozco. Sé que voy de civil, que ahora no ejerzo de militar, pero, sin poder remediarlo, con todo el protocolo del mundo hago mi saludo militar y digo:

Buenas tardes, coronel Rio.

El me mira, de inmediato me reconoce, y tras devolverme el saludo dice:

Teniente Seok, ¿qué hace usted por aquí?

Con el rabillo del ojo veo que Jiwoong nos mira atentamente.

Señor, mi escuadrón ha llegado hace unas horas a la base y, estando de permiso en Italia, he venido a visitarlos —explico.

Él asiente con una sonrisa, está al corriente de mi situación en el ejército. Cuando veo que mira a Jiwoong lo presento:

Señor, él es un amigo, Kim Jiwoong.—Después miro a Jiwoong y añado-: El coronel Rio shinhoon.

Ambos se saludan y, después, el coronel pregunta mirándome:

¿Cómo se encuentra su padre, el almirante Seok?

Sonrío.

Bien, señor. Tan gruñón como siempre.

Ambos reímos. Todo el mundo sabe que el Almirante es algo gruñón.

Lo veré dentro de tres semanas en una reunión en Busan —señala. Yo afirmo con la cabeza y luego él añade mirándome directamente a los ojos—: Espero que esté valorando usted lo que comentamos en nuestra última conversación.

Si hay que perder el miedo a algo, que sea al miedo. MATTWOONG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora