Capítulo XXVII | Intentar

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Los últimos días han sido incomodos en todo el sentido de la palabra. Desde lo que sucedió aquella tarde me he sentido con la necesidad de huir de los dos. No quiero que ninguno se me acerque y me diga algo, o me recuerde lo que pasó semanas atrás.

Y digamos que en cierto modo siento que ellos percibieron mi incomodidad. En cuanto a Aren no ha ido a casa a jugar con Billy, pero a veces escucho su voz por medio de la computadora. Y Jordan... si no hablaba con él antes de ese día, mucho menos después. Aún recuerdo cuando entró a la habitación e intentó sacarme de allí... parecía otra persona.

Sólo espero que todo se mantenga cómo está ahora, porque mi vida era mucho mejor cuando no sabía de la existencia de esas dos personas.

Enfoco mi vista hacia el puesto de café que está en frente. Allí veo la espalda de una chica con el cabello corto. Es sábado, y decidí acompañar a Victoria a un centro comercial que queda cerca de la escuela. Tomé esa decisión porque desde aquella conversación con Emma, no la había vuelto a ver. Y sólo bastó que la profesora dictara el fin de las clases para que ella se acercara a Jordan.

Digamos que necesitaba un respiro, porque después de todo lo que ha pasado no me gusta hacerme a la idea de que me siga importando.

—Estaba pensando en que, si Camila gana el siguiente combate, que obviamente pasará, deberíamos celebrar —indica ella, poniendo mi café en frente de mí, después toma asiento. Yo le agradezco y la veo.

—¿Qué has pensado?

—No sé, a ella no le gusta nada —se queja en voz baja, tomando el primer sorbo de café.

Camila está entre las cuatro mejores, y de ganar el combate de la próxima semana, podrá participar en el torneo nacional. Me parece increíble que haya llegado tan lejos, y no porque dude de ella, sino porque es impresionante que sea tan decidida respecto a lo que quiere lograr.

—Creo que bastaría con ir a cine —opino, haciendo que ella me vea.

—¿Algo tan aburrido?

Yo sonrío.

—Pero la verdad es que Camila no es de ir a lugares llamativos... —piensa en voz alta.

No me la imagino en algún lugar con música y alcohol. De hecho, no nos imagino a las tres en algún sitio así. Sé que Victoria de vez en cuando suele salir, pero no creo que sea algo que pueda hacer con nosotras.

El simple hecho de imaginar un lugar poco iluminado y un sinfín de rostros que no puedo conocer me da pánico.

—Le preguntaremos y dejaremos que ella decida —manifiesta, suspirando—. Ser amiga de ustedes no es nada fácil.

No puedo evitar que se me escape una pequeña risa.

—¿Por qué lo dices?

—Somos muy diferentes y no coincidimos en casi nada —me ve atenta—. Para poner un ejemplo; sus habitaciones. La tuya está llena de libros y poster extraños de bandas góticas —detalla, lo que hace que me avergüence un poco—. La de Camila es muy cuadrada; tiene un escritorio, una cama y una mesa pequeña dónde deja su celular. No tiene nada más que unas cortinas sobre las ventanas, y las paredes son tan blancas que me hacen estallar la cabeza.

Parece una habitación hecha a medida de ella.

—Apuesto que la tuya está llena de peluches —comento, y ella me señala con su dedo—. Se nota.

—¿Te das cuenta? Por eso es difícil que nos pongamos de acuerdo en algo —respira profundamente—. Me pasa lo mismo con Aren, a veces pienso que nadie me entiende.

Hasta que seamos diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora